Antes que nada, es importante hacer notar que, el título de este artículo no es una opinión política proveniente de la oposición conservadora y neoporfirista (de hecho y curiosamente, soy nada menos que un liberal ilustrado, en el más amplio sentido de la palabra), sino una simple y llana realidad: estaríamos mejor sin ya sabes quién.
Y ni siquiera se necesita ser un gran científico o ilustre politólogo para darse cuenta de que, con los tibios neoliberales, estábamos no sólo mejor, sino mucho mejor que con López Obrador, pues para ello sólo basta con consultar cualquier fuente confiable que nos provea de los elementos científicos necesarios para poder calificar correctamente el actuar del actual gobierno: homicidios, feminicidios, seguridad pública en general, crecimiento económico, empleo formal, deuda pública y básicamente todo lo que de verdad determina que un país está prosperando, está ahora (y desde mucho antes de la pandemia) por los suelos. Todo está peor en directa y objetiva comparación incluso con el más inepto y/o corrupto de los neoliberales de antaño. Es decir, López es el plomero simpático que contrataste para reparar una fuga de agua de la regadera, y después de dos horas de «trabajo» ha logrado milagrosamente inundar el departamento entero. En pocas palabras, es un inepto, no sirve para lo que fue contratado (para aquello para lo que tanto le estamos pagando) y repito que esa no es una simple opinión personal, sino un hecho enteramente comprobable, y el negar la realidad (es decir, los hechos empíricamente comprobables como éste que aquí menciono) es nada menos que cosa de idiotas, de enfermos mentales y/o de fanáticos. López no sólo ha inundado nuestro departamento, sino que el inepto nos ha echado la culpa a aquellos que creíamos que, con base en las estupideces que decía desde siempre, el tipo en realidad no sabía absolutamente nada de plomería. A pesar de que yo me limito a sólo ver el batidero que ha hecho, incluso haciendo changuitos y rezándole a todos los santos para que no siga empeorando las cosas, ahora resulta que yo, un simple espectador (aunque, a su vez, el copropietario del departamento y patrón suyo), soy el culpable (al menos según él) del batidero que el inepto ha hecho y sigue haciendo en todos los rubros nacionales que de verdad importan.
Y claro, siempre tendremos el as bajo la manga, característico del perfecto fanático, que consta en negar la innegable realidad diciendo que, por ejemplo, eso de contar el número de mujeres asesinadas es “cosa del diablo”, obra de las “ciencias neoliberales”, que sólo existen con el único propósito de desprestigiar al “genial” e “irrepetible estadista” que tenemos como líder del ejecutivo.
Pero honestamente la culpa no es tanto del plomero inepto en cuestión, sino de los idiotas que no sólo lo contrataron y que lo siguen defendiendo a pesar de ver que el agua ya les empieza a llegar hasta el cuello, sino que simplemente siguen sin querer hacerlo responsable del batidero indiscutible que ha provocado o, ya de perdida, están dispuestos a siquiera considerar la remota posibilidad de contratar a un nuevo plomero.
Ese es el auténtico problema.
Si el pueblo de México (ese supuesto pueblo bueno) no comprende una realidad tan simple e incontrovertible como que López Obrador ha resultado ser muchísimo más incompetente y dañino para México que todos y cada uno de los neoliberales que llegaron a gobernarnos, entonces sólo me queda decirle a ese mismo pueblo que, en definitiva, está siendo gobernado justo por el presidente que se merece, y que, de manera consecuente y evidente, se encuentra perfectamente bien representado por ya sabes quién.