Si no fuera trágico, diría “qué aburrido”. Me refiero al plan que presentó ayer el Presidente para enfrentar la crisis económica por el coronavirus. Nada nuevo: más austeridad, mucho voluntarismo y un toque de surrealismo.

El se apretará aún más el cinturón. A los altos funcionarios públicos les van a bajar su sueldo hasta en un 25 por ciento y les cancelarán su aguinaldo. El gobierno no ejercerá el 75 por ciento del para la adquisición de materiales, suministros y servicios. Se van a reubicar a servidores públicos para ahorrar en la renta de bienes inmuebles.

Se mantienen, eso sí, los 38 programas prioritarios del gobierno entre los que destacan las pensiones para los adultos mayores y los discapacitados, el subsidio a campesinos que están plantando árboles, las becas para de preparatoria, los estipendios para que están aprendiendo un oficio, las tandas a microempresarios, los de garantía de productos agropecuarios, la construcción del nuevo aeropuerto en Santa Lucía, el Tren Maya y la refinería de Dos Bocas, la inversión de más recursos a Pemex.

Lo mismo de siempre. Pero las cuentas no cuadran: “La eficiencia, la honestidad y la austeridad nos permitirán aumentar el presupuesto para fortalecer el blindaje de los programas sociales y de los proyectos prioritarios en 622 mil 565 millones de pesos”. ¿De dónde va a salir esa cantidad de dinero tomando en cuenta la caída de los ingresos petroleros y de la recaudación por la recesión?

Tendrán que hacer mucha magia voluntarista. Como en la promesa de crear “dos millones de nuevos empleos”. Es, francamente, delirante. En una economía donde se están perdiendo miles de empleos al mes, López Obrador promete lo contrario. Sacará su varita mágica, dirá “abracadabra”, y aparecerá una cantidad de trabajos nunca creados en la del país en un año. Ojalá fuera así de sencillo.

No podía faltar el toque surrealista. De los creadores de “la presentación de la no presentación de la ” y de “la rifa de la no rifa del avión presidencial”, llega ahora “la desaparición de la no desaparición de diez subsecretarías”.

Cito al Presidente: “Se cancelan 10 subsecretarías y al mismo tiempo se garantiza el empleo con el mismo rango y los mismos ingresos a quienes dejarán dichos cargos”. ¿Cuál va a ser, entonces, el ahorro? ¿Qué van a hacer, ahora, los funcionarios públicos que trabajaban en ellas? ¿Los van a reubicar o van a irse a tomar un cafecito todos los días? Absurdo.

Generalmente, cuando el Presidente anuncia algo en sus conferencias matutinas, salen a escena los funcionarios del sector en cuestión a quienes sientan en el estrado. A veces, hasta intervienen. Ayer, apareció solo López Obrador. Ausentes: el secretario de Hacienda, la secretaria de Economía y el jefe de la Oficina de la Presidencia encargado del fomento a la inversión privada. ¿Por qué la soledad del jefe del Ejecutivo?

A estas alturas del sexenio, ya no sorprende la testarudez del Presidente. Él está en lo suyo y, si la realidad no le es favorable, pues que se joda la realidad.

Por fortuna, el Estado todavía tiene instituciones que sí hacen bien su trabajo. Me refiero al Banco de .

El lunes anunció un paquete realista y bien armado para combatir la crisis económica. El objetivo: suministrar liquidez a una economía golpeada tanto por el lado de la oferta como de la demanda. No sólo bajaron la tasa de interés en 50 puntos base, sino que además anunciaron diez medidas que permitirían inyectar más de 750 mil millones de pesos, equivalentes a 3.3% del Producto Interno Bruto, para suavizar los efectos de la recesión.

Se trata de políticas heterodoxas que no habíamos visto en materia de monetaria, tal y como están haciendo otros bancos centrales en el mundo.

Las medidas tienen un fuerte componente técnico difícil de explicar. Todas están dirigidas a darle un respiro financiero a los que no están teniendo el flujo de efectivo para capotear esta crisis.

Banxico, por ejemplo, intercambiará de largo plazo de los bancos para que éstos puedan tener mayor liquidez y prestarles a sus clientes. Ampliará, además, las operaciones de coberturas cambiarias y operaciones de crédito en moneda extranjera para estabilizar el tipo de cambio.

En suma, por el lado de la política fiscal lo que hay es testarudez y, por el lado de la política monetaria, profesionalismo. La pregunta es si las fortalezas del plan de Banxico alcanzarán para compensar las debilidades del plan de López Obrador.

 

Twitter: @leozuckermann

 

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