Decidí gestionar mi pensión. Conociendo las linduras de la política y administración mexicanas, busqué el apoyo de un ex alto funcionario del FOVISSSTE, me envió a la representación del ISSSTE en la ciudad dónde residí los últimos años.
Llamé por teléfono para enterarme de los horarios de trabajo y armado con los documentos requeridos me presenté en la oficina buscando a la jefa aunque no había hecho cita. Llegué temprano pero la jefa por ser jefa no estaba así que tuve que esperar largamente. Se molestó cuándo ví el reloj a la hora que se apareció.
Ella se comprometió a realizar la primera parte del trámite y avisarme si ya estaba, se quedó con documentos que no requería y que yo necesitaría después y cometió algunos errores, que después me afectaría.
Como tendría que ir a la capital del Estado se me hizo más fácil buscar terminar el trámite en la Cd. de México a dónde tenía que ir, pero hasta allá no funcionó la recomendación del político. Después de varias vueltas un amigo solucionó el problema: “Te llevo a la oficina de mi delegación, te doy un comprobante de domicilio y terminas el trámite”. Todo sonaba bien.
El joven que me atendió de inmediato encontró un error, con cara de satisfacción me dijo: “Tiene que ir a que le corrijan su hoja de servicio porque tomó una licencia y no dice que regresó, vaya a que lo corrijan”. Asistí a la institución y gracias a los conocidos me entregaron una nueva hoja de servicios, bendita la influencia. Regresé triunfante pero ya no atendían, así que tuve que volver y después de otra larga espera, el mismo joven revisó la hoja de servicio línea por línea y triunfante dijo trazando un círculo sobre una cifra: aquí hay un error de 40 centavos, siguió leyendo y mientras trazaba un círculo en otra cifra me dijo: aquí hay un error de cuarenta pesos. “Vaya a que le hagan la corrección a la dependencia, o mejor vaya a la oficina regional a que lo corrijan”, así creó la confusión sobre a dónde había que ir para que corrigieran. Decidí ir a la oficina regional, dónde después de una larga espera hicieron la corrección.
Unos días después volví y el mismo joven tomó los documentos y con una gran sonrisa me dijo: le falta la constancia de baja, aunque en todos los documentos del ISSSTE decía BAJA; ya para ese momento no me aguanté y le dije: “van tres vueltas, ¿no es posible a la primera encontrar todas las fallas y errores?” Ya sabía la respuesta. “Traiga todo y lo gestionamos”.
A la cuarta vuelta finalmente el joven proceso el trámite me dijo mientras escribía en un pedazo de papel: “En una quincena le depositan la primera parte, espérese dos meses y nos trae el estado de cuenta del banco”.
El primer depósito entró a tiempo y un par de meses después llegué con lo requerido, ahora no me atendió el joven pero una mujer que dijo: “Tenía que traer el Estado de cuenta con el primer pago”. Respondí mostrando el papelito: “aquí no lo especifica”. Mandaron a traer al joven que escribió las instrucciones en el papelito y le dije mientras le mostraba el papel: “Usted no especificó que era el estado de cuenta del primer pago”; el joven miro el papel y dijo: “es evidente”.
Pedí hablar con la jefa para mostrarle que lo evidente era la incompetencia y la agresión contra la dignidad del que hacia un trámite.
La respuesta fue esclarecedora. El que conocía el trámite se retiró y el jóven estaba aprendiendo. O sea que además de estar mal capacitado, creo que hay algo peor oculto.
Hacer que la gente de tres o cuatro vueltas demuestra que la oficina trabaja mucho. En la estadística, mis cuatro vueltas mostraron la atención a cuatro personas.
El menosprecio a quién hace trámites demuestra la arrogancia de los mareados al subirse a una hoja de papel.
Bien dice un amigo: esta es la burocracia de la burocracia, y uno no puede más que desearles que cuando tengan que hacer un trámite se topen con uno como ellos.
La representación de la torta bajo el mostrador es totalmente real. En el peregrinar del trámite me equivoqué y llegue a una oficina que no era, justo a las nueve, para ver que el personal llegaba para desayunar en la oficina, cosa que pasaba como si fuera común.
En la época de la automatización, en las oficinas solicitan documentos que están disponibles o que son innecesarios y se escudan en “la ley”, pero la ley muchas veces se afloja con un billete. Ah, no se olvide llevar un acta de nacimiento con 6 meses de antigüedad, se determinó que ese documento pierde vigencia con los años.
Y vea todo optimistamente. Hacerlo dar vueltas es para que encuentre que hacer ahora que se jubiló.