Fui participante marginal en el movimiento, aunque era uno de los muchos líderes en la prepa, decidí retirarme después de haber sido brutalmente golpeado por la policía y verme abandonado por mis compañeros. No fue el miedo a la policía, sino la sensación de no pertenencia lo que me alejo.

Sin embargo, el 68 me marcó profundamente. Ha sido un elemento de identidad indudable y un marcador fundamental para mi conciencia y cultura política.

He llevado conmigo orgullosamente ser parte de una generación rebelde, que se levantó para protestar, aunque no nos quedaba claro que tan profundamente influiría el movimiento en la política nacional. Las demandas del movimiento no implicaban una transformación del sistema, se pedían ajustes menores que el autoritarismo mexicano veía como atentados profundos contra la lógica de dominio, especialmente, el derecho social a tomar la calle y protestar, y el freno a la brutalidad policíaca frente a las expresiones sociales.

Si el ultra derechismo de Díaz Ordaz no hubiera realizado la masacre, esta hubiera sido una más de las protestas, y justo por eso, por la agresión gubernamental, no se olvida ni se debe olvidar.

Una lección es que el debe escuchar y solamente como última instancia y cuándo hay un peligro inminente para la sociedad, recurrir a la represión y aún así, asegurarse que se defienden los derechos fundamentales. A mi me detuvieron acusándome de ser uno de los líderes, lo que fue suficiente para que trataran de romperme meniscos y costillas. No he podido entender de dónde venía esa crueldad física y la posterior tortura psicológica, porque estando encerrado en una camioneta policíaca (de las llamadas panel) cada tanto tiempo se asomaban los agentes para preguntarme si quería otra calentadita. ¿Por qué el Estado desataba un odio irracional en contra de los estudiantes?

No toda la sociedad estaba con el movimiento, aunque conforme pasaba el tiempo y aumentaba la brutalidad, la simpatía y el apoyo crecía. Unas monedas en una alcancía eran un gesto importante, era una transgresión.

El gobierno no escatimó esfuerzos. Volar con un bazucaso una puerta histórica tras la que se escudaban armados solamente con su conciencia y deseos de rebelión, fue la muestra temprana de un gobierno desalmado y ultra derechista que se preocupaba más por su imagen y la defensa de una falsa dignidad presidencial, que por la esencia de las protestas. Por eso no podemos olvidar.

El mundo fue recorrido por protestas juveniles en el 68, es posible que hayan estado desconectadas, porque las agendas eran muy locales, pero tuvieron en común la respuesta brutal de los gobiernos incapaces de entender lo que le sucedía a los jóvenes. Francia y Alemania fueron más radicales con una influencia profunda de la izquierda, se marcó por la batalla contra la guerra en Viet Nam, los chinos se movieron contra la burocracia en el partido para reforzar al totalitarismo que asesinó a decenas de millones en nombre de la búsqueda del nuevo hombre. Por eso 68 no se olvida.

La respuesta a la represión en varios países fue el surgimiento de grupos guerrilleros formados por aquellos con una política más desarrollada y que entendieron que el camino de las protestas callejeras no llevaría al cambio de sistema, los gobiernos se escuchaban a sí mismos y a los grupos dominantes. Los guerrilleros tenían una agenda más precisa: buscaban la revolución. Y de nuevo tomaron al gobierno por sorpresa, lo que llevó a una lucha brutal para eliminarlos, generando una guerra sucia, dónde la consigna era no detener sino eliminar. Por eso las desapariciones, ejecuciones sumarias, terrorismo de Estado, lanzamiento de personas desde naves aéreas, tortura indiscriminada contra todos aquellos sospechosos de confabularse contra el régimen; practica que prevalece hasta la fecha como lo atestiguan los más de 30,000 mexicanos, ya para no hablar sobre la brutalidad en África que diezma poblaciones completas. Las lecciones de la represión del 68 permanecen en la conciencia policíaca y la forma gubernamental de ver a la protesta social, por eso no se olvida.

Muchos tratan de colgarse medallas ajenas. Algunos muestran una foto en algún mitin para reclamar un protagonismo que no tuvieron. Es un despropósito sugerir que cincuenta años después, el 68 logró derrocar a la coalición del PRIAN, porque algunos de los líderes fueron beneficiarios de la misma y otros simplemente hundieron la opción “izquierdista” cuando corrompieron o dejaron corromper al PRD y PT.

Ahora dos momentos distintos conviven, juntos están los que aplaudieron la matanza (Muñoz Ledo y su discurso pro Díaz Ordaz), otros que sufrieron el embate represivo y los que habrán escuchado o estudiado sobre lo que se convirtió en una gesta heroica, heroizada por la cerrazón y abuso gubernamental que recurrió a la violencia extrema, los crímenes autorizados en contra de una sociedad inerme. Por eso y mucho más, 68 no se olvida.

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