El nuevo coronavirus SARS-CoV2-COVID-19, versión postmoderna de la terrorífica “peste negra” decimonónica derruye esquemas y paradigmas económicos, políticos y sociales.
El letal virus creado en un laboratorio de Wuhan, China, saltó de la ciencia ficción a la realidad dos décadas después de ser prevista su aparición en “Los ojos de la oscuridad” por Dean Koontz.
Aun cuando se niega oficialmente, se estima que su creación forma parte del bioterrorismo en la guerra bacteriológica entre China y Estados Unidos como consecuencia de la pugna comercial.
Devasta por igual a los países capitalistas que a los socialistas-comunistas aun cuando no trascienda la información de éstos por su estricto control, falta de libertad de expresión y prensa.
Sin embargo, el contagio y muerte por COVID-19 no tiene ningún cariz democrático. Afecta más a los habitantes de países subdesarrollados, como siempre a los pobres, viejos y enfermos.
El caso de México es paradigmático en el mundo, como resultado del rotundo fracaso del combate a la pandemia del COVID-19, al retrasar la atención e imponer la llamada “nueva normalidad”.
Ambas decisiones equivocadas de Andrés Manuel López Obrador han sido duramente criticadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
Por el alto costo social en salud y económico, ahora, entendemos la cínica expresión del Presidente de la Cuarta Transformación al afirmar que el COVID-19 le caía “como anillo al dedo”.
La mayor repercusión en México se da a pasos agigantados en el colapso de los hospitales y las clínicas reconvertidos para atender pacientes confirmados con el nuevo coronavirus.
Los dirigentes de la Sección 35 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Secretaría de Salud (SNTSA) advirtieron que podría estallar un paro de actividades en los hospitales del estado.
El pasado 6 de julio, la Sección 35 del SNTSA envió un documento al gobernador Alejandro Murat Hinojosa, con atención al titular de los Servicios de Salud de Oaxaca, Donato Casas Escamilla.
Hoy, el COVID-19 ha puesto contra la pared a los gobiernos del mundo entero, de corte liberal democrático o dictatoriales autoritarios, ante la disyuntiva: cuidar la salud o la economía.
Seguiremos muriendo contagiados por el virus o moriremos por hambre y desnutrición ante la mayor crisis económica y laboral, y las consecuentes enfermedades que éstas traen consigo.
Atinadamente, se ha advertido con crudo y cruel realismo, si se prolonga el confinamiento obligatorio “QuédateEnCasa” truena como chinampina todo el sistema económico global.
Las consecuencias lógicas y naturales serán, obviamente, mayor miseria, desempleo, hambre y, desde luego, más millones de contagiados y más muertos en todo el mundo.
Si se libera el “QuédateEnCasa”, el peligro del rebrote será igualmente fatal con el contagio y muerte de millones, tronará el sistema de salud y habrá más miseria y hambre.
Encontrar el equilibrio entre las dos inevitables consecuencias para salvar a la mayoría de habitantes del mundo, especialmente a los pobres, exige de los gobiernos imaginación.
El presidente estadunidense Donald Trump decidió proteger el libre mercado y ha metido al pueblo norteamericano en una tragedia existencial con saldo de miles de muertos diarios.
En el caso de México cada día crecen más las presiones sociales de todos los sectores al encontrarse fuera de control la pandemia y el colapso del sistema nacional de salud.
Al pasar de la austeridad republicana a la pobreza franciscana y al “austericidio” al Gobierno de la Cuarta Transformación no ha quedado más que anteponer y privilegiar la economía a la salud.
Ante el rotundo fracaso para “aplanar” y “domar” la pandemia del SARS-CoV2-COVID-19, el Gobierno federal culpa a los gobernadores y responsabiliza a los propios mexicanos de su salud.
En Oaxaca, el panorama no es menos sombrío. Los Servicios de Salud revelaron el viernes 10 de julio que 1,405 elementos del personal de salud están contagiados y en riesgo de morir.
Mientras 455 son médicos, 580 son enfermeras y enfermeros, así como 370 personas que laboran en otras áreas, incluyendo camilleros, dentistas y laboratoristas, entre otros.
Por la irresponsabilidad de la población, que continúa realizando concentraciones masivas y fiestas patronales, las regiones más afectadas en el estado son el Istmo de Tehuantepec y la Cuenca.
El caso más dramático es el del personal médico del Hospital General de Juchitán “Dr. Macedonio Benítez Fuentes” con 162 casos positivos de Covid-19, que representa el 63% del personal.
Ello significa que en los últimos 10 días se han enfermado 345 profesionales de la salud, un promedio de 34.5 personas diarias, 1.4 personas cada hora, un récord histórico sin precedente.
Los Servicios de Salud de Oaxaca activaron el obligado protocolo de seguridad estableciendo cuarentena en el nosocomio, para la protección del cuerpo médico y de la población.
El hospital continuará brindando atención médica en el servicio de urgencias. Los pacientes con COVID-19, serán referidos a la red de hospitales de la jurisdicción sanitaria Número 2 del Istmo.
Esta última comprende 13 unidades hospitalarias, con una disponibilidad de camas del 58 por ciento, designadas para la atención de pacientes confirmados positivos por COVID-19.
Se realiza el seguimiento puntual de los trabajadores que han resultado positivos a la prueba de COVID-19, además de continuar la búsqueda de casos en este nosocomio, de reciente apertura.
Refuerzan las acciones para minimizar riesgos médicos y de operación con sanitización de las diversas áreas del hospital, y continuará la dotación de equipos de protección preventiva.
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