El episodio del intercambio mañanero de López Obrador con Jorge Ramos reviste múltiples facetas, no todas ellas susceptibles de ser comentadas en una sola columna. Prefiero dejar a un lado la sustancia per se del diálogo, debate, o sesión de preguntas y respuestas, para centrarme en el efecto del mismo sobre la realidad de los medios en .

Antes de ello, sin embargo, debo decir que ambos salieron bien parados. Ramos, porque en materia de fondo, le ganó a . Pero este último, aunque no acepte yo las tonterías de sus seguidores a propósito de su buena disposición de permitirle la entrada a Palacio o de darle la palabra –no le quedaba de otra–, es un hecho que llegó preparado, respondió y aguantó vara. Y Ramos hizo lo propio, en su estilo, que a algunos les complace –a mí, por ejemplo– y a otros no.

No obstante, lo más interesante me pareció el contraste entre el comportamiento de Ramos y el de los demás participantes –no quiero decirles colegas– en las dizque conferencias de prensa de AMLO desde el 2 de diciembre. Ramos es un periodista extraño: un garbanzo de a libra. Salió de México a mediados de los años ochenta, teniendo la fortuna de no haberse viciado por la porquería que eran los medios en México en esa época. Vi a un pobre diablo en Twitter preguntarle dónde estaba en 1982, cuando la nacionalización de la banca: en la universidad, a los 22 años. Es más mexicano que el chile, pero formado como periodista en Estados Unidos. Es decir, es, a la vez, legítimo tenerlo como rasero para los medios mexicanos, y no lo es del todo. Es un mexicano, norteamericano.

Por una sencilla razón. Ramos gana mucho dinero como conductor de Univisión, con toda la razón del mundo; Univisión le paga bien, con toda la razón del mundo; los anunciantes de Univisión, a su vez, invierten en Univisión y en el noticiero de Ramos porque les conviene, y no tienen miedo.

Nada de eso es cierto en México. Desde hace meses, varios comentócratas –los menos– hemos señalado el carácter patito de las mañaneras de AMLO. Medios patito, integrantes patito de la fuente de Presidencia, preguntas patito de los participantes, respuestas patito de AMLO, reacciones patito (sin seguimiento) de la fuente. Sin novedad, de un lado de la ecuación: cuando mi querido amigo Rubén Aguilar hacía lo mismo que AMLO como vocero de Fox, las preguntas de la fuente eran igual de aberrantes que ahora.

Pero Ramos los puso en evidencia. Llegó preparado: con sus datos en mano. Fue conciso: sin idioteces de contexto, antecedentes o calentamiento por nervios. Hizo el seguimiento –respetuoso– de su pregunta cuando AMLO no contestó. Y después relató con claridad su versión del contenido del intercambio. Esto sencillamente es imposible que suceda con la enorme mayoría de los reporteros de la fuente presidencial que asisten a las mañaneras (las de ahora, las de AMLO hace quince años, y las de Fox y Calderón; con Peña no existían).

Por tres razones. La primera, la menos culposa, la de los reporteros. No pueden. No tienen el tiempo, la paz mental, la formación, la valentía o la capacidad de comportarse como Ramos. Y obvio, no ganan como él ni cuentan con la seguridad de de Ramos, enfrentándose a Trump, a Maduro o a López Obrador. No se le puede pedir peras al…

Segundo: los dueños de los medios en México no pueden tampoco mandar a sus periodistas más destacados, mejor formados, más valientes –hay muchos– y mejor pagados a las mañaneras. Primero, porque es muy temprano y los años pasan. Luego, porque el enfrentamiento es inevitable, y no lo desean. Tercero, porque el protagonismo del conductor de un gran noticiero de televisión o radio es algo que prefieren evitar. Conviene recordarlo: Ramos tiene más audiencia mexicana que el noticiero de la noche de las grandes televisoras en México.

Por último, los anunciantes. Al final, los medios viven de la publicidad, privada u oficial. La última ha desaparecido hasta ahora; la privada se encuentra en picada. Lo último que desean es patrocinar a comentócratas, conductores o incluso reporteros de la fuente que pongan en dificultades al “Señor Presidente”, con o sin razón. Después del linchamiento de Ramos en las redes, supongo que entiendo su reticencia.

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