Las cosas van mal y se van a poner peor. La epidemia del coronavirus sigue creciendo en diversos países y ya está afectando el crecimiento económico mundial.

Cada vez hay menos demanda de materias primas y, por tanto, sus precios están cayendo. Los principales países productores de petróleo, en lugar de ponerse de acuerdo para bajar la producción, decidieron comenzar una guerra de precios. El crudo, en cuestión de minutos, se desplomó un 30 por ciento.

La teoría dice que los mercados accionarios son los primeros en adelantarse a los eventos. En este sentido, su derrumbe en los últimos días se explicaría por la caída que tendrán las empresas en sus utilidades debido a los múltiples efectos dominó que generará la pandemia del coronavirus. Igual y mañana se estabilizan los contagios, igual y no. Igual encuentran una medicina y/o vacuna, igual y no. No lo sabemos. Mientras tanto, lo que impera es la incertidumbre.

es uno de los países más globalizados del mundo. Por tanto, ya estamos sufriendo las consecuencias. El peso se depreció en más de 12% en cuestión de días. Ya la Comisión de Cambios del (conformada por el Banco de México y la Secretaría de Hacienda) incrementó el tamaño de las coberturas cambiarias para darle una mayor liquidez al mercado del peso frente al dólar.

El presidente López Obrador, por su parte, ha dicho que la mexicana está protegida por la disciplina fiscal de su gobierno. Tiene razón. Pero ni el incremento de las subastas de dólares ni el compromiso de no incurrir en un déficit en las finanzas públicas va a resolver lo que viene.

El problema es que, el año pasado, el nuevo gobierno frenó por completo el crecimiento económico con malas decisiones. Se perdió la confianza de los inversionistas nacionales, que dejaron de arriesgar su dinero en la economía nacional. La caída de inversión física fue brutal: casi 5%. La consecuencia fue el estancamiento económico, 100% hecho en México (nada tuvo que ver el contexto internacional).

Pero, ahora, apareció el famoso “cisne negro”. Las circunstancias han cambiado. La economía mundial está convulsionada. El pesimismo llega en un muy mal momento, México se encuentra estancado. Los economistas generalmente se tardan en ajustar sus pronósticos de crecimiento anual del Producto Interno Bruto. Yo me atrevería a predecir que este año, si nos va bien, la economía seguirá estancada y, si nos va mal, entraremos en una recesión.

Ahora sí, el gobierno mexicano tiene que demostrar determinación para paliar las consecuencias del corto plazo de la crisis internacional y, en el mediano, poner las condiciones para recuperar la confianza de los inversionistas en México.

No está nada fácil. Éste es un gobierno de muchas palabras rimbombantes, pero de pésima capacidad ejecutiva. Hay un desdén por la técnica y la administración en la acción gubernamental. Creen que todo puede solucionarse con voluntad . Un pensamiento tan arrogante como el que tenían los tecnócratas neoliberales. Ni tanto que queme al santo ni tanto que no lo alumbre.

La realidad es que le quedan pocas fichas a López Obrador para enfrentarse a la dura realidad económica. El año pasado, irresponsablemente se gastaron la mitad del fondo de estabilización, que en este momento sería oro molido. Tendrán que ser muy cautos en el manejo de las finanzas públicas y seguir respetando la autonomía del Banco de México. Más allá de esto, ¿qué pueden hacer?

Lo más importante es dejar a un lado las ideas fijas que nos están costando mucho dinero y generando desconfianza.

Yo comenzaría con la obsesión de echarle dinero bueno al malo en Pemex. A todas luces, no está funcionando. La petrolera mexicana sigue produciendo utilidades negativas por miles de millones de dólares al año. Ahora, con la caída de los precios del petróleo, serán mayores. Los precios de los bonos de Pemex están adelantando que las calificadoras los degradarán a “bonos chatarra”, poniendo en peligro la calificación de los bonos soberanos del país.

Es hora de que vea la realidad, en lugar de un complot reaccionario para tirarlo. Si quiere pasar a la como un buen Presidente, debe actuar ya. Hasta los más neoliberales saben que se requieren políticas públicas para superar una mala coyuntura económica. Ni en México ni en el mundo el horno está para bollos. Llegó la hora de las decisiones. De redefinir las prioridades. De armar un equipo eficaz de gobierno. De bajar del Olimpo. De dejar a un lado las ocurrencias y guardar la terquedad en un cajón. De lo contrario, señor Presidente, el país se le va a ir de las manos.

Twitter: @leozuckermann

 

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