En octubre del año pasado, en este espacio advertí que las elecciones en estaban cruzando el umbral entre una competencia normal democrática a un combate descarnado por el poder más parecido a una guerra. Para el de Peña, y para el PRI, ya no se trataba de una cuestión de preservar el poder, sino de supervivencia humana.

No había que ser un genio para imaginar entre qué opción elegirían: si ir a la cárcel por corrupción o ganar a como diera lugar.

Después de que el PAN perdiera las elecciones en el Estado de México y Coahuila en 2017, enojado por los ataques que ya desde entonces estaba recibiendo por presunta deshonestidad Ricardo Anaya prometió que, de ganar en 2018, investigaría “los delitos de corrupción, enriquecimiento ilícito y narcotráfico que se hayan cometido en la actual administración”.

Para tal efecto, bloqueó la propuesta del presidente Peña de “pase directo” del que era procurador en funciones a primer fiscal autónomo: Raúl Cervantes.

Las alarmas se prendieron en el gobierno y en el PRI. La derrota en la elección presidencial de 2018 ya no era opción porque podría significar una persecución judicial, con todo y cárcel, comenzando nada menos que con el Presidente. Así lo estaba prometiendo Anaya.

López Obrador, por su parte, adoptó un discurso distinto.

Con el objetivo de evitar la ira gubernamental, prometió “borrón y cuenta nueva” con la actual administración. De ganar, vería hacia el futuro perdonando los pecados pasados. No sé si el gobierno y el PRI confían mucho en esta promesa de .

Lo que es evidentísimo es el pavor que le tienen a Anaya. Su miedo es del tamaño de la operación que están realizando para bajarlo de las encuestas y, hasta quizá, sacarlo de la boleta.

Claramente están en una lógica bélica utilizando todo el aparato del Estado para golpear a Anaya.

C’est la guerre, mon cher Richard. Y, como siempre, la guerra saca lo peor de las personas. Si el futuro es la cárcel, mejor despedir a Santiago Nieto como fiscal electoral y congelar cualquier investigación judicial sobre corrupción de la actual administración incluyendo los sobornos de Odebrecht.

Si hay que ganar a como dé lugar, se vale usar a la PGR, la Secretaría de Hacienda y el SAT para investigar y perseguir a Anaya. Encontrar una enredada compra-venta de un terreno en Querétaro hace años y lanzar la sospecha de una presunta operación de lavado de dinero, aunque en México, como demostró ayer Juan Pardinas en Reforma, no se persigan casos de este tipo.

Ahora resulta que las instituciones del Estado encontraron que el candidato que ha prometido meter a la cárcel a los corruptos del gobierno actual no es una blanca palomita; que lo único que tiene blanco es el dinero que ha blanqueado.

El gobierno y el PRI ya cruzaron el Rubicón. Van a tratar de mantener el poder “haiga sido como haiga sido”.

El mensaje ha quedado muy claro: utilizarán todo el poder del Estado para ganar comenzando, primero, con Anaya. Cuentan con muchísimas zanahorias y palos. Tienen policía y cárcel. Los van a usar porque, literalmente, se están jugando el pellejo.

Ante esto, Anaya ha realizado una jugada muy interesante. Ayer denunció el uso faccioso de las instituciones de justicia y responsabilizó directamente al presidente Peña.

Luego reiteró su promesa de romper el pacto de impunidad actual. Criticó la propuesta de AMLO de perdonar. Aseguró que él no dejará impunes los escándalos de la Casa Blanca, Odebrecht, el socavón, la Estafa Maestra y el desvío de recursos de la Sedesol y Sedatu.

Para tal efecto, de ganar el primero de julio, apoyará la creación de una fiscalía autónoma y apartidista que estará acompañada de una Comisión de la Verdad con asistencia internacional que investigará la corrupción del gobierno de Peña.

Un mensaje duro y maduro de tres minutos. Sin ambages, Anaya le dobló las apuestas al gobierno y al PRI. Además, en el camino, se diferencia de López Obrador. Se convierte en el candidato más duro en el tema de perseguir a los corruptos para castigarlos.

Ante el poder del Estado de Peña y el PRI, Anaya busca el amparo del apoyo social, de una sociedad harta de la corrupción, que quiere ver a los responsables tras las rejas.

¿Quién ganará?

Ya lo iremos viendo en las encuestas. Por lo pronto, como dijimos desde octubre, la lógica bélica se va imponiendo en esta elección. Y es que lo que está en juego es mucho para muchos. Oh oui, c’est la guerre!

 

Twitter: @leozuckermann

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