Mi decisión de votar por Andrés Manuel López Obrador se sustenta en gran parte en mi análisis histórico-político del país y en parte en mis inclinaciones ideológicas. Me inclino a apoyar a un social demócrata.

Dejo claro que no soy iluso ni pretendo ignorar las trabas estructurales que enfrenta , entre ellas destaca la enorme corrupción y su penetración en lo más profundo de la sociedad. No son solamente los enormes recursos desviados de su propósito original, sino que la gente dedica más tiempo a planear como robar en lugar de hacer su trabajo, lo que se complica con burocratización. No minimizo a los factores de poder que tratarán de preservar, con algún éxito, sus intereses.

México es tal vez el país más desigual de América Latina y la brecha económica y social se amplía constantemente, generando problemas educativos, de salud pública y de resentimiento social.

El Estado de derecho es una ficción. La ley está disponible para el mejor postor, los criminales se asocian con funcionarios venales, las policías operan como criminales, torturan, y el espionaje político es para linchar opositores no para proteger la seguridad nacional. La sociedad responde con justicieros, robos sociales y linchamientos.

Una raíz del problema está en el neoliberalismo que amplió la polarización de la sociedad exacerbando la concentración de la riqueza y la calidad de la pobreza; distorsionó la estructura productiva del país, cambiando producción nacional por mercancías importadas de baja calidad que muchas veces es contrabandeada.

El modelo empobreció a la fuerza de trabajo convirtiéndola en una mercancía de muy bajo costo en pos de la competitividad. Esto lanzó a una gran cantidad de personas hacia la economía informal. Paralelamente se debilitó a las instituciones de representación, debilitando la interlocución política.

La pauperización expulsó a la gente del campo cayéndose la producción agrícola, México importa su dieta básica, acrecentando su dependencia del exterior.

La calidad educativa se cayó y la polarización generó escuelas de muy alto nivel frente a una gran mayoría de muy pobre rendimiento. Hoy tenemos gente con doctorado sin empleo y doctorados de dudosa calidad.

Ha habido una depredación del ambiente y una entrega de los recursos nacionales a empresas extranjeras muchas veces asociadas con ex funcionarios, es el caso de la minería, el petróleo, y ahora buscan privatizar el agua.

Este debilitamiento sistémico afectó la posición internacional; el país pasó de ser potencia media a ser un actor irrelevante en la esfera internacional.

En el mundo la voz cantante la llevan las agencias multinacionales dominadas por el pensamiento neoliberal que aprovechando su peso decisional someten a los gobiernos a decisiones que facilitan la oligarquización a favor de las grandes potencias económicas.

Urge cancelar el modelo. La llegada de representa la posibilidad de echarlo abajo. Su planteamiento de orientar las decisiones hacia el mercado interno son primordiales. Construir refinerías, revivir el ferrocarril (tren bala y posiblemente el de pasajeros), son decisiones que generaran empleos de alto nivel, orientadas a beneficiar a la producción local generara una derrama monetaria importante, además de efectos regionales que tendrán impacto fiscal al ayudar a hacer crecer la economía.

El ataque a la corrupción, impulsar la austeridad, y la reducción de los salarios de la burocracia de platino son esenciales, para el y para la generación de un sentimiento de equidad.

Cuándo arrancó el modelo neoliberal en los 1980s nos dijeron que habría desajustes temporales, pero éstos se volvieron estructurales y los resultados han resultado nefastos, llegó la hora de corregir el camino. La corrección de las trabas estructurales tardará varias generaciones y es el momento de empezar, aplazarlo hará cada día más costoso el ajuste.

He decidido mi en torno a quién sea capaz de iniciar la corrección de ese rumbo estructural, sabiendo que hay muchas resistencias al cambio.

Este no es el espacio de enfrentar los argumentos que lo tratan de descalificar, cómo el de que todos son corruptos. Las encuestas demuestran que el daño de la guerra sucia se ha atemperado y que la gente ya no está dispuesta a que le den más de lo mismo.

Ya he escrito sobre las razones para “comprar” falacias o mentiras.

México está en una encrucijada. De mantenerse el modelo, se acrecentarán las diferencias y crecerán las fracturas que hoy marcan a la economía y la sociedad y generan tensiones sociales, el otro camino es hacia la bonanza social.

Las mega apuestas son complejas y llevan márgenes de error, pero apostar a modificar el modelo económico, si se me permite el optimismo, puede tener ramificaciones sociales y políticas inesperadas, por ejemplo, tal vez y hasta nos demos el lujo de tener una prensa libre.

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