l barquero nos mostraba las paradisíacas islas de Paraty, ciudad colonial patrimonio cultural y natural de la Humanidad, emplazada entre Sao Paulo y Río de Janeiro. Entonces, señaló la costa, a lo lejos: «Y allí, en Angra dos Reis, está la central nuclear». ¿La central nuclear?, preguntamos extrañados. «Sí, no sé por qué la plantaron ahí. Ya podían haberla puesto en el Amazonas».
Que la Amazonía, la selva tropical más grande del mundo, sea una reserva vital de carbono que ralentiza el calentamiento global no importa demasiado a algunos en Brasil, el país que acoge el 65% de su totalidad. Puede ser ignorancia, pero no puede negarse que se sabía que el presidente Jair Bolsonaro tomó posesión en enero prometiendo abrir la selva amazónica a la industria agroganadera y minera, desregulando leyes medioambientales y de protección de las comunidades indígenas, y rodeado de negacionistas que, como el ministro de Asuntos Exteriores, Ernesto Araújo, consideran que el cambio climático es un engaño marxista.
Estos días la selva amazónica, hogar de tres millones de especies naturales y animales que proporciona el 20% del oxígeno del planeta, está ardiendo en tiempo récord. Desde el jueves de la semana pasada se han detectado 9.500 incendios forestales, según informó el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales brasileño (INPE). Este organismo ha registrado en 2019 un aumento de los fuegos del 85% con respecto al año pasado.
Para el ministro brasileño de Medio Ambiente, Ricardo Salles-quien considera el calentamiento global como algo «secundario»-, «el tiempo seco, el viento y el calor hicieron que los incendios aumentasen mucho en el país». Así lo dijo en Twitter. Sin embargo, tanto las ONG como académicos y científicos coinciden en que, dadas las dimensiones del fuego, la mano del hombre está detrás.
Porque aunque los incendios son frecuentes en Brasil durante la estación seca, también se inician deliberadamente con el fin de deforestar ilegalmente las tierras para la cría de ganado. Así ha ocurrido recientemente, cuando el diario local de Novo Progreso (estado de Pará) convocó la semana pasada un Dia do Fogo (día de fuego), en el que decenas de agricultores incendiaron sus propiedades para mostrar su apoyo al presidente Bolsonaro, según las investigaciones que se están llevando a cabo. «La acción coordinada hizo que el número de puntos calientes aumentara en un 300%», explica Rômulo Batista, de la campaña Amazônia de Greenpeace.
De acuerdo con el INPE, los datos sobre incendios en todo Brasil hasta este mes son los más altos en siete años. «La controversia actual se debe al extraordinario crecimiento de la deforestación en julio de 2019. Aunque es demasiado pronto para saber si se trata de una tendencia, la variación es tan grande que explica la consternación», en palabras de Carlos Góes, investigador jefe del think tank paulista Instituto Mercado Popular.
«Esto no es una venganza de la naturaleza, es algo muy muy humano», sostiene Nurit Bensusan, del Instituto Medioambiental, una organización sin ánimo de lucro que promueve la conservación y los derechos indígenas, cuyas poblaciones alcanzan aquí el millón de personas.
Según Greenpeace Brasil, en la Amazonía los incendios son una de las herramientas para el desmatamiento. De 2000 a 2017, se perdió un área similar a la de Alemania, es decir cerca de 400.000 kilómetros cuadrados, según la Universidad de Oklahoma.
Desde que Bolsonaro llegó al poder -alerta The Economist– los árboles han desaparecido a un ratio de dos Manhattans por semana. «Desde que asumió el cargo, ha practicado un verdadero desmantelamiento de la política ambiental del país y sus declaraciones, además de mucha vergüenza internacional, sólo fomentan prácticas criminales contra el medio ambiente y causan daños al país», explica Batista.
El presidente brasileño, sin embargo, responsabiliza a las ONG. No es la primera vez. Antes de destituir a comienzos de mes al director del INPE, el ingeniero Ricardo Magnus Osorio Galvao, después de que el organismo encargado de supervisar la deforestación de Brasil divulgara datos «que no coinciden con la verdad» -en palabras de Bolsonaro-, lo acusó de «estar al servicio de alguna ONG».
Esta semana el presidente brasileño sugirió que los «oenegeros» eran los principales sospechosos de desatar los fuegos. El jueves, al ser preguntado de nuevo, dijo que «cualquiera puede ser sospecho», incluso los granjeros, y, aunque reconoció no tener pruebas, añadió: «Las ONG perdieron el dinero de Alemania y Noruega. Están desempleadas. ¿Qué tienen que hacer? Intentar derrumbarme».
Por el «dinero de Alemania y Noruega» se refiere a los recursos millonarios que ambos países -1.200 millones de euros por parte de Oslo y 68 de Berlín- aportan al Fondo Amazonia, creado en 2008. Las donaciones están paralizadas este año después de que el Gobierno brasileño disolviera unilateralmente los organismos que gestionan el fondo, condicionado a «resultados verificados de reducción de la deforestación».
