No soy ni pretendo ser crítico de cine, pero hoy voy a hablar de una película que me ha conmovido: Roma. Me siento obligado a agradecerle a Alfonso Cuarón por esta joya cinematográfica.
Comienzo alabando esta película por la excelsa actuación de Yalitza Aparicio en el papel de Cleo. Se trata de su ópera prima, lo cual demuestra que es una actriz con un talento natural. Todo lo hace bien. Todo, en ella, resulta creíble. Su sonrisa transparente, cautiva. Su mirada dolorosa, angustia. En uno de los momentos más dramáticos de la cinta, su sufrimiento lastima.
Leo, en una nota en El Universal, que Yalitza nació en Oaxaca. Acompañó a su hermana al casting y ella se quedó, casi por accidente, con el papel protagónico de Roma.
Qué ojo el de Cuarón para encontrar un talento de ese tamaño. De todo corazón deseo que Aparicio continúe con su carrera actoral y reciba todos los premios que merece por una actuación destacadísima.
Quizá mi gozo por dicha actuación se deba a la identificación de la historia que cuenta Roma. La película versa sobre una familia de clase media que vivía en los años setenta en la colonia que lleva este nombre en la Ciudad de México.
Los mismo viví yo, pero a unas cuantas cuadras de distancia, del otro lado de Insurgentes, en la Condesa, antes de que ambos barrios se convirtieran en colonias de hipsters. Al igual que Cuarón, que le dedica su película a su niñera, Libo, yo mismo tuve a mis Cleos. Mujeres que llegaban a trabajar al hogar, pero que rápidamente se convertían en madres putativas.
Imposible no recordarlas y emocionarse por el cariño que derrochaban con tanta generosidad. Entrañable, en este sentido, el papel de Cleo interpretado por Aparicio.
Siguiente en la lista de atributos de Roma es la recreación del México de los años setenta. Como siempre, Cuarón cuida hasta el último de los detalles. Desde el Choco-Milk hasta los peinados de los niños a la príncipe valiente pasando por la Ensalada de locos en la televisión.
Suspiro tras suspiro, uno recuerda ese país herido y agitado después del movimiento estudiantil de 1968. Ese México del Partido Revolucionario Institucional omnipresente.
Una capital todavía pueblerina donde en sus calles se oyen el silbato del afilador de cuchillos y las marchas marciales de las bandas de colegios militarizados.
¿Cómo olvidar al quiosco fuera del cine Las Américas donde los chavos hojeaban la atrevida revista Caballero?
Súmese a esta recreación de los años setenta una fotografía potente, de trazos elegantes, en blanco y negro. En varios momentos se hace presente el neorrealismo italiano. Si Rosellini hizo Roma, ciudad abierta, Cuarón ha realizadoRoma a secas. ¿Casualidad? No lo creo. Las escenas en ciudad Neza de los setenta o las de un incendio en bosque adjunto a una casa de campo donde, de repente, un güero exóticamente disfrazado canta una balada extrañísima, no dejan dudas.
No puedo soslayar la historia de la familia de clase media y su relación con las empleadas domésticas. La fuerza de las mujeres para sacar adelante a la familia. Si Cleo es uno de los pilares, el otro es la señora Sofía, interpretada, también extraordinariamente, por
Marina de Tavira. “Acuérdate que estamos solas y siempre estaremos solas”. La condena de las mujeres abandonadas por sus hombres. En eso no hay diferencia en las clases sociales.
Intrincada e interesante la interacción de la familia de la casa con las empleadas domésticas. Muchas películas y series lo han explorado en el mundo anglosajón (Remains of the Day y Downton Abbey, por ejemplo). Yo no recuerdo, sin embargo, una producción que haya logrado capturar esta relación en México con el tino y la sofisticación como las de Roma.
Termino este elogio de Roma con mi total aplauso a la aparición del profesor Zovek, interpretado por Víctor
Manuel Reséndez, mejor conocido como Latin Lover en el mundo de la lucha libre. Cómo no evocar a este personaje tan vernáculo en aquellas épocas. Si es inolvidable el baile de Saraghina en 8½ de Fellini, será igualmente inolvidable la lección del profesor Zovek a un grupo de militares en la Roma de Cuarón.
Más allá de todos los premios que pueda ganar, incluyendo el Oscar a la mejor película extranjera, Roma ya es una de las más grandes películas mexicanas de toda la historia.
No se la pierda y haga todo lo posible para verla en uno de los pocos cines que la proyectarán. Gracias, Alfonso Cuarón, por esta joya.
Twitter: @leozuckermann