Falta mucho para la elección presidencial de 2024. Sin embargo, como suele suceder, los aspirantes ya se están moviendo para salir en la(s) foto(s). En Morena hay muchos suspirantes para que el dedo de López Obrador los escoja como abanderado del partido en el poder (yo no tengo duda que el Presidente, a la vieja usanza priista, será el que tomará esta decisión). Hoy destacan tres: Marcelo Ebrard, secretario de Relaciones Exteriores; , líder de Morena en el Senado, y , jefa de de la .

Son tres personajes muy diferentes.

Ebrard es el miembro del gabinete presidencial que más ha destacado este primer año de gobierno. No es gratuito. Además de experiencia cuenta con formación académica y olfato político. Viene de la escuela de Manuel Camacho (QEPD), gran conocedor –teórico y práctico– de la política mexicana.
Marcelo fue su pupilo favorito.

El hoy secretario comenzó su carrera, como la gran mayoría de los políticos de su generación, en el PRI. Sin embargo, con una lealtad inquebrantable, siguió a Camacho cuando éste renunció del tricolor. Eventualmente, ambos se aliarían con López Obrador.

Ebrard se convirtió en uno de los funcionarios y operadores más importantes del tabasqueño a su paso como jefe de gobierno del Distrito Federal, al punto que  lo designó como candidato a sucederlo. En el DF, tuvo una gestión sobresaliente. Hoy, ante la falta de talento de muchos funcionarios, Ebrard ha salido al quite. Está en muchas jugadas, además de llevar las relaciones internacionales. La semana pasada destacó en el manejo de la crisis boliviana que terminó con una foto de gran valor para él. En las primeras planas de todos los periódicos apareció acariciándole la mejilla al expresidente Evo Morales al recibirlo como asilado en nuestro país.
Un retrato magnífico para los simpatizantes de Morena.
Fue tal el protagonismo de Ebrard la semana pasada, que hasta López Obrador tuvo que salir a recordar que la decisión de recibir a Morales la había tomado él.

Muy diferente esta foto de Ebrard a la de Monreal festejando, al estilo de la ominosa roqueseñal, la toma de posesión de Rosario Piedra como presidenta de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Lo pinta de cuerpo entero como el político marrullero que es. Y no lo digo yo.
Lo dicen sus propios compañeros de partido como Martí Batres y John Ackerman.

Monreal, al igual que Ebrard, salió de las filas del PRI. AMLO lo reclutó para ser candidato a gobernador de Zacatecas por el PRD, puesto que ganó en las urnas.
Tuvo un buen desempeño en este cargo. Concluido su periodo, se ha dedicado a cumplir su sueño de llegar a la Presidencia. Para tal efecto, ha sido militante de cinco partidos en su paso por la Cámara de Diputados (tres veces) y el Senado (dos).

Es un político profesional. Fue delegado de Cuauhtémoc en la Ciudad de con la idea de ahí saltar a la jefatura de gobierno de la capital y utilizar este puesto como plataforma para llegar a la Presidencia. Sin embargo, AMLO nombró a Sheinbaum como la candidata.
Monreal hizo una rabieta y amagó con salirse de Morena. Nada tonto, no lo hizo. Lo que sí hizo fue dejar tirada la delegación Cuauhtémoc con varias obras que no terminó.

Ahora, desde el Senado, se ha convertido en el Emilio Gamboa de este sexenio, es decir, el operador que saca los cambios legislativos y nombramientos del Presidente.
Con una diferencia: Gamboa cuidaba las formas. Nunca lo hubieran cachado robándose dos votos para imponer a una candidata recomendada por el Presidente. Monreal, sin embargo, con toda impudicia, permitió que esto ocurriera, demostrando que sí está dispuesto a llevar su astucia al punto de la trampa.

Queda poco espacio para hablar de Sheinbaum. Tampoco se necesita mucho.
Contra lo que se esperaba, ha sido una jefa de gobierno sin pena ni gloria. Su luz sigue viniendo de AMLO. De hecho, en un par de ocasiones, cuando ha tenido problemas, el Presidente le ha tenido que sacar las castañas del fuego.

A diferencia de Ebrard y MonrealClaudia viene de la izquierda. Es, sin duda, una de las políticas más cercanas a López Obrador. Le tiene confianza. En días pasados, le encargó que arreglara el desorden en la sucesión de la dirigencia nacional de Morena. Así lo hizo, demostrando peso político.

Sin embargo, en los años que vienen, tendrá que crecer más porque, de lo contrario, Ebrard o Monreal, con la experiencia que tienen, se la podrían comer en un bocado.
A menos, desde luego, que AMLO la salve y la convierta en su candidata presidencial con la intención de seguir gobernando él tras bambalinas en una especie de Maximato.

Twitter: @leozuckermann

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