Una vez más, ha regresado el debate acerca de la legalización del aborto en México. En realidad, debemos decir que se trata del derecho de las mujeres a interrumpir un embarazo y no a abortar, palabra que, de tanto manoseo, ya se convirtió en un verbo con connotaciones negativas. El tema ha vuelto a la palestra por varias noticias. Primero, la aprobación del Congreso de Nuevo León de incluir en la Constitución de ese estado “el derecho a la vida desde la concepción”. Segundo, la intención de ciertos funcionarios federales de legislar un Código Penal Único en el país que pudiera eliminar o acotar el delito de aborto. Tercero, la información de que entre 2015 y 2018 se iniciaron dos mil 135 carpetas de investigación en contra de mujeres que interrumpieron un embarazo en los estados donde continúa siendo un delito. Cuarto, cómo se zafó el presidenteLópez Obrador de tomar una postura al respecto diciendo que la despenalización del aborto “es un debate que no debemos abrir” y proponiendo una consulta ciudadana “para no imponer nada”.
Que el tema esté de regreso me permite reiterar mi muy personal postura desde un punto de vista liberal. Por supuesto que respeto la posición conservadora, pero yo estoy a favor de la legalización y explico por qué.
Científicamente es imposible saber cuándo empieza la vida humana. Esto es indiscutible. Y como no sabemos, el asunto de la interrupción del embarazo se torna complicado y debatible. Hay quienes piensan que la vida comienza al momento de la concepción, una postura respetable. Tan respetable como la de los que creen que es cuando el cerebro del feto funciona o la de los que consideran que es hasta el momento en que la criatura puede sobrevivir fuera del vientre materno. ¿Quién tiene la razón? ¿Cómo resolver el misterio de cuándo empieza la vida? ¿Debe ser el Estado el que lo defina?
Partamos de la premisa de que en este tema del aborto se contraponen dos derechos. Por un lado, el del feto a vivir y, por el otro, el de la madre a hacer lo que más le convenga con su cuerpo. No está fácil equilibrarlos. Por eso resulta fundamental definir un criterio que trate de respetar tanto los derechos del feto como los de la madre.
Recurro, entonces, a la “solución de los plazos” de la Suprema Corte de Justicia de Estados Unidos. Me parece que es la “solución” menos mala para equilibrar los derechos del feto y la madre. La mayoría de los ministros de ese país ha determinado definir tres periodos del desarrollo del embarazo. Durante el primer trimestre, la intimidad de la madre prevalece sobre la vida potencial del feto. Por eso, declararon legal el aborto durante los primeros noventa días de embarazo sin que el gobierno pueda inmiscuirse en la decisión maternal. Durante el segundo trimestre, el aborto es aceptable, siempre y cuando la vida de la progenitora no corra peligro. Ya en el tercero, únicamente se permite para preservar la vida o la salud de la madre. De esta forma, un aborto es legal durante el último semestre del embarazo si un médico lo valida.
A muchos no les convencerá esta “solución”. Sobre todo a aquellos que piensan que la vida comienza desde la concepción. Pero insisto: ésa es una creencia personal. ¿Por qué tienen el derecho de imponérsela a los demás? ¿Por qué su moral es superior?
Yo creo que cada uno, de acuerdo con sus creencias morales y/o religiosas, tome la siempre terrible decisión de abortar o no. Si yo fuera mujer y estuviera embarazada, francamente no sé qué haría. Me costaría un trabajo endemoniado decidirlo. Quizá no lo interrumpiría. No sé. Lo que sé es que el Estado debería respetar mi derecho a determinarlo porque, por lo menos durante el primer trimestre de embarazo, en este tema, ni yo ni nadie tiene argumentos científicos para imponerle a toda la sociedad una definición de cuándo comienza la vida.
El hecho de que el aborto sea legal durante el primer trimestre no implica que una mujer tomará esa ruta. Fumar es legal, pero cada vez hay menos gente que lo hace. El divorcio es legal y no todos los matrimonios recurren a esta vía. En este sentido, una cosa es el aborto y otra muy diferente es quién tiene el derecho de decidir si lo hace o no: el Estado o el individuo. Yo creo que, mientras no haya un consenso científico de cuándo comienza la vida, deben ser los individuos durante el primer trimestre del embarazo, en particular las mujeres, idealmente en conjunto con su pareja, de acuerdo con sus creencias.