En 2014 cuestioné la conveniencia de que el Estado siguiera subsidiando al . En la Encuesta Nacional de Lectura de 2006 realizada por CONACULTA se había encontrado que “los niveles de lectura de libros son menores entre la población de estratos socioeconómicos bajo (48.9%) y medio bajo (57.1%), en tanto que el nivel más alto de lectura se da entre la población de nivel socioeconómico medio (79.2%) y desciende ligeramente para la población de niveles socioeconómicos medio alto y alto (75.9%)”. La del 2012 halló lo mismo. La triste realidad era –y sigue siendo– que los que más leían en eran las clases medias y altas. Por tanto, el subsidio les beneficiaba más a ellos que bien podían pagar sus libros. Yo, en este sentido, no tenía problema en que el FCE siguiera existiendo, pero sin recibir dinero de los contribuyentes. En un país con los niveles de pobreza de México, dije –y sigo sosteniendo– había que privilegiar que los subsidios llegaran a quien más los necesitaban: los más pobres.

Bueno, pues que llega López Obrador a la presidencia y nombra a  al frente del FCE. El fin de semana, el nuevo director del Fondo anunció un proyecto para fomentar la lectura en México. “No leemos porque el precio de los libros es muy caro, pues vamos a desbaratarlo, vamos a hacer libros baratísimos, vamos a regalar libros. Y no sólo eso. Vamos a forzar a que el conjunto de la industria editorial baje sus precios, coeditando con ellos, sustituyendo importaciones”, afirmó Taibo II. Anunció, también, la creación de 130 librerías durante el sexenio.

Me parece muy loable el objetivo de promover la lectura en México, sobre todo entre los que menos leen, que son las clases sociales más bajas. Tengo dudas, sin embargo, de la estrategia anunciada por Taibo II. Veo cuatro riesgos.

Primero, un riesgo ideológico. El FCE ya informó los primeros títulos que se regalarán: Rafael Buelna. Las caballerías de la Revolución de José C. ValadésVicente Guerrero, el carácter de José Mancisidor Combatimos la Tiranía. Conversaciones con Enrique Flores Magón de Samuel Kaplan. El FCE tendría que explicar por qué escogió estos volúmenes. Aquí el problema es que Taibo II, quien nunca ha escondido su afinidad ideológica de izquierda, sólo regale libros con un claro sesgo hacia las causas e ideas que a él le gustan. Siendo el FCE una institución del Estado, debería promover un catálogo plural. De lo contrario, estaríamos frente a una editorial propagandística como las que tenían los países comunistas que regalaban los libros de MarxEngelsLenin y Mao. ¿Aceptaría Taibo II, por ejemplo, regalar las novelas de Ayn Rand, que defienden el egoísmo racional, el individualismo y el capitalismo a ultranza?

El segundo riesgo tiene que ver con el esnobismo: que regalen libros sofisticados que los editores del FCE consideran exquisitos. Entre 1921 y 1924, el entonces secretario de José Vasconcelos, produjo unos preciosos textos que se vendieron subsidiados para también fomentar la lectura en México. Impecable selección de clásicos de PlatónPlutarcoDante AlighieriTagoreHomero y Tolstoi, entre otros, que sólo un puñado de mexicanos leyó. Como se ha demostrado empíricamente, en los últimos años nadie ha hecho más por fomentar la lectura en el mundo que J.K. Rowling con sus siete volúmenes de la saga de Harry Potter. No es alta literatura, pero la realidad es que la gente lee más cuando encuentra algo que los engancha. ¿Regalará el FCE best sellers atractivos para los lectores, clásicos que sólo interesan a un público reducido o, peor aún, libros ni exquisitos ni entretenidos?

Tercer riesgo: el rentismo. Cuando el Estado subsidia algo, alguien se beneficia. Uno podría argumentar que los lectores, pero también, si el FCE regala libros por los que hay que pagar derechos de autor, pues estos se beneficiarán. Desgraciadamente, aquí entra el factor humano: los que subsidian suelen favorecer a sus amigos. Para evitarlo, el proceso de selección de títulos debe ser transparente para los contribuyentes que finalmente vamos a pagar los textos.

El último riesgo es que la empresa del Estado se convierta en una competencia desleal para las editoriales y librerías privadas. Hoy, el FCE ya lo es de alguna manera con sus ediciones y tiendas subsidiadas. Ahora, con un programa más agresivo como pretende Taibo II, pequeñas compañías podrían desaparecer y las grandes, en el mejor de los casos, restringir sus operaciones en México y, en el peor, retirarse dejando al mercado editorial mexicano a merced de un monopolio público con todo lo que eso implica.

Twitter: @leozuckermann

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