Mucho se ha especulado sobre los posibles males que le aquejan al presidente López Obrador, que van desde hipertensión y sobrepeso hasta afecciones cardíacas, incluso se llegó a documentar el médico cubano que lo atiende.
Su daño al corazón y a la columna vertebral son severos, al grado de que es tratado, en su domicilio, por un staff médico que encabeza un neurocirujano, el doctor Félix Dolorit, uno de los más reconocidos y cotizados del mundo, estrella del Hospital Comunitario en Larkin, ubicado en la zona más exclusiva del sur de Florida, en el South Beach de Miami que viaja a México cada 15 días. Lleva más de 250 viajes, imagínese usted el costo. No es su única afección, se ha mencionado también que tiene “lipotimia por falla cardiaca” que le provoca desconexión momentánea de la realidad y es por eso que tarda tanto en hilvanar frases u oraciones completas.
Sin embargo, más recientemente se ha identificado un nuevo problema en el cuerpo y en mente del presidente y que tiene consecuencias aún mayores. Lo anterior ha cobrado relevancia después que López ha dicho erróneamente una serie de barbaridades numéricas que hasta un joven de secundaria podría sacar adelante.
Por ejemplo, la semana pasada indicó en un video publicado en sus cuentas de redes sociales (increíble que no exista nadie que cuide lo que dice) que “ya se habían comprado 120,000 dosis de vacuna” con las que se podrá cubrir a todos los mexicanos, sin pensar que le faltaron tres ceros para empatar con los 120,000,000 de habitantes en el país. Es también conocido su dicho de que “México se fundó hace 10,000 años” en la que fuimos el hazmerreír del mundo.
Una perla más se dio en su conferencia mañanera la primera semana del 2021, donde el presidente Andrés Manuel López Obrador anunció un plan para conmemorar, los 700 años de la fundación de México-Tenochtitlán.
El Presidente nunca ha sido bueno con los números, quizá por los 14 años que pasó para “terminar” la carrera universitaria en la UNAM, sin embargo su dislexia numérica tiene ya un grave efecto en la salud, la seguridad y la economía mexicana. La enfermedad diagnosticada se llama ANUMERISMO y se define como la incapacidad de entender la realidad con base en números o cifras, de tal forma que el enfermo de anumerismo inventa datos y los integra “mágicamente” para armar su propia realidad.
Tan solo basta recordar la respuesta al periodista Jorge Ramos cuando en una mañanera le contesta, al ser cuestionado sobre la alta cifra oficial de asesinados: “pues yo tengo otros datos”. También es ya histórico la afirmación de los “miles de millones de pesos de ahorros” que se tendría al impedir la corrupción, o el altísimo costo que hubiera tenido el aeropuerto de Ciudad de México, etc. y así la lista de yerros es prácticamente infinita. Y si bien la equivocación en el cálculo de peras o manzanas le puede pasar a cualquiera y no hay problema, la diferencia es criminal cuando con estos errores se toman decisiones trascendentes para un país y para una economía.
Por eso, López Obrador no es capaz de dimensionar el costo de el Tren Maya, ni de la refinería Dos Bocas, tampoco el costo de no haber apoyado a las pequeñas empresas con la pandemia y menos el elevadísimo costo impagable de los más de 130,000 muertos por COVID.
Tampoco fue capaz de darle valor al dato de cuantos niños con cáncer se quedarían sin medicinas con riesgo de morir o cómo afectaría a miles de mujeres que ya no tienen acceso a guarderías. Así, se le hace fácil quitar el dinero del Seguro Popular y de los fideicomisos para pasarlos a sus Programas del Bienestar (compra de voluntades electorales) aunque estos reportan eficiencias de menos del 5%, un concepto porcentual que no puede existir en su mente. Lo de él, es el poder.