Sin embargo, las consecuencias de la política ambiental del actual Gobierno podrían aún tener mayores repercusiones económicas. Figuras del sector agroindustrial ya han advertido de que éstas podrían arruinar el histórico acuerdo comercial entre Mercosur y la Unión Europea, como apuntaron ayer Francia e Irlanda. Con llamamientos en Europa al boicot de productos brasileños, «le va a costar caro a Brasil reconquistar la confianza de algunos mercados internacionales», reconoció a la revista ValorMarcello Brito, presidente de la Asociación Brasileña de Agronegocio, sector que supone un 20% del PIB brasileño.
Desde que Bolsonaro llegó al poder los árboles han desaparecido a un ratio de dos Manhattans por semana
Ante la presión del sector -apoyo clave de Jair Bolsonaro- y la consternación internacional, como expresó el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, Bolsonaro convocó el jueves por la noche a ocho de sus ministros en una reunión de emergencia, para pedirles que adoptaran «las medidas necesarias para combatir los brotes de fuego para la preservación y defensa de la selva amazónica, patrimonio nacional», según informa O Globo.
«Lo que esté a nuestro alcance lo haremos. El problema es (tener) recursos», afirmó el presidente, quien adelantó que la «tendencia» será enviar al Ejército a contener los fuegos. Pero el daño ya está hecho, pues «en el lugar más cercano a los incendios ya se está produciendo la destrucción del bosque, la muerte de animales y la pérdida de algunas especies a nivel local. Además, hay tantos incendios cerca de las ciudades que una gran cantidad de humo ha invadido varias, aumentando el número de personas que buscan hospitales por problemas respiratorios».
Además, añade Batista, «a nivel regional, con el fuego y deforestación mutará el régimen de lluvias lo que afectará a la actividad agropecuaria. A nivel mundial, el mayor problema es el empeoramiento de la crisis climática, en Brasil el 46,13% de los gases de efecto invernadero son emitidos por los cambios en el uso del suelo y los bosques, deforestación y conversión y posterior quema», concluye.
BOLSONARO EN TELEVISIÓN: «LOS INCENDIOS NO PUEDEN SERVIR DE PRETEXTO PARA SANCIONES INTERNACIONALES»
A las 20,30 horas locales (2,30 de este sábado), el presidente brasileño compareció en la televisión, que emitió un discurso en diferido destinado a apagar el fuego político y diplomático en el que su Gobierno se ha vuelto envuelto estos días. Más comedido que en sus tuits e intervenciones habituales, el ex militar recalcó algunas de sus ideas recurrentes, como que la Amazonia es brasileña -«me dirijo a todos para tratar de nuestra Amazonia»-, que precisa desarrollarse económicamente -«viven más de 20 millones de brasileños que desde hace aguardan el dinamismo económico proporcional a la riqueza allí existente»-.
Sorprendentemente, días después de haberse autodefinido como el «capitán motosierra», destacó que «su protección es nuestro deber, somos conscientes de ello y estamos actuando para combatir la deforestación ilegal y cualquier otra actividad criminal que coloquen a nuestra Amazonia en riesgo». Combatir la criminalidad -aunque no precisamente medioambiental- le dio muchos votos y anoche volvió a escudarse en ella, por ello anunció que los estados amenazados por el fuego que así lo deseen podrán contar con las Fuerzas Armadas para combatir los incendios.
Aseguró que los incendios -«infelizmente comunes en la época seca»- «están dentro de la media de los últimos 15 años» , aunque se actuará «fuertemente» para acabar con ellos, aunque no especificó cómo. Apeló a la serenidad y jugó con otras de sus bazas favoritas, las fake news para acabar con su Gobierno, porque «esparcir datos equivocados dentro o fuera de Brasil no contribuyen para resolver el problema y se aprestan a su uso político», dijo.
Concluyó con un recado para la comunidad internacional, donde la imagen de Brasil se ha visto terriblemente dañada, afirmando que el país es «un ejemplo de sosteniblidad»cuyas leyes deberían de servir de ejemplo para el mundo. Y después de que su hijo, diputado aspirante a embajador en Estados Unidos, llamara «idiota» al presidente Macron dejó entrever que no se saltará el Acuerdo de París. «Seguimos siempre abiertos al diálogo, con base en el respeto, la verdad, y conscientes de nuestra soberanía».
En cualquier caso no se olvidó del G7 ni de la Unión Europea, aunque no los mencionara explícitamente: «Incendios florestales existen en todo el mundo y eso no puede servir de pretexto para posibles sanciones internacionales. Brasil seguirá siendo, como fue hasta hoy, un país amigo de todos y responsable de la protección de su selva amazónica».
LA SEGURIDAD ALIMENTARIA DEPENDE DEL BOSQUE
Los responsables de la ONU han mostrado su alarma por la magnitud de los incendios en América del Sur y han recordado a la comunidad internacional las consecuencias de la pérdida de la Amazonía. El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, ha hecho un llamamiento para que se proteja la mayor selva tropical del mundo. «Estoy profundamente preocupado por los incendios en la selva del Amazonas», señaló el máximo responsable de Naciones Unidas en un mensaje publicado en su cuenta de Twitter. «En medio de la crisis climática global, no podemos permitirnos dañar más una de nuestras fuentes de oxígeno y biodiversidad», añadió el diplomático portugués.
Por su parte, la presidenta de la Asamblea General de la ONU, María Fernanda Espinosa, aseguró que los incendios «preocupan y afectan al mundo entero» y advirtió de que la selva amazónica y los bosques son «prioritarios» para fomentar la biodiversidad, la conservación y la seguridad alimentaria.