Hay dos grandes casos relacionados con la durante el sexenio pasado: el de  por Odebrecht y el de  por la Estafa Maestra. En ambos hay elementos para investigar judicialmente al exdirector de Petróleos Mexicanos () y la extitular de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol).
Es necesario deslindar las responsabilidades de millones de pesos en presuntos sobornos y desvíos. En este espacio he sostenido que, para combatir a la corrupción, se requiere terminar con la impunidad. Por eso, tanto Lozoya como Robles deben ser procesados judicialmente y, respetando sus derechos, que los jueces decidan si son o no culpables de los distintos delitos imputados.

La buena noticia es que la Fiscalía General de la República (FGR) ya está en ese proceso. Proceso que debe comenzar por imputarles los delitos por los que serán juzgados. Para ello, Lozoya y Robles tenían que presentarse ante un juez de control que revisaría las pruebas de la fiscalía acusadora y los abogados defensores y, a partir de ellas, determinar si hay elementos o no para un juicio.

Aquí hay una gran diferencia entre Lozoya y Robles. El exdirector de Pemex decidió no acudir a las audiencias con el juez de control. Se fugó. Su abogado, Javier Coello, ha dicho que su defendido consideraba que no existían garantías para un juicio justo porque igual lo encarcelarían sin importar sus pruebas. En otras palabras, que los dados estaban cargados a favor de la parte acusadora.

La exsecretaria de Desarrollo Social, en cambio, decidió dar la cara. Una y otra vez así lo presumió argumentando su inocencia. Se presentó a todas las audiencias acompañada de sus abogados Julio Hernández y Xavier Olea. Se enteró de que la FGR la está acusando de ejercicio indebido de servicio público. El juez de control, Felipe de Jesús Delgadillo, escuchó las pruebas de fiscales y defensores, las sopesó y decidió que sí había elementos para enjuiciar a Robles. Acto seguido, ordenó retenerle su pasaporte y encarcelarla por dos meses mientras se prepara el juicio. Hoy, Robles duerme en la prisión.

Creo que el juez se extralimitó. Para empezar, el delito de ejercicio indebido de servicio público, de acuerdo a la ley, no merece prisión preventiva. Entonces, ¿por qué encarcelarla? Delgadillo consideró que existe un riesgo de que Robles se fugue. Absurdo pensar esto cuando la exsecretaria ha hecho exactamente lo contrario, es decir, dado la cara. Si el juez estaba preocupado por una posible evasión, pues había otros métodos menos coercitivos que la cárcel: imponer una cuantiosa fianza, ordenar la utilización de un brazalete electrónico o requerir la detención en el domicilio de la inculpada. El juez, sin embargo, se fue por la medida más punitiva: la cárcel preventiva.

Conclusión: en es mejor fugarse que presentarse a la justicia. Mejor la estrategia de Coello que la de Hernández y Olea. El propio Hernández así lo confesó ayer en entrevista con Pepe Cárdenas: de haber sabido, le hubiera recomendado a Robles fugarse. El hecho es que, hoy, ella está encarcelada mientras que Lozoya anda escondido con la certeza de no haberse equivocado al decidir evadir a la justicia.

En el otro tribunal, el de la opinión pública, tanto Robles como Lozoya ya han sido declarados culpables.

Es tal la cantidad de investigaciones mediáticas contundentes, que la gran mayoría de los mexicanos piensa que ambos son unos corruptos de la peor calaña. Difícil defenderse en los otros tribunales, los de verdad, cuando existe una percepción pública tan poderosa.

Pero, quiérase o no, tanto Lozoya como Robles son inocentes hasta que no se les compruebe lo contrario.

Ojalá la FGR haga bien su trabajo y efectivamente compruebe su culpabilidad. Porque, de lo contrario, si resulta que uno o ambos son inocentes, pues la gente pensará que en México las cosas no cambian: se hacen grandes shows mediáticos con políticos detestados (La QuinaRaúl SalinasElba Esther Gordillo) que luego salen libres por falta de pruebas.

El país necesita algo nuevo: ver a los corruptos tras las rejas luego de ser condenados en juicios donde se respeten los derechos de los inculpados.

No sé si ése vaya ser el desenlace final de Lozoya y Robles. Lo que sé es que hoy Rosario está encarcelada gracias a un juez que abusó de su poder. Y, que yo recuerde, nunca habíamos visto a un exsecretario de Estado recluido en una cárcel. Es una imagen muy poderosa. Una imagen que tiene un gran beneficiario: Andrés Manuel López Obrador, quien puede presumir que las cosas en el país sí están cambiando como él lo prometió.

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