No es posible dialogar con la derecha. En lugar de argumentos lanzan consignas o clichés –aunque no correspondan al tema-, o pasan al ataque personal, porque para ellos en el mundo del debate no existen ideas sino solamente intereses.
Hace poco un “empresario” (así se definió) respondió a un artículo que criticaba la piel delgada de algunos críticos del gobierno refiriéndose a las licitaciones “ilegales” (sic) del gobierno. Ante la pregunta sobre la pertinencia de demandar legalmente esas licitaciones respondió reclamando que yo he insinuado que los empresarios evaden impuestos y fugan su dinero del país. En efecto he mantenido tal argumento, pero es de la OCDE que sostiene que en México se recaudan alrededor de 16% del PIB contra el 34% de la OCDE.
Desde hace muchas décadas quién mantiene a la hacienda pública, de dónde se ha enriquecido el empresario, son los causantes atados y la deuda pública. Mientras a mí se me descontaban los impuestos cada quincena, ese empresario fugaba su dinero del país y recurría a diversas patrañas para evadir el pago de impuestos, algo que por cierto me platicó alguien muy cercano a su empresa.
Cuándo le mencioné sobre los trucos que hacían con algunos empleados para evadir pagar apropiadamente al IMSS la respuesta develó lo más profundo de la ética de esta burguesía. “Tienes envidia”.
En efecto uno de los valores supremos de ésta burguesía es la envidia, siempre hay que tener más que el de al lado y batallar para que nadie te alcance, mientras más tienes más vales, la acumulación de propiedades y cuentas abultadas de banco (aunque sea en paraísos fiscales, o mejor si es allí) ayuda a lograr reconocimiento social y en algunos casos, peso político.
Pero la acusación me puso a pensar. ¿En verdad soy envidioso? Mi primera reacción fue que si lo soy, envidio el genio creativo de Noah Harari para explicar la falsedad de los dioses, o la elocuencia narrativa de Amos Oz sobre porque el tener dos Estados junto con los palestinos es importante para la sobrevivencia del Estado judío.
El sentido de esa envidia no es escribir una obra mejor que la de ambos –y solamente los pongo como ejemplo porque admiro a muchos más-. En ocasiones me he preguntado porque a mí no se me ocurrió escribir un cierto libro y resulta que porque pensaba yo en otra cosa, así que no envidio a los creadores a quién si se les ocurrió. Igual me sucede cuando me asombro con la obra pictórica o escultórica de algunos amigos, a quienes agradezco su creatividad. Felipe Ehrenberg en una ocasión me presionó para que comprara dos cuadros de un pintor joven talentoso que pasaba por una situación difícil.
Mi hermano toca muy bien la guitarra y es muy hábil con las manos, es un gran cirujano, pero no lo envidio, simplemente gozo al ver las cosas que su ingenio produce. En este mundo unos tienen unas virtudes y otros otras.
La diferencia con ese burgués a quién la vida se le va persiguiendo tener lo que tienen otros, es que lo mío es aprender a gozar con lo que hacen los demás, luego entonces no es envidia.
Respecto al “empresario”. ¿Envidio tener lo que el tiene? No. Tiene temor de los inspectores, de las auditorías, de que se desvele la verdad sobre lo ganado alentado corrupción. Tengo lo suficiente para el resto de mis días. dándome el gusto de beber buen vino, viajar con mis seres queridos y seguir con mi obra de reflexión sobre un sistema que se ha arruinado en gran medida debido a la envidia.
Me doy cuenta que reclamar envidia es producto de una gran soberbia, megalomanía. Aquellos que han engañado al fisco, que han corrompido funcionarios para enriquecerse, se dan el lujo de agredir a los gobernantes que tratan de corregir la situación ruinosa que viven muchas sociedades. Este “empresario” se quejaba por perder licitaciones, a la mejor a los que compraba ya no están.
Un priista me reclamaba que defiendo a López Obrador y el burgués me acusó de echarle porras, cosa que nunca he hecho. Respondí que una cosa es defender y otra es atacar la infamia.
Esta burguesía ultra conservadora se rehúsa a que cambien las circunstancias que tienen sumida en la desesperación y sin futuro a las grandes mayorías del mundo y para lograrlo montan ataques irracionales contra los gobiernos, desenmascarar su juego no es alabar a los gobiernos sino obviar una maniobra que busca mantener el status quo para terminarnos de hundir, mientras ellos pasan al siguiente nivel de riqueza que le envidian al que está más arriba.