Hace muy bien el presidente Andrés Manuel López Obrador en no engancharse públicamente con el presidente . No hay nada que ganar en ese terreno, y sí mucho que perder. Me imagino que no ha de ser fácil para el tabasqueño, que le encantan los pleitos, aguantarse y asumir una postura de peace and love, nada menos que con uno de los personajes más odiados por la opinión pública mexicana. Así lo ha hecho, disciplinadamente, demostrando que tiene muy claro con quién se está enfrentando: con el presidente de una súper potencia, nuestro poderoso vecino del norte, del que tanto dependemos económicamente.

Si algo ha entendido Trump desde su campaña en 2016 es la eficacia de utilizar una ficha muy valiosa para todos los países que comercian con : precisamente el acceso a ese mercado que, hoy por hoy, sigue siendo el más apetitoso del mundo.

Cuando quiere sacarles algo a los mexicanos, chinos, europeos o japoneses, los amenaza con restringirles el libre comercio al mercado estadunidense. Ahora nos está presionando a nosotros: si no paramos a los centroamericanos y las drogas que van hacia Estados Unidos, nos va a imponer generalizados a nuestras exportaciones a ese país.

López Obrador es un político hábil e inteligente que sabe con quién meterse. También lo es Trump, pero con más poder. Cualquier error que cometa puede significar la pérdida de su sexenio completo.

Una cosa es no engancharse con Trump y jurarle paz y amor  y otra es quedarse pasmado, sin jugar a nada, o improvisando.

No. Para empezar, el Presidente de también tiene fichas que jugar. Son menos valiosas que las de Trump, pero, bien jugadas, pueden ir creciendo y redituando en el tiempo.

No somos una súper potencia, pero sí una economía con la capacidad de afectar intereses importantes en Estados Unidos. Al fin y al cabo, somos el país que más comercia con ellos. Muchos productores y comercializadores estadunidenses dependen de nosotros. Hay que movilizarlos a nuestro favor a fin de elevarle los costos a Trump de utilizarnos como piñata electoral.

No sólo hay que usar las fichas que tenemos sino hacerlo bien. En el póquer, he visto cómo un jugador, con inteligencia y disciplina, le acaba ganando al bully que tiene diez veces más fichas y que juega bien. El chiste es no amedrentarse con faroleos, encontrar las debilidades del oponente y utilizarlas cuando se tienen buenas barajas en la mano.

No es fácil. Se requiere de una estrategia. Dice AMLO que la tiene. Hasta ahora, no se ha visto. Más bien hemos observado acciones reactivas, como mandar a Ebrardde inmediato a Washington sin una agenda concertada de citas. Penoso ver que, en los medios estadunidenses, no existe la voz del mexicano. Al quite ha tenido que entrar el exembajador Arturo Sarukhan.

No exagero cuando digo que López Obrador se está jugando buena parte de su sexenio en la resolución del conflicto con Trump. A éste, ya sabemos, lo único que le interesa es reelegirse el año que entra. Si para eso requiere hacer cosas irracionalmente económicas –como imponer aranceles a México–, lo hará.

Algo sabe AMLO en eso de tomar decisiones económicas absurdas con fines políticos (ahí está, por ejemplo, la cancelación del nuevo aeropuerto en Texcoco).

El hecho es que AMLO necesita de una estrategia muy bien planeada para lidiar con Trump de aquí a noviembre del año que viene. La buena noticia es que México tiene muchos expertos en la relación bilateral con Estados Unidos y en estadunidense. Funcionarios de la cancillería, exfuncionarios gubernamentales y académicos. El Presidente debería formar un comité ad-hoc de cinco-diez de estos expertos para que lo ayuden a diseñar la estrategia de qué hacer con Trump.

El problema es que este gobierno está muy personalizado en la figura del Presidente, quien no cree en los expertos. Eso le puede funcionar en otros ámbitos, pero no en una relación tan compleja y delicada como la que tiene México con Estados Unidos en este momento crítico. Con humildad y pragmatismo, AMLO debería reclutar a un grupo de expertos dedicados a diseñar, evaluar y calibrar la estrategia para lidiar con Trump. Aquí no puede haber espacio para improvisaciones, caprichos y ocurrencias. Lo que está en juego es mucho. Un error y la economía mexicana se va al caño y, con ella, el sexenio de AMLO. Está bien el peace and love, no engancharse con Trump en peleas estériles en las , pero no es suficiente para resolver este problema.

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