Llama la atención la desaparición del secretario de Hacienda en pleno arranque de la crisis económica por el coronavirus. Entiendo que ha de tener muchísimo trabajo (tiene que rehacer por completo el Presupuesto de Egresos de la Federación 2020), pero no puede ser que, en un país del tamaño y complejidad de México, el principal encargado de la economía y las finanzas públicas esté ausente.
El asunto es aún más intrigante tomando en cuenta que Arturo Herrera es un buen comunicador. Yo he tenido la oportunidad de entrevistarlo. Es inteligente y elocuente en sus respuestas. A diferencia de otros funcionarios públicos de este gobierno, Herrera podría ser un activo comunicativo en estos momentos críticos.
Súmese a esta desaparición la del jefe de la Oficina de la Presidencia, Alfonso Romo, encargado de llevar la relación con los empresarios y del fomento de la inversión privada. Tampoco ha dado la cara la secretaria de Economía, Graciela Márquez.
¿Dónde están los funcionarios económicos del gabinete presidencial en una coyuntura tan delicada?
El asunto contrasta con lo que está ocurriendo en el tema sanitario. El presidente López Obrador ha dicho que las decisiones las tomarán los expertos y nombró al subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, como vocero gubernamental de la epidemia de coronavirus. Lo vemos todos los días informando, orientando y tratando de calmar a la población. Vaya contraste con el tema económico. Ahí hay un silencio espeluznante. Muy de vez en cuando, el Presidente o el supersecretario, Marcelo Ebrard, hablan sobre la economía.
¿Por qué no hay un vocero gubernamental en el tema económico que nos informe, oriente y tranquilice?
En la crisis de 1982, el candidato presidencial del PRI, Miguel de la Madrid, convenció al presidente López Portillo de que nombrara al que quería que fuera su secretario de Hacienda, Jesús Silva-Herzog Flores, como titular de esa dependencia. Con la gran elocuencia que lo caracterizaba, fungió como vocero de ambos gobiernos en aquella prolongada crisis económica.
En la de 1987, Gustavo Petricioli también salió al quite. En la de 1995, el presidente Zedillo fue implacable para informar y orientar a la opinión pública. No tenía empacho alguno en dar malas noticias. Al punto que lo convencieron de que mejor nombrara a un vocero del plan de recuperación: Alejandro Valenzuela.
Y cómo no recordar a Agustín Carstens, quien fungía como secretario de Hacienda en la gran recesión de 2008-2009 y que, luego del famoso yerro sobre el “catarrito”, se comportó a la altura de las circunstancias.
A lo mejor Herrera no quiere convertirse en la voz pública de la economía de este gobierno. Se vale. Pero, entonces, tendrían que nombrar a un vocero, tal y como se hizo en 1995 con Valenzuela. Lo que no se vale es dejar ese espacio vacío.
Hace unos días, la Secretaría de Hacienda presentó los precriterios de política económica para el 2021. Muy optimista, estimó un crecimiento del Producto Interno Bruto de entre -3.9% y 0.1% para el próximo año. Sin embargo, al día siguiente, López Obrador rechazó las estimaciones de su propio gobierno: “Para empezar, no existe normalidad económica por razones obvias, todo está alterado […] Si hacemos un pronóstico para lo que va a suceder en el 21 —porque así es, son pronósticos para el 21— cuando estamos en el primer trimestre del 20, pues no se me hace correcto”. ¿Y qué quiere el Presidente: que, por más alegres o tristes que sean, no se hagan proyecciones para presupuestar?
AMLO menospreció la labor del equipo de Herrera. Luego, el 4 de abril, dio un discurso donde minimizó las posibles consecuencias económicas del coronavirus. En ese momento, las redes ya estaban inundadas con el rumor de que el secretario de Hacienda renunciaría. Incluso se dijo que así lo había hecho, pero que el Presidente no se la aceptó. Yo no sé si esto sea cierto o no. Lo que sé es que Herrera lleva ya muchos días en una cuarentena informativa, lo cual es preocupante para todos aquellos que estamos alarmados por la que podría ser la peor crisis económica de este país desde la Gran Depresión de los años treinta.
Twitter: @leozuckermann