La economía global está cada vez bajo más presiones conforme se desacelera el crecimiento y las tensiones comerciales cobran factura. El estrés se hizo evidente a nivel mundial el miércoles pasado.
Los bonos en Wall Street cayeron precipitosamente, apenas un día después de que habían subido, en cierta medida, cuando el presidente Donald Trump aplazó una nueva ronda de aranceles contra China. El indicador de Standard and Poor’s S&P 500 cayó 2,9 por ciento y los mercados de valores lanzaron una advertencia preocupante respecto a las posibilidades del crecimiento estadounidense, pues el rendimiento de los bonos bajó a niveles que no se habían visto en años.
Los temores financieros, que continuaron el jueves con los primeros indicadores de los mercados en Asia, se dispararon ante datos que muestran que la economía alemana se aproxima a una posible recesión y que la producción de las fábricas en China ha sido la más lenta en diecisiete años.
Esos problemas en dos de las mayores potencias de manufactura global indicaron cómo ambas han sido golpeadas por los aranceles de Trump, en parte. Además, agravaron las preocupaciones de que Estados Unidos también se dirija hacia un reajuste económico.
“El trasfondo global se ha desacelerado más de lo que se preveía”, dijo Kathy Bostjancic, la principal economista financiera de temas estadounidenses en Oxford Economics. Estados Unidos “no será inmune a la desaceleración”.
La probabilidad de que haya una recesión en Estados Unidos en el próximo año es de un tercio, según un análisis de Bank of America Merrill Lynch hecho a partir de factores como la baja en producción industrial y en las ventas de automóviles.
“Los datos económicos se han ablandado y cada vez hay más señales de una posible recesión, sobre todo en el sector industrial”, dijo Michelle Mayer, economista jefa para Estados Unidos de Bank of America Merrill Lynch. “El comercio es gran parte de eso”.
La sacudida reciente no solo es un indicador del impacto de la guerra comercial: también podría complicar la capacidad de Trump para continuar con ella.
Desde que entabló su pelea comercial con Pekín, Trump tuvo a la economía estadounidense de aliada. Los primeros aranceles de principios de 2018 iban solo contra China y coincidieron con el mejor desempeño económico del gobierno del mandatario estadounidense; el crecimiento de ese cuarto fue de 3,5 por ciento.
Caída
Sin embargo, ahora el crecimiento ha caído; en el último cuarto fue de 2,1 por ciento y la previsión es que este periodo sea todavía menor. La decisión de Trump de aplazar los nuevos aranceles contra China pretendía reducir el efecto de estos en los consumidores estadounidenses.
La Reserva Federal, el banco central estadounidense, también redujo las tasas de interés en julio, por primera vez en más de una década. El director de la reserva, Jerome H. Powell, dijo que con eso la intención era “afianzarse en contra de riesgos a la baja de un bajo crecimiento global y de tensiones comerciales”. Es probable que el próximo mes haya otro recorte de las tasas.
Trump ha señalado el desempeño económico como evidencia de una gestión exitosa para argumentar a favor de su reelección en 2020. Y sí hay varios indicadores que se mantienen positivos. La tasa de desocupación, de 3,7 por ciento, es históricamente baja, mientras que la confianza de los consumidores es alta. Incluso con la volatilidad en Wall Street hubo varios índices de bolsa importantes que cerraron el miércoles con niveles récord.
Estados Unidos también está más protegido contra las sacudidas económicas que otros países grandes porque las exportaciones representan solo el 12 por ciento de su producto interno bruto. Alemania, dada su proeza automovilista, y China, con sus enormes fábricas de bienes del consumidor, dependen más directamente del comercio global.
Las exportaciones suman casi la mitad del PIB alemán y alrededor de una quinta parte de la economía nacional china.
Señales
Sin embargo, hay varias señales de advertencia persistentes respecto a que la expansión económica estadounidense que empezó hace una década está perdiendo fuerza.
Cuando los inversionistas confían en una economía, demandan que las tasas de rendimiento por los bonos sean mayores, en parte para compensar el riesgo de que el crecimiento signifique un aumento de precios (o inflación) y se reduzcan las ganancias de tener ese bono. Por esa razón, las tasas de los bonos a largo plazo suelen ser más altas.
Sin embargo, el miércoles -por primera vez desde 2007- los rendimientos en los bonos del Tesoro a dos años por un momento superaron la tasa de interés del bono base, a diez años. Este patrón, una curva de rendimiento invertida, normalmente es señal de una recesión venidera, aunque a veces transcurren años antes de que se compruebe el patrón.
Aunque la economía china ha estado creciendo con mayor rapidez que muchos de sus competidores en Occidente, se ha lentificado significativamente ese crecimiento desde que empezó el conflicto comercial de Trump. Los resultados de producción industrial de China el miércoles fueron más bajos de lo esperado, y en todo julio ese rendimiento fue de 4,8 por ciento, el nivel más bajo desde 2002.
Los aranceles estadounidenses han sido dirigidos mayoritariamente contra China, pero el gobierno de Trump también ha impuesto aranceles contra el acero y aluminio de Europa; además, ha amenazado con establecer impuestos a los autos alemanes.
Hay indicadores de que la industria automovilística alemana de por sí está languideciendo. Volkswagen, Daimler y BMW obtienen al menos un tercio de sus ganancias de las ventas en China, donde ha caído la demanda después de varios años de altas ventas. Un factor en esa baja es la cantidad de amenazas comerciales lanzadas contra China, que han dejado recelosos a los consumidores de la nación asiática de hacer compras grandes.
Los resultados económicos alemanes fueron los más bajos de todos los países de la eurozona en el segundo trimestre del año, de acuerdo con datos de la agencia estadística de la Unión Europea. Hasta Italia tuvo mejores resultados: su crecimiento fue de cero por ciento.
Ha sido una lección de humildad para Alemania, que por mucho tiempo ha sermoneado a los demás países sobre cómo administrar su economía, con críticas si acumulaban demasiada deuda.
Alemania fue de los primeros países europeos en recuperarse de la crisis de la deuda que afectó a la región en 2010 y su tasa de desempleo, de 3,1 por ciento, sigue siendo de las más bajas de toda la eurozona.
En agosto, conglomerado industrial Siemens no cumplió con las expectativas de analistas respecto a las ganancias del cuarto. Sus ejecutivos notificaron que hay “riesgos geopolíticos y macroeconómicos”, entre ellos la guerra comercial, que “han llevado a una desaceleración de la actividad económica global y a un posible deterioro industrial”.
Las revisiones de actividad económica hechas por gestores para analizar posibles compras industriales también sugieren que la manufactura ha caído en China, Japón, Alemania y el Reino Unido: las cuatro mayores economías mundiales después de EE.UU.
Y los precios para bienes importantes como el aluminio, el cobre y el acero han caído, lo que confirma debilidades en el sector industrial y complica las ganancias para las empresas que trabajan con esos productos de base. ThyssenKrupp, Nippon Steel y ArcelorMittal la mayor acerera del mundo- han reportado pérdidas o ingresos reducidos en las últimas semanas.
Una baja en la manufactura global no significa necesariamente que toda la economía en general tendrá caídas. En 2016, hubo bajas similares en la manufactura vinculadas parcialmente a la caída de precios petroleros y una menor inversión en China por cambios a la valuación de su moneda en 2015.
Eso afectó el crecimiento de varios países, incluyendo Estados Unidos. Sin embargo, nunca se llegó al nivel de recesión, en cierta medida porque se recuperaron los precios del petróleo y los bancos centrales trabajaron para recuperar el crecimiento.