El fenómeno López Obrador es tan nuevo que cuesta trabajo encontrar una vara con la cual medirlo.

La derecha hizo enormes esfuerzos para equipararlo con Chávez y Maduro, el problema es que la vara era inadecuada. Ni es general golpista (Chávez), ni un presidente reelecto cuyo régimen se sostiene en los militares y programas asistencialistas, además de rozar al populismo (Maduro).

Después se desviaron tratando de compararlo con Fidel Castro, lo que era todavía más erróneo. Ni es dictador, ni el régimen es socialista, ni su poder se originó en una revolución.

Es interesante que no se le comparara con Lula con quién podría haber más afinidades. Su partido acude a los pobres y las clases explotadas y desposeídas (incluídas las golpeadas clases medias), y persevero en el intento por ser electo. En lo económico parecen buscar un capitalismo con inclinación social que reduzca las injusticias.

La medición de AMLO busca más descalificarlo que ubicarlo para poder fijar una postura política.

Así el análisis de sus ideas parece ausente. Ha expresado su ideario en varios libros y a lo largo de sus campañas políticas. En cambio se le trata de encajonar en modelos inadecuados. Se menciona con frecuencia que es populista, aunque a continuación se diga que cualquier líder en el mundo es populista, así que al haber populistas de izquierda y de derecha, costaría trabajo entender en que cajón cabe.

Agotado el argumento de las ideas se aborda su equipo. Todos los miembros del gabinete son inadecuados. Ya sea porque lo que estudiaron no es la materia precisa de la secretaría que encabezarán, o porque simplemente no sirven. Un secretario del gabinete presidencial cumple una función política (en y en cualquier país del mundo), por lo que su habilidad consiste en rodearse de expertos para los aspectos técnicos de la gestión. Una secretaria de economía no requiere ser economista, aunque necesita un buen economista muy cerca, o bien, un acceso fuerte a las fuentes de pensamiento económico con las que se identifica el . Una secretaria de Estado toma decisiones administrativas y políticas, para lo que requiere fuertes capacidades de ese tipo.

Ante el argumento de que todavía no empieza a gobernar, la respuesta es que está anulado, eso no impliuca que AMLO gobierne. Ciertamente que la visibilidad de AMLO lo posiciona muy fuerte, pero también facilita los ataques de aquellos interesados en debilitarlo.

AMLO fue muy audaz al nombrar su gabinete anticipadamente y anunciar algunas de sus decisiones más cruciales (aeropuerto, tren, reforma educativa). Esto ha facilitado que se cometan errores (sus colaboradores hablan de más) y que se disparen las presiones, de tal forma que para la toma de posesión ya se hayan corregido errores y estabilizado las presiones.

No hay duda que el anuncio del perdón a los ex presidentes, que es una sentida demanda social, ha sido provocado por una fuerte presión política de la cleptocracia. Así mismo, el anuncio del papel protagónico de los militares en la construcción de la estrategia de seguridad, seguramente se deriva de la presión de los militares para no ser retirados de la vida pública y enviados a los cuarteles. Desmovilizar a las fuerzas armadas debe acompañarse de una reducción presupuestal, cuestión nada deseable para la que acompaña su impunidad.

Ningún gobierno en el mundo funciona desprovisto de presiones. Ninguno funciona en el vacío. Todos los gobiernos deben maniobrar para evitar inestabilidades y turbulencias.

AMLO cuenta con un enorme bono político, desafortunadamente, el desequilibrio creado por los neoliberales a favor de una oligarquía rapaz y depredadora, pone en condiciones de debilidad a cualquier gobierno. Este elemento debe ser tomado en cuenta al pensar en la vara con la que se mide a López Obrador.

En contra de AMLO juegan las enormes expectativas creadas. El pueblo espera grandes decisiones que traigan algo de justicia a un país que ha resentido décadas de abuso (económico, social, militar). La oligarquía piensa que ha llegado un socialismo trasnochado que les quitará todo de un golpe.

Como me decía un amigo. Nada es blanco y negro. AMLO mismo parece preferir los grises en lugar de inclinarse por los extremismos que causan tensiones innecesarias.

En éstas alturas de tiempo es inútil hacer llamados a la cordura y la tolerancia. Los privilegiados se niegan a ceder un ápice. Fugan su dinero, financian campañas sucias, manipulan los mercados e insisten en propiciar miedos para atemorizar a la sociedad y el gobierno creando una parálisis, por medio de la cual continuar imponiendo sus condiciones.

Falta poco para que las cartas se acomoden. Habrá turbulencia y mucho ruido. Al final el sistema se estabilizará, ya veremos a quién se beneficia.

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