Leopoldo Gómez, conductor de Tercer Grado, nos cuestionó a los panelistas sobre la situación del PAN y el PRI después de las elecciones del primero de julio. Respondí que yo los veía como dos boxeadores que habían sido noqueados y quedado inconscientes en el ring; acto seguido, los habían subido a una ambulancia para llevarlos al hospital donde se encontraban en terapia intensiva debatiéndose entre la vida y la muerte.
Un par de semanas después de haber dicho esto, sigo pensando lo mismo. PAN y PRI continúan luchando por sobrevivir. Mientras tanto, en México no tenemos una oposición que desempeñe el importante papel de limitar y fiscalizar al gobierno. Es cierto: formalmente el Presidente sigue siendo el priista Enrique Peña Nieto. Pero en realidad, la transición ya comenzó y el que está dominando la agenda pública es el próximo Presidente: el morenista López Obrador.
A su contundente victoria del primero de julio pasado, que se reflejó en una cómoda mayoría en el Congreso, a un pelito de tener los números para reformar la Constitución, hay que agregar su fortuna de no tener que enfrentar, por lo pronto, a una oposición. Lo vimos, con claridad, en el tema del fideicomiso de Morena para supuestamente ayudar a los damnificados de los sismos. Salvo una que otra declaración aislada de uno que otro panista y priista, no existió un posicionamiento jurídico, político y mediático para criticar cómo los morenistas inyectaron y extrajeron millones de pesos en efectivo en lo que el INE consideró como un fraudulento mecanismo de financiamiento paralelo al partido de AMLO. Efectivamente: hoy por hoy, en México, no existe una oposición al próximo gobierno.
En terapia intensiva, el PRI tiene algo que lo mantiene con vida: el control formal del gobierno federal. De aquí a diciembre, Peña puede utilizar este poder para mantener vivo a su partido. El problema, sin embargo, es que muchos priistas, desde la campaña, empezaron a abandonar al partido para irse a Morena. Ahora, con el apabullante triunfo de AMLO, tienen más incentivos para apoyar al nuevo Presidente. En este sentido, de aquí a que termine el sexenio de Peña, el PRI, efectivamente, podría morirse por una paulatina hemorragia.
Algo podría quedar. Un partido chico, testimonial, al estilo de lo que quedó del PRI después de las elecciones de jefe de Gobierno en el Distrito Federal en 1997. En ese entonces, la izquierda, agrupada en el PRD, dirigida nada menos que por López Obrador, se “robó” los liderazgos, cuadros y estructuras del PRI dejándolo prácticamente vacío. Hoy, en la Ciudad de México, el tricolor prácticamente no existe: es un cascarón sin fuerza electoral y, por tanto, sin poder.
Algunas voces críticas han surgido en el PRI después de la debacle electoral del primero de julio. Tienen un ojo puesto en quedarse con ese partido. No creo, sin embargo, que el PRI vaya a tener mucho futuro si acaba en manos de “jóvenes promesas” de la política nacional como Ulises Ruiz o César Augusto Santiago.
En cuanto al PAN, lleva dos derrotas contundentes seguidas a nivel nacional: 2012 y 2018. Los llevan años divididos. Anaya está escondido, pero operando la estructura que todavía controla. No existe un consenso entre los once gobernadores del PAN de qué hacer con ese partido. El expresidente Fox lleva años fuera. El grupo de Calderón se encuentra muy desgastado. Margarita Zavala también está fuera. En suma, no se ve nada halagüeño el diagnóstico del PAN en terapia intensiva.
Quizá sea el partido, por una cuestión ideológica, con más posibilidad de sobrevivir. En México sí existe una demanda por un partido de centro-derecha que defienda los valores de esa parte del espectro político. Todo partido es un proyecto ideológico encarnado en un líder. Lo primero se diluyó en las pasadas elecciones al aliarse el PAN con el PRD y Movimiento Ciudadano. El famoso Frente resultó en un champurrado que no acabó proponiendo nada de cómo resolver los problemas públicos. En cuanto a lo segundo —un líder—, pues no se ve quién pueda ser esa persona. Una cosa hay que reconocerle a los panistas: siempre tienen jóvenes brillantes con capacidad de crecer rápidamente en la política nacional. Fue el caso de Felipe Calderón, Roberto Gil y Ricardo Anaya. A ver si en los próximos meses surge alguien así.
Por lo pronto, mientras PAN y PRI se debaten por la vida en terapia intensiva, el ganador de las elecciones presidenciales, López Obrador, no tiene enfrente oposición alguna. Cosas de la diosa de la fortuna.
VACACIONES
Este columnista tomará unos días de vacaciones, por lo que Juegos de Podervolverá a publicarse el martes 7 de agosto.