Una cosa es lo que prometen los políticos en la plaza pública y otra diferente es lo que cumplen. Una cosa es el discurso bonito donde no hay restricciones económicas y otra son las tristes partidas presupuestales. Palabra que no se refleja en dinero contante y sonante, palabra que acaba siendo demagogia. Los presupuestos son la pieza legislativa más importante de un porque ahí se reflejan los compromisos reales de los políticos que nos gobiernan.

En este caso, celebro que López Obrador haya cumplido su ofrecimiento de mantener la disciplina fiscal. Ni habrá nuevos ni se elevará la deuda pública. No es poca cosa tomando en cuenta que el horno no está para bollos. El contexto internacional es adverso para las economías emergentes como por el incremento de las tasas de interés en y el aumento en las probabilidades de una posible recesión en ese país a finales del año que viene. Al parecer, con la terrible decisión de cancelar el aeropuerto en Texcoco,  ya se dio cuenta de que los errores pueden generar consecuencias muy negativas para la economía nacional. En este sentido, bienvenido un en el que el mensaje principal sea que el gobierno no come lumbre, que entiende el momento y las restricciones económicas. Puede ser que el discurso lopezobradorista sea populista, pero no su primer presupuesto.

Buen mensaje, sin duda. Pero conlleva otro incómodo para el gobierno actual. Resulta que su primer año será igual de mediocre en términos de crecimiento económico que el último de Peña o, para ser más precisos, que todo el periodo de su bestia negra: el neoliberal. De acuerdo con las previsiones de la secretaría de Hacienda, el Producto Interno Bruto crecerá por ahí de un 2%. El mismo maldito y mediocre número de siempre. O, para ser más precisos, la mitad de lo que prometió AMLO durante su campaña: 4%. No sé si hacia delante se cumplirá esta meta. Ojalá. Pero, mientras tanto, el primer año del lopezobradorismo será igual de bueno, malo o mediocre que el de sus odiados neoliberales.

Si bien no existe una cirugía mayor en los números macro del presupuesto (supuestos, ingresos, gastos y deuda), sí hay una fuerte reasignación del gasto público. Tuvieron que cancelar varias partidas para darles entrada a las prioridades del nuevo gobierno. Otro buen mensaje, en este sentido, es el de la austeridad. Dependencias y entidades de la administración pública federal deberán ponerse severamente a dieta porque tendrán menos dinero que gastar. La duda que queda es si este recorte con machete no acabará afectando la operación cotidiana en áreas clave. Ya veremos. Por lo pronto, bienvenido el mensaje de hacer más con menos.

Los ahorros y reasignaciones se usarán para los programas prioritarios de AMLO. Los primeros ganadores serán los adultos mayores. Se generalizarán y duplicarán sus pensiones con una partida extra de cien mil millones de pesos. Otros ganadores serán los . Se erogarán hasta 44 mil millones para becas a los llamados ninis, quienes entrarán a trabajar a una empresa a aprender un oficio. También recibirán apoyos los estudiantes de media con una partida de 17 mil millones de pesos. A lo mejor el país no va a crecer más de 2% durante el sexenio de AMLO, pero el Presidente está desde ahora construyendo una base de apoyo social con programas que previsiblemente serán muy populares. En este sentido, la cimentación de las clientelas políticas de Morena está reflejada en el Presupuesto.

Otro mensaje es la convicción del nuevo gobierno en las empresas energéticas del Estado. CFE y Pemex se visualizan como palancas de desarrollo. El contempla un incremento de 7% en términos reales para la compañía eléctrica con un presupuesto de inversión de 61 mil millones de pesos. La petrolera, por su parte, recibirá 62 mil millones de pesos más que en 2018, un aumento de 12%. Habrá partidas importantes para la construcción de la nueva refinería en Tabasco, el mantenimiento de las otras seis existentes y un incremento de 19% en términos reales para la exploración y explotación de crudo. CFE y Pemex son de las grandes ganadoras del Presupuesto.

En contraposición, habrá varios perdedores. Los más conspicuos: los gobiernos locales y los organismos autónomos del Estado. El mensaje es muy claro: AMLOpretende centralizar el poder y deshacerse de contrapesos incómodos. Otros perdedores son las universidades públicas y las comunidades científica y cultural. Al parecer, las menosprecia porque está en el proceso de crear nuevas clientelas políticas más rentables en lo electoral.

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