Esta idea del proviene, de una manera u otra, de discusiones de hace muchísimos años, entre ellos del economista conservador Milton Friedman, de los años 50, pero también de distintos sectores progresistas contemporáneos en Canadá, España, Finlandia y ahora en Stockton, California. Se trata de garantizar un ingreso mínimo para todos los residentes de un país determinado, independientemente de su nivel de ingreso, de su empleo, de su edad. En los países ricos se ha pensado en este ingreso de alguna manera para atenuar los efectos de la automatización y el desempleo para personas de cierta edad; en los países menos ricos se ha contemplado como un paliativo para la pobreza extrema.

De los recientes en varias partes del mundo, han surgido varias disyuntivas: si la renta o el ingreso debe ser para todos, sólo para los mayores de 18 años, para los que se encuentran por debajo de un umbral determinado de bienestar; si debe sustituir a otros programas sociales o de asistencia, o sumarse a los ya existentes –en , Prospera y Oportunidades, en Brasil, Bolsa Familia– y, por decir algo, si al Ing. Carlos Slim también se le debiera entregar ese estipendio, por ser mexicano y vivir en México. La lógica de darle el dinero a Slim proviene de la idea de que es más costoso seleccionar a los beneficiarios que entregarles una cantidad, al final pequeña.

La Cepal le encargó a José Luis Alberro, doctor en Economía por la Universidad de Chicago, consultor internacional, exdirector de Pemex Gas, y colaborador de Los Pinos durante el régimen de Carlos Salinas, realizar un estudio comparativo entre el ingreso universal y otras opciones de otros países. Alberro llevó a cabo el ejercicio, comparando el ingreso negativo sobre la renta (INR) y el ingreso universal o IU y llegó a la conclusión de que: “Según el , la población en pobreza extrema es la que tiene un ingreso inferior al valor de la Línea de Bienestar Mínimo (LBM) y, además, tiene 3 o más carencias sociales. El Coneval estima que, en 2016, la LBM en medio urbano era 1,337.27 pesos mensuales (955.09 en medio rural) y que 9.4 millones de personas estaban en pobreza extrema. El INR sería un complemento monetario que recibirían los ciudadanos mexicanos mayores de 18 años, cuyo ingreso monetario fuera menor que cierto umbral, de suerte que su ingreso total –incluyendo esta transferencia–, fuera mayor o igual que la LBM.” Para el autor del estudio “hay dos maneras de erradicar la pobreza extrema: introduciendo un INR cuyo costo es .85% del PIB; o introduciendo un IU cuyo costo es 6.8% del PIB.

Con un INR se puede asegurar que 26.8 millones de mexicanos mayores de 18 años tengan un ingreso mayor que la LBM acabando con la pobreza extrema, a la vez que:

•Se combate la iniquidad económica porque se le da más al que tiene menos;

• A las personas que reciban esa ayuda, les convendrá tratar de aumentar sus ingresos;

• Se elimina por completo la pobreza en el medio rural porque el ingreso promedio neto de los beneficiados será 2% mayor que la Línea de Bienestar en medio rural;

• El ingreso promedio neto de los beneficiados será también equivalente al 66.0% de la Línea de Bienestar en el medio urbano; y

• El Coeficiente de Gini de la distribución del ingreso disminuirá en 7.8%.”

Alberro considera que el INR representa un costo fiscal accesible y aceptable, mientras que el del IU es excesivo. Espero que siga trabajando estos temas, junto con otros economistas mexicanos en Washington, y con los técnicos del Frente opositor para llegar a la mejor solución: tal vez un poco más que el INR de Alberro, pero bastante menos que el IU sugerido por el Frente, hasta ahora. Este es el tipo de ideas, el tipo de debate y el tipo de diálogo que debe haber para esta campaña presidencial que empieza. Que cada quien opine, y se defina.

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