Sí, México se convirtió en el muro de Trump y, sí, México lo está pagando. Qué vergüenza.
Le estamos haciendo el trabajo sucio a Estados Unidos. Se salió con la suya el Presidente de ese país.
Trump nos amenazó con ponernos un arancel a nuestras exportaciones y Marcelo Ebrard salió corriendo a Washington a prometer que nuestra Guardia Nacional detendría a los migrantes centroamericanos que cruzan por México para tratar de llegar a Estados Unidos.
No aranceles a cambio de convertirnos en el mentado muro. ¿Un buen trato?
Desde el punto de vista económico, sin duda. Muy positivo. Los aranceles estadunidenses hubieran afectado a la de por sí endeble economía mexicana. En lugar de haber tenido un crecimiento cero del Producto Interno Bruto, hubiéramos caído en una recesión. Había, entonces, que evitar la entrada en vigor de los aranceles que pretendía ponernos Trump por causas de seguridad nacional.
Pero así, con criterios meramente economicistas, se comportan los tecnócratas neoliberales que tanto odia López Obrador. No es propio de los santones moralistas de la Cuarta Transformación. Para ellos, incluidos el Presidente, es muy importante la moral en la actuación pública. Pregunto, entonces, ¿el trato de no aranceles a cambio de detener a los migrantes centroamericanos es moral o inmoral?
Yo no tengo duda: es inmoral. Resulta repugnante observar a las autoridades mexicanas reprimiendo, con gases lacrimógenos, a hombres, mujeres y niños que quieren cruzar nuestro territorio nacional para llegar a Estados Unidos con el sueño de tener una mejor vida.
¿Cuántos mexicanos no lo han hecho? Millones se han cruzado a Estados Unidos en búsqueda de mejores oportunidades. ¿Con qué cara los mexicanos ahora le negamos a los centroamericanos ese mismo sueño? ¿Podemos tratarlos de manera igual o hasta peor a como tratan los estadunidenses a los mexicanos cuando intentan cruzarse sin documentos al vecino del norte?
Respuesta moral: desde luego que no. Respuesta de pragmatismo económico: desde luego que sí.
López Obrador, que presume ser un santurrón de las buenas prácticas morales en el ejercicio del poder, en este tema sigue el viejo consejo del cacique priista Gonzalo N. Santos, quien afirmaba que, en política, “la moral es un árbol que da moras”. Santos, por lo menos, era honesto en su cinismo.
Si de por sí yo le creía poco al presidente López Obrador cuando pregonaba sobre la moralidad de sus políticas públicas, ya no le creeré absolutamente nada después de ver las escenas de la Guardia Nacional reprimiendo en nuestra frontera sur a los centroamericanos. En este tema, como en otros, López Obrador ha resultado ser un político que cree en las cualidades arbóreas de la moral. Si, para defender los intereses económicos de México, hay que perjudicar los derechos humanos de los hondureños, que así sea.
Ayer, en su conferencia matutina, le preguntaron al Presidente qué pensaba de lo que estaba ocurriendo en la frontera sur. López Obrador dijo que ellos, a diferencia de los gobiernos pasados, estaban aplicando “la ley sin violar derechos humanos”. Luego criticó a los “conservadores” que quieren que se reprima, como si esto no estuviera ocurriendo. Después, claro, hizo un paréntesis para hablar de su cortina de humo favorita: el avión presidencial. Cerró el paréntesis e hizo una bella maroma comunicativa: que en realidad el gobierno mexicano está cuidando a los migrantes para evitar que los atrapen “las bandas de delincuentes” que “los agreden, porque así era antes también, los desaparecían”. Increíbles los malabares retóricos para justificar un acto profundamente inmoral. Qué vergüenza para un Presidente cuyo gobierno reparte un librito titulado Cartilla Moral, escrito por Alfonso Reyes. Me pregunto qué hubiera dicho su autor al ver a su país convertido en el Beautiful Wall de Trump.
Twitter: @leozuckermann