“Pierden petroleras billones; prevén una crisis muy larga”, así tituló ayer el Wall Street Journal un artículo de Christopher M. Matthews. Urge que lo lean en Palacio Nacional. Tanto en la oficina del presidente López Obrador como en la del secretario de Hacienda, Arturo Herrera. Como en tantos temas en este sexenio, va en sentido contrario a lo que se está haciendo en otros países, como si nosotros fuéramos diferentes.

Dice Matthews: “Las grandes compañías petroleras sufrieron uno de sus peores segundos trimestres en la y se posicionan para un suplicio prolongado, al tiempo que la pandemia del coronavirus sigue debilitando la demanda global de combustibles fósiles”. Luego nos cuenta los detalles de los malos resultados que han reportado las petroleras Exxon, Chevron, Shell y Total.

“Los pésimos resultados —continúa Matthews— intensifican los problemas para los gigantes petroleros, que ya batallaban para atraer inversionistas incluso antes de la pandemia, a medida que las preocupaciones por regulaciones del cambio climático y una mayor competencia de la energía renovable y los vehículos eléctricos nublan el de los combustibles fósiles”.

Efectivamente, el mundo está cambiando. Por fortuna para el planeta, estamos dejando atrás las contaminantes energías fósiles. El futuro no se ve nada halagüeño para el petróleo. Según Matthews, “ninguna de las compañías petroleras más grandes del mundo pronostica ahora una recuperación rápida mientras los países continúan batallando para contener el coronavirus”. Por tanto, “las petroleras se han visto obligadas a tomar medidas dramáticas para apuntalar sus finanzas en meses recientes, lo que incluye reducir decenas de miles de millones de dólares de sus presupuestos y despedir a miles de empleados”.

En cambio, en México, el está haciendo lo contrario.

De acuerdo con el plan de Pemex, el objetivo es incrementar la producción de crudo de alrededor de 1.7 millones de barriles diarios, como lo heredó de la administración anterior, a alrededor de 2.6 millones al terminar el sexenio. Para tal efecto, el gobierno le ha inyectado una fortuna de dinero. Trágicamente, muchos de los ahorros por la austeridad gubernamental han acabado en Pemex. A pesar de eso, la producción no ha subido. Al día de hoy, México sigue extrayendo 1.7 millones de barriles diarios.

Pemex es la empresa petrolera más endeudada del mundo. Debe US$107 mil millones de dólares. Este año, sus bonos perdieron el grado de inversión para convertirse en chatarra. Esto, a pesar de que el gobierno ha utilizado recursos públicos para mejorar el perfil de su deuda con reservas que tenían para emergencias económicas. En 2019 destinaron cien mil millones de pesos del Fondo de Estabilización de los Ingresos Presupuestarios.

Pemex es un desastre. La semana pasada reportó una pérdida neta en el primer semestre de 2020 de US$26 mil 406 millones de dólares, un aumento de 585%, o casi seis veces más, que el resultado también negativo de US$3 mil 853 millones del primer semestre de 2019. El primer trimestre, en el contexto de la caída brutal de los precios internacionales (llegaron a ser negativo por primera vez en la historia), fue peor que el segundo, pero en ambos se reportaron pérdidas.

La hemorragia no cesa. En los mercados, ya nadie cree en la apuesta de  de rescatar a Pemex incrementando su producción y construyendo una nueva refinería. Los pasivos se van apilando. La deuda de la petrolera ya representa el 20% del endeudamiento público y 50% de la deuda externa.

A diferencia de las otras petroleras del mundo, aquí no se ha despedido a personal para mejorar las finanzas. De hecho, a partir de este mes, los sindicalizados recibirán un incremento de 3.37 por ciento. Son los empleados más afortunados de México. Mientras que, por la crisis económica, unos pierden sus empleos y a otros le rebajan sus salarios, los trabajadores de Pemex van a ganar más.

Estamos, pues, frente a una empresa que es un barril sin fondo. El gobierno sigue empeñado en seguirle echando dinero bueno al malo. Todo por la delirante fantasía de AMLO de regresar a las épocas del boom petrolero de los setenta. Eso nunca va a ocurrir. La nueva realidad es que las energías fósiles están en un franco proceso de retroceso, por muy buenas razones.

Pemex sí se puede salvar concentrándose en explorar y explotar petróleo sólo en los campos donde, al precio actual del crudo, sea rentable. Lo demás es una quimera que nos está costando miles de millones de dólares al año.

 

           Twitter: @leozuckermann

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