, California, Japón, Chile…. Estos territorios tienen una cosa en común: la frecuencia con la que sufren fuertes  por estar situados en la zona con mayor actividad sísmica del planeta.

Terremoto en Chile
 

Este martes, México temblaba con fuerza al sufrir un terremoto de magnitud 7,4, que se saldaba la vida de 10 personas y dejaba múltiples daños materiales, sobretodo en la ciudad de Oaxaca, epicentro del seísmo. Apenas un día después, otro terremoto de 5,8 sacudía con fuerza el sur de California, un estado que sufre seísmos -de mayor o menor magnitud- continuamente. En la madrugada del jueves, la costa este de Honshu, en Japón, registraba un seísmo de magnitud 5,9, dejando varios heridos; y, unas horas más tarde, la costa de Chile temblaba al sufrir un terremoto de magnitud 5,2.

Todos estos países sienten cada año el choque de las placas tectónicas sobre las que se asientan, que están en permanente fricción y terminan por liberar su tensión en forma de terremotos. Se encuentran en lo que se llama el Cinturón o Anillo del Pacífico, una franja de 40.000 kilómetros que bordea el Océano Pacífico, donde se producen el 90% de los terremotos de todo el planeta, y la mayoría de los más desastrosos. Los científicos y sismólogos llevan años investigando esta zona por su alta actividad sísmica y volcánica y cuya forma de herradura, va desde Chile hasta Nueva Zelanda, incluyendo todas las islas del océano.

Los terremotos en el anillo de fuego del Pacífico.
Los terremotos en el anillo de fuego del Pacífico.
Henar de Pedro

Lo cierto es que, aunque dicho océano reciba el nombre de Pacífico, de pacífico tiene bien poco. Cuando el portugués Fernando de Magallanes decidió bautizarlo al cruzar el estrecho que recibe su nombre, no supo que, bajo la apariencia de calma y tranquilidad de las aguas que describió entonces en sus diarios, se escondía la zona con mayor actividad volcánica del mundo.

La parte exterior de la Tierra está dividida en lo que llamamos placas litosféricas, que se mueven unas respecto a las otras, y ese movimiento, hace que a veces choquen entre ellas, por lo que las rocas que están en regiones como las del anillo de fuego, en un borde de la placa, tienden a registrar más seísmos. «Todo lo que es el Océano Pacífico es una placa litosférica. Los bordes de la placa están chocando con las placas vecinas y ese choque genera una acumulación de tensiones, hasta que se rompe y genera terremotos. En el caso de México, Japón y Chile, por ejemplo, son porque una placa se mete por debajo de otra y, al hacerlo, se atascan, y cuando se desatascan de golpe pues se genera el terremoto», explica el geólogo experto en seísmos, Jose Jesús Martínez, a 20minutos.

Un fenómeno común en México

Terremoto en México
 

Los seísmos en México son un fenómeno común, que en varias ocasiones provocan desastres catastróficos, como ocurrió con el producido en 2017. «Son más o menos igual de frecuentes que en Chile por ejemplo, o en la zona de Japón. Lo que pasa en la zona de México es que la placa litosférica que está localizada por debajo de la placa americana, es muy tendida. En otros sitios, como Chile, la placa se mete por debajo de forma muy vertical. En México, sin embargo, la zona de contacto es muy horizontal; y eso hace que puedan haber roturas muy grandes y que afecten a la capital», explica el geólogo, añadiendo que otro factor que influye es el hecho de que  está construida sobre un antiguo lago. 

«Son sedimentos blandos, lo que hace que, cualquier terremoto que ocurra en la costa, aunque esté a 400 kilómetros de distancia, la onda se amplifica y afecta a todo el país», cuenta, comparando la ciudad con un «bol de gelatina», en el que, por muy poco que muevas el recipiente, la gelatina, a la mínima, empieza a vibrar.

¿Están relacionados?

«Que un terremoto haya disparado el otro no parece muy probable», afirma la sismóloga Elisa Bufón, explicando que los lugares donde se han producido los seísmos están muy distanciados entre sí, lo que «en principio», no significaría que uno haya desencadenado el otro, lo que los expertos llaman efecto triggering.

