Hace poco más de tres meses le puso una pistola en la cabeza a López Obrador: si no haces lo que queremos, voy a disparar a todas tus importaciones, lo cual tendrá terribles consecuencias para tu economía. Naturalmente, el Presidente mexicano se preocupó y envió corriendo a su canciller, Marcelo Ebrard, a Washington, a prácticamente aceptar todas las condiciones del estadunidense. No hubo aranceles, pero se convirtió en el mentado muro de Trump y, para más dolor, los mexicanos lo estamos pagando.

Nuestro país se comprometió a parar la migración de centroamericanos, caribeños, africanos y asiáticos que atravesaban por territorio nacional para llegar a y pedir ahí asilo. Detenerlos tanto en la frontera sur como en la norte. Para tal propósito, se garantizaron 25 mil elementos de la Guardia Nacional mexicana. Noventa días después de este acuerdo, Ebrard ha declarado el éxito de esta operación. Entre mayo y agosto disminuyó un 56% el flujo migratorio hacia el vecino del norte con sólo siete quejas de abusos a los derechos humanos. Y, lo más importante, es que se evitaron los aranceles con los que nos amenazó Trump.

¿Una victoria? Creo que el mayor éxito se lo llevaron Estados Unidos y su Presidente. No por nada, el miércoles, en un tuit, Trump nos puso estrellita en la frente a los mexicanos. Acompañada de una gráfica que reportaba, entre mayo y septiembre de este año, una disminución del 92% de los migrantes que se quedaban en Estados Unidos, Trump anunciaba el “increíble progreso que se está haciendo en nuestra frontera sur”. Sea la cifra de Ebrard o la de Trump, el hecho es que México le está haciendo el trabajo sucio a Estados Unidos al detener la oleada de migrantes.

Triste ver, en este sentido, las imágenes de la Guardia Nacional o de las Fuerzas Armadas mexicanas conteniendo a los migrantes para que no se crucen hacia México en la frontera sur o hacia Estados Unidos en la norte. Por cierto, como alguna vez dijo Jorge G. Castañeda, a quien se le extraña como columnista, en particular en este tema, no sabemos cómo le hacen nuestros policías o militares para identificar a un hondureño de un mexicano tratando de cruzarse hacia Estados Unidos. Sin duda, hay que celebrar la escasa cifra de siete quejas de abusos a los derechos humanos reportada por Ebrard, pero no por eso podemos admitir el endurecimiento de México en materia migratoria. ¿Con qué cara un país como México, que tienen millones de sus ciudadanos viviendo sin documentos en Estados Unidos, puede justificar el uso de sus fuerzas del orden para contener a migrantes ?

La alta comisionada de la para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, ya nos puso tache por lo que estamos haciendo. Ha calificado la gestión de la migración en EU, México y Centroamérica como un “retroceso” y, efectivamente, lo es.

Muchos dirán que, a cambio, evitamos los aranceles que nos amenazaba con poner Trump. Que, por tanto, hay que festejar que se haya evitado un enfrentamiento comercial de este tipo. ¿De veras?

No lo creo. Yo no puedo festejar porque pienso que esto no ha terminado. Por el contrario, apenas está comenzando y puede ponerse peor. Trump ya comprobó la debilidad mexicana y, cuando le convenga, seguirá extorsionándonos. La espada de Damocles sigue ahí: en cualquier momento, el gobierno de Estados Unidos nos puede imponer aranceles aduciendo causas de seguridad nacional. Si es así, ¿para qué sirven los tratados de libre comercio con ese país?

La dura realidad es que, mientras Trump esté en el poder, podrá amenazar e imponer las tarifas que se le pegue la gana. Y este abuso de poder unilateral genera una gran incertidumbre para los inversionistas que quieren venir a México para exportar hacia Estados Unidos. El problema no se ha resuelto de fondo. El bully del norte ganó y tarde o temprano volverá a chantajearnos. La pregunta es si el gobierno mexicano, con la fragilidad que demostró, seguirá aceptando condiciones ominosas para evitar un pleito. Obligaciones como la de hacerle el trabajo sucio a Estados Unidos con los migrantes centroamericanos.

Twitter: @leozuckermann

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