Me encanta la discusión de la Reforma Educativa en México. Resulta que los involucrados opinan y proponen sobre lo que hay que hacer con la educación pública y todos mandan a sus hijos a… escuelas privadas (o los enviaron cuando eran niños). Todos, sin excepción alguna: López Obrador, Esteban Moctezuma, Ricardo Anaya, José Antonio Meade, Margarita Zavala, Aurelio Nuño, Peña Nieto, etcétera, etcétera.
¿Quiere ganarse mi respeto López Obrador con su propuesta de cancelar la Reforma Educativa? Pues el día que decrete que cambie a su hijo menor —quien estudia en una escuela privada de la Ciudad de México— a un plantel público del estado de Oaxaca. Que lo eduquen los “maestros” de la Sección 22. Eso sí que sería congruencia con sus principios ideológicos. Yo lo aplaudiría a rabiar.
Mientras no lo hagan, López Obrador o todos los políticos involucrados en el tema no tendrán incentivos para mejorar la educación pública en México. Ésta seguirá siendo muy deficiente. Resulta muy cómodo para los que deciden qué hacer con las escuelas del Estado educar a su parentela en los mejores colegios privados del país. Hágase la justicia en los güeyes de mi compadre.
Lo mismo pienso en el tema de la salud. ¿Cuándo mejorará la atención y calidad de los servicios del IMSS, ISSSTE y todos los hospitales del sector público? Cuando ahí se traten los políticos, sin ningún tipo de palancas, para curar sus enfermedades. Por lo pronto, cuando le dio un infarto, López Obrador acudió a un hospital privado (Medica Sur). No tenía por qué tratarse en el sector público porque no era funcionario gubernamental. Pero yo quiero ver, si gana la Presidencia, si va a irse a formar al ISSSTE para que ahí lo atiendan. O Anaya o Meade o quien gane, y todos sus secretarios.
Esta idea, por cierto, no es mía. Aquí en México tenemos un gran experto en esta materia: el politólogo Claudio López-Guerra, del CIDE. En 2017 publicó un extraordinario artículo en la prestigiosa revista Philosophy & Public Affairs titulado Equal Subjects. No sólo se trata de un asunto de hipocresía, sino del sano y eficaz involucramiento de los políticos en los servicios que provee el Estado.
López-Guerra hace el símil con un avión. El piloto tiene los incentivos de pilotarlo bien porque él o ella van dentro de la aeronave. “Los gobernantes tienen un inherente deber de justicia para justificar su comportamiento en el puesto que ocupan”. Lo justo es que se comporten como sujetos iguales que los demás con el fin de cumplir óptimamente su deber. “La idea básica es que, al convertirse en sujetos iguales, los funcionarios darían a los ciudadanos una razón más grande para creer que su ejercicio de poder ha sido el apropiado”. En conclusión, los gobernantes y sus dependientes económicos (su familia nuclear, por ejemplo) deben residir en la comunidad política que gobiernan y utilizar, por lo menos aleatoriamente, algunos servicios públicos. Que los tomadores de decisiones estén sujetos a esas decisiones.
El gran problema de México es que la clase gobernante vive en una realidad muy alejada de la ciudadanía que utiliza los servicios públicos. Van a escuelas y hospitales privados. Residen en colonias con mejores índices de seguridad. Algunos tienen escoltas. Se trasladan en automóviles, no en transporte público. En el extremo, viajan en aviones y helicópteros privados. Cuando tienen un problema con la justicia, utilizan su influencia para no experimentar el tormento de pasar horas enteras en un Ministerio Público. Salvo excepciones, nunca pisan la cárcel para darse cuenta del infierno que es.
Regreso al tema de la Reforma Educativa. Meade dice que hay que continuarla. Anaya la defiende, pero argumenta que se ha implementado mal. López Obradorun día afirma que la va a cancelar y otro que sólo tantito. Puros cuentos. El día que nuestros gobernantes manden a sus hijos o nietos a escuelas públicas, ese día la educación del Estado va a mejorar. Es muy fácil hablar de cómo reparar los servicios públicos cuando se recurre a los privados. Son una bola de hipócritas, todos. Los peores son los que desconfían de la clase empresarial que precisamente provee estos servicios. Ya sabe usted de quién estoy hablando. A ver si se anima a mandar a su hijo a estudiar a Oaxaca con los “maestros” de la S-22. Eso sí sería una verdadera lucha por los principios, como tantas veces presume. Insisto: yo lo aplaudiría a rabiar. En serio…
Twitter: @leozuckermann