«No están relacionados, son casos aislados», coincide Martínez, profesor del departamento de Geodinámica de la UCM. «De hecho, continuamente están habiendo terremotos parecidos, porque tampoco han sido muy grandes, a excepción del de México. Son terremotos muy normales, de los que hay muchos todos los meses; lo que pasa es que, cuando son en zonas en las que no generan daños o no se habla de ellos, no se conocen», afirma.

Al año, pueden producirse cientos de miles, «sino millones» de terremotos. Lo que ocurre es que muchos son muy pequeños y apenas se notan. «Megaterremotos de más de 8 grados suele haber uno al año de media. Pero si se produce en una zona muy remota que no genera demasiados daños, no se habla mucho. De 7 y 8 hay como 15 o 18 seísmos de media al año; y luego, entre 6 y 7 hay más de cien de media. Por debajo de 6, hay muchísimos», cuenta Martínez.

Posibles réplicas

Aunque la predicción de terremotos todavía hoy en día es algo imposible, la sismóloga y profesora de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), asegura que, sobretodo en México, que ha sufrido un terremoto de magnitud importante, «lo normal es que haya una serie de réplicas que los sigan», pues, «cuando toda esa energía se libera de golpe, quedan pequeños cúmulos de tensión que se liberan en forma de otros terremotos». 

«Siempre que hay un terremoto de 5,5 o 6 de magnitud o más, se sabe que van a producirse réplicas seguro», afirma Martínez, explicando que el siguiente siempre va a ser de un punto menos de magnitud. «¿Que van a ocurrir terremotos igual que este más adelante? Seguro. Lo que no sabemos es si ocurrirá dentro de cinco años, de 10, o el año que viene. Eso es imposible saberlo a día de hoy».

El ‘Big One’ o ‘Gran Terremoto’

En los expertos llevan mucho tiempo alertando sobre el ‘Big One’, que es como se conoce a un hipotético y posible gran terremoto que se originaría en la falla de San Andrés, que cruza California de lado a lado y que podría tener gravísimas consecuencias en esa región.

Fotografía del 26 de enero de 2019, del centro de San Francisco.
 

«Los dos grandes terremotos históricos que han ocurrido fueron desastrosos». En 1857, el conocido como ‘Fort Tejon’, de magnitud 7,9,  afectó a más de300 kilómetros de la parte sur de la falla, entre Parkfield y Wrightwood. «Luego, en 1906, se produjo el famoso terremoto de San Francisco, que rompió la parte norte», cuenta el geólogo, explicando que «cuanto más larga es la falla que se mueve, más grande es el terremoto».

«El ‘Big One’ es un hipotético caso que consistiría en que se repitieran esos terremotos -los más grandes registrados en EE UU- pero incluso un poco más grandes, que podrían llegar a romper los dos trozos de la falla».  El peligro de que esto ocurra reside fundamentalmente en que «la mayor parte de las infraestructuras de agua -por ejemplo, agua potable o de comunicaciones-, cruzan la falla y, si ésta se rompe, pues habrá un problema muy grande de abastecimiento», afirma, y añade que el escenario que ven más probable los expertos es que se repita de nuevo en la zona de San Francisco, «pero no se puede saber cuándo va a ocurrir».

¿Cómo se mide la gravedad de un terremoto?

La gravedad de un terremoto depende de muchos factores y, principalmente, se suele medir en función de los desastres que provoque con el temblor. «El terremoto de Lorca de 2011, por ejemplo, fue un terremoto pequeño (magnitud 5,1), pero la desgracia fue que era muy superficial y estaba situado debajo de la ciudad, lo que produjo muchos daños», explica la sismóloga, poniendo el ejemplo de un terremoto de magnitud 7,8 que se produjo en Dúrcal (Granada) en 1954, pero que, al producirse a 600 kilómetros de profundidad, apenas se notó».

«A mis alumnos les pongo la analogía de una tormenta. -cuenta el geólogo- ¿Qué es más grande, una tormenta en la que caen 200 litros por metro cuadrado en media hora, u otra en la que no llueve, pero hay viento huracanado que rompe las casas? Son muy. difíciles de comparar. A veces hay terremotos que son muy pequeños, pero producen grandes catástrofes por ser superficiales y producirse cerca de una ciudad». Según dice, a nivel científico, se considera que un terremoto es grande cuando su magnitud está por encima de 7 puntos, pero a nivel social «ya depende de muchas otras cosas».

