Además de la pandemia, parece que debemos atender a la confusión, como otro de los virus que nos atacan todo el tiempo. Aún en semáforo rojo en el país y con el Valle de México en el epicentro de contagios, la incertidumbre es la única garantía que parece existir para nuestro país.
Adaptarse, entonces, será la habilidad más importante que deberemos aprender en los siguientes meses, si no años, que dure la presencia de esta cepa de coronavirus, adicional a otros padecimientos que cuestan miles de vidas al año por una cultura sedentaria, en la que la mala alimentación y la falta de actividad física son un asunto de hábito, al mismo tiempo que de ingreso económico y hasta de condición social.
Alcanzar ese equilibrio urgente requiere de acercarnos las herramientas disponibles de salud mental y física que nos preparen lo mejor que se pueda para una nueva realidad, un nuevo país, e incluso un nuevo planeta, aún cuando la ciencia logre una vacuna y un tratamiento efectivo contra esta enfermedad.
Aquí, como hemos visto, lo impensable se hace realidad y las soluciones que debemos proponer como ciudadanas y ciudadanos también tendrán que ser inéditas e innovadoras. Nuestra realidad cambió radicalmente y nosotros debemos hacer lo mismo para ajustar nuestras vidas y seguir adelante.
Porque dejo claro que no podemos regresar, ni a lo bueno de antes y mucho menos a lo malo, eso no ocurrirá. Pero cada crisis representa espacios de oportunidad, que permiten que surjan muchas cosas nuevas y mejores, aunque siempre el riesgo es dar pasos hacia atrás.
A pesar de la emergencia económica, hemos visto que la politiquería y los interese en ese tema no descansan, lo mismo que la inseguridad, la violencia intrafamiliar, el abuso de menores y los delitos que hoy llevan meses trasladados al ciberespacio, uno de los pocos sitios seguros que existían, porque no requerían de nuestra presencia física.
Reflexionar sobre el tipo de persona, de familia, de vecinos, de colegas de trabajo, que seremos una vez que las condiciones del semáforo nos den cierta movilidad es un rasgo importante para prepararnos a convivir en un escenario social totalmente diferente.
Tan solo en abril y mayo, la línea de atención de Confianza e Impulso Ciudadano, la organización civil que tengo el privilegio de encabezar, registró un promedio de 165 contactos diarios, en los que el 36% son solicitudes de ayuda por episodios de ansiedad y cuadros de depresión. El 5511-8575-55, y por mensaje directo al 552323-0303, es un ejemplo de que ya la ciudadanía cuenta con herramientas profesionales, gratuitas y disponibles para apoyar en estas condiciones de aislamiento.
Sin embargo, nuestro pronóstico es que estos padecimientos seguirán al alza, provocando un riesgo doble si se toma en cuenta la mala salud física que permeaba en la mayoría de la sociedad mexicana. Si algo nos ha revelado el virus, es que la salud física es igual de importante que la salud mental y ambas están unidas, por lo que no pueden descuidarse.
Las peticiones de ayuda nos llegan de todo el país, y con esa referencia, podemos afirmar también que la violencia intrafamiliar, los casos de abuso de menores, de suicidio, siguen entre nosotros como si la pandemia no existiera y por eso debemos organizarnos, buscar apoyo y acercarnos a especialistas y a material confiable que fortalezca nuestro bien y buen vivir, aún en estas circunstancias.
Mantener la salud ha sido el mensaje central durante estos momentos tan complicados. Preservar la vida, como el bien más importante que tenemos, ha motivado este abrupto cambio en nuestra propia existencia. Estar sanos mental y físicamente puede que sean las claves para adaptarnos a la nueva realidad y, entre todos, salir fortalecidos y mejores después de esta gran crisis.
Experto en seguridad pública