Mientras y sus corifeos, y la derecha en general asaltaba al país bajo el sistema corrupto que había instituido el PRI, grupos de arriesgaban y perdían la vida para forzar la apertura de la y conducir al país hacia un rumbo justo y libre.

Los guerrilleros de los 60-80s eran idealistas y valientes, hay que tener valor para lanzarse en contra de un aparato represivo como el mexicano que torturaba como método de investigación policíaca y que tenía hornos crematorios en campos militares para eliminar víctimas y evidencias de la brutalidad gubernamental.

Aunque uno no comparta los métodos de lucha de la guerrilla, debemos reconocer que no eran delincuentes que buscaran enriquecerse por medio de la acción armada, muchos dejaron vidas de comodidad para lanzarse a una aventura que era en extremo riesgosa, ellos fueron personas que vieron cerrarse todas las puertas de la participación o de la corrección de las injusticias del sistema y optaron por la vía armada para forzar el cambio.

La guerrilla rural surge en Guerrero después de múltiples intentos infructuosos por lograr que se escuche la voz de los maestros rurales que encabezan la lucha y los campesinos y se le haga justicia; la de los líderes los conduce a entender que no lograrían nada bajo las reglas del sistema, así que había que forzar las condiciones políticas.

Si bien desde los años 1950 el había terminado a sangre y fuego los movimientos populares (maestros, médicos, campesinos, ferrocarrileros), no se había atrevido a agredir brutalmente a los estudiantes, así después de Morelia, da dos golpes contundentes en contra de las clases medias y especialmente en contra de los estudiantes, mostrando desdén por la vida humana y las libertades. El bazucaso en la Prepa 1 antecede a la masacre de Tlatelolco de los que no sabemos el número de víctimas, sigue el ataque de los halcones en 1971 y posteriormente la represión en . El país se ahoga bajo la bota de la ultraderecha diazordacista y la crueldad de políticos que ambicionan el poder y no dudan en atropellar a quién se atraviese.

Para el gobierno era suficiente destituir funcionarios después de las masacres creyendo que así neutralizaba las protestas posteriores; la sangre derramada mostraba que no había voluntad de escuchar a la sociedad, mucho menos dialogar con el segmento politizado.

Las puertas para el pensamiento crítico y las visiones de mundo alternativas estaban cerradas. El botón de muestra es que en 1968 lo primero que agredió el gobierno fueron las oficinas del Partido Comunista. Había una batalla por las conciencias y el gobierno adoptaba el Macartismo estadounidense definiendo como enemigo principal a cualquier ideología de izquierda.

La conciencia de la opresión y carencia de canales de participación lleva a jóvenes a entrenarse en la guerrilla urbana y el gobierno activa una guerra sucia que no deja atrás a los gorilas sudamericanos. En se lanza a los jóvenes desde aviones al mar, se tortura, y se desaparece los cuerpos de los asesinados. Un militar recibió asilo político en Canadá cuando declaró que transportó 100 cuerpos a un horno crematorio en Hidalgo.

Para los 1980s la guerrilla estaba derrotada y pasa a otras acciones políticas. En 1985 es la primera fuerza que sale a las calles a asistir después del terremoto. Posteriormente algunos guerrilleros entran a los partidos políticos, otros al gobierno y otros siguen haciendo trabajo político en diversas instituciones. Un segmento es el que arma el Zapatista de Liberación Nacional que ha reivindicado a las comunidades originales.

A la guerrilla le debemos mucho para el sacudimiento de la modorra en que nos había sumergido el sistema PRI y sus acólitos. Me atrevo a sugerir que si hubiera habido seguramente la guerrilla no hubiera surgido, pero es el grito de guerra de los que se ven cercados y que saben que la brutalidad puede arrancarles la vida.

Cómo dice un ex guerrillero. En aquel entonces estábamos en guerra y hubo víctimas de ambos lados. Aunque no se justifica para ninguno de los dos, tampoco podemos justificar el ensalzamiento de aquellos que ahogaban a la clase trabajadora, que sostenían al gobierno a cambio de prebendas y privilegios y mucho menos de los gobernantes que no dudaron en mancharse las manos de sangre, mientras tratan de hundir en la ignominia a los que lucharon por la libertad.

Si ser guerrillero violaba la ley, cualquiera de ellos merecía un juicio, ninguno ameritaba tortura y un asesinato sumario. La impunidad que cubrió la brutalidad policíaco-militar de entonces derivó en cuerpos corruptos que posteriormente se aliaron a los criminales para seguir oprimiendo a la sociedad. Y hoy nos encontramos ante ambas posturas: la que quiere continuar el atraco a la nación y los que demandan justicia y libertad ¡YA!

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