«Los terremotos son sucesos naturales y tenemos que aprender a convivir con ellos y minimizar y mitigar sus daños»

Sistemas de detección temprana

«Los terremotos son sucesos naturales y tenemos que aprender a convivir con ellos y minimizar y mitigar sus daños», afirma Bufón. Por ello, insiste en la necesidad de contar con mecanismos de prevención. California, por ejemplo, «es uno de los sitios que tienen uno de los sistemas de alerta sísmica temprana más desarrollados e implementados», pero destaca que, aunque se tenga la mejor norma sismorresistente, «cada vez que hay un terremoto, se aprende de ellos y se ven los fallos», pues es imposible detectar un terremoto antes de que ocurra.

Cuando se produce un terremoto, genera dos tipos de ondas: La onda primaria (P), que va más rápido y por lo tanto llega antes a los sitios; y la onda secundaria (S), «que es más lenta y puede tardar de segundos a minutos en llegar», explica Jose Martínez, añadiendo que es la que «genera los daños, porque es la que mueve el suelo muchísimo, con mucha amplitud». Por lo tanto, si se consigue detectar cuándo llega la onda P en tempo real, es posible avisar a la población de que dentro de ciertos minutos o segundos, va a llegar la onda S.

«Esa es la alerta temprana -cuenta el geólogo-. En Japón hace tiempo que lo usan. Como los terremotos son en la costa, y la onda tarda un tiempo en llegar a las ciudades que están más lejos de la falla del borde de la placa, tienen un sistema que, cuando detecta un terremoto o la onda P en la costa, automáticamente en la televisión les sale una cuenta atrás», lo que es un «tiempo precioso» para avisar a la población de que tome precauciones y se ponga en lugar seguro.

No obstante, estos sistemas solo valdrían para terremotos muy grandes que ocurran a cierta distancia. «En España, por ejemplo, es un sistema que es muy difícil de aplicar porque los terremotos ocurren muy cerca de las ciudades. Entonces, el retardo entre una onda y la otra es de, a lo mejor, tres segundos. En ese tiempo es imposible avisar a toda una población», afirma el geólogo.

Sistemas de prevención

«No se puede predecir un terremoto a día de hoy», insiste Martínez. «Entonces, las medidas que se toman, o se deberían tomar, serían estudiar geológicamente las fallas de cada región, saber cuál es el terremoto máximo que puede ocurrir -porque los geólogos lo pueden hacer haciendo excavaciones en el terreno, haciendo paleosismología, que es a lo que yo me dedico- y, a partir de ahí configurar la ‘prehistoria’ de los terremotos», cuenta, explicando que, al hacerlo, pueden establecer un patrón que indique, más o menos, cada cuánto tiempo de media suelen ocurrir, para, posteriormente, poder trasladar esos estudios de riesgo sísmico a las normas de construcción de cada territorio.

En España se han hecho estudios de riesgo sísmico a nivel autonómico en los que se estiman los terremotos más grandes que pueden ocurrir en cada zona, con qué probabilidad a largo plazo ocurre, la vulnerabilidad de los edificios, etc. «Pero la gran asignatura pendiente aquí es la realización de estudios de riesgo sísmico a nivel municipal», asegura el geólogo, explicando que, «por motivos de la crisis y por falta de financiación, muy pocos municipios los han realizado, y son muy importantes para definir correctamente los planes de emergencia a nivel municipal y para diseñar correctamente la planificación territorial».

Asimismo, la sismóloga enumera tres pilares fundamentales a la hora de prevenir o mitigar los efectos de un terremoto: «Uno es el código o norma sismorresistente, que te diga cómo hay que construir en cada sitio para que, de acuerdo con el nivel de sismicidad, las edificaciones sean capaces de resistir el temblor del suelo».

El segundo, sería contar con un sistema de alerta sísmica temprana, que registra rápidamente los datos, la localización y el tamaño del seísmo, entre otras cosas, y que, aunque no puedan evitar que el terremoto llegue a ese punto, se pueda, «por ejemplo, cortar el suministro de gas, parar cierta maquinaria, ralentizar la velocidad de los trenes, alertar a los ciudadanos que se encuentren en el interior de edificios, etc.». Estos métodos de prevención son esenciales, junto a «un buen servicio de protección civil y protocolos de actuación para saber cómo actuar cuando ocurre una catástrofe de este estilo».

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