López Obrador todavía no gobierna de jure, pero sí de facto. Desde su apabullante victoria el primero de julio, no ha parado. Día tras día domina la agenda mediática. Ha eclipsado, por completo, al gobierno de Peña Nieto que, de por sí, ya nadie pelaba. Esto nos permite vislumbrar, desde ahora, lo que será el muy estilo personal de gobernar de AMLO.
En 1974, Daniel Cosío Villegas publicó El estilo personal de gobernar. Aunque lo escribió con la intención de analizar la Presidencia de Luis Echeverría, se trata de un ensayo que sigue vigente para el análisis político en México. Es cierto que mucho ha cambiado el país desde entonces, pero también es cierto que seguimos siendo un país presidencialista y que está por tomar posesión un Presidente con mucho poder, como no se había visto desde hace décadas.
Decía Cosío que “el temperamento, el carácter, las simpatías y las diferencias, la educación y la experiencia personales” del Presidente influyen “de un modo claro” en toda la vida pública del país. Según el gran pensador y crítico liberal, en un sistema presidencialista prácticamente sin límites, la personalidad del Ejecutivo, en particular sus patologías, se tornan en características del régimen político.
Indudablemente, cada Presidente tiene su estilo que se refleja en la manera de hacer política y gobierno. AMLO tiene y tendrá el suyo. Algunas características ya las podemos atisbar.
Lo primero es que tendremos un Presidente con la intención de centralizar el poder en su figura. Todo girará a su alrededor. Será el gobierno de López Obradory nada más. Él tomará todas las decisiones: desde las más importantes hasta las más nimias. Nada se moverá sin su consentimiento. Difícil, en este sentido, imaginarse que alguien se atreva a decirle que “no” al Presidente. Quizá Ebrard y Romo lo intenten por su experiencia y porque manejarán áreas que no le interesan a AMLO o no entiende (relaciones internacionales y con la clase empresarial). Urzúa, en su calidad de secretario de Hacienda, ha prometido también hacerlo.
Como Fox, AMLO será muy sensible al tema de su popularidad. Tratará de mantener altas tasas de aprobación. En este sentido, evitará tomar de-
cisiones que puedan afectar su imagen. Cuando tenga que recular de algunas de sus promesas de campaña o
de una mala decisión tomada, recurrirá a estratagemas para desviar la atención mediática.
De hecho, una de las partes centrales de su estilo, será controlar la agenda pública en todo momento. Es un genio en esta materia. Como pocos, tiene una enorme capacidad de armar argüendes para robarse la agenda mediática.
Ahí está el caso del aeropuerto. Tiene a todo mundo hablando de eso cuando en realidad es un “no tema” porque su idea original (cancelar el nuevo aeropuerto y dejar el actual operando en conjunto con una terminal adicional en Santa Lucía) no es una opción. Increíblemente está proponiendo una consulta pública para decidir entre continuar con el nuevo aeropuerto y una alternativa que no es alternativa porque no alcanza el espacio aéreo para la convivencia de dos terminales aéreas. Y ahí estamos, todos, haciéndole el caldo gordo a una estratagema que le permitirá echarse para atrás y salvar la cara.
Otro ejemplo: la redacción de una Constitución Moral. Una ocurrencia de la cual no vale la pena gastar ni un gramo de tinta por lo absurdo de la idea. Pero, otra vez, los medios andan duro que dale con este asunto. Y así será todo el sexenio que viene.
La Presidencia de AMLO será una campaña permanente. Históricamente, lo que más le gusta al Presidente electo es viajar por toda la República, encabezar mítines y declarar cotidianamente a la fuente de periodistas que lo siguen y que siempre termina enamorando. Le ha funcionado. Lejos de encerrarse en Palacio, tendremos un Presidente itinerante que, según él, trabajará a “ras de tierra”.
Deberemos acostumbrarnos, como parte de su estilo, a la ambigüedad e inconsistencia. Dependiendo el foro que atienda, dará un mensaje y llevará a parte de su equipo que mejor conecta con la audiencia. A los empresarios, irá a decirles lo que quieren escuchar acompañado de Romo. Un par de días después afirmará lo contrario a las bases más izquierdistas de Morena con Paco Ignacio Taibo II a su lado. Cual si fuera un tecnócrata avezado, demandará mil y un estudios sobre la viabilidad del nuevo aeropuerto. En contraposición, de un plumazo, le agregará 600 kilómetros al proyecto del Tren Maya después de una reunión de dos horas.
Twitter: @leozuckermann