Vaya alivio saber que ya se fue Donald Trump de la Casa Blanca. No sólo por su populismo y demagogia chocantes, sino también por su grosera misoginia, racismo y deslealtad con las instituciones democráticas. Llega, por fortuna, un político profesional como presidente de Estados Unidos.
Desde el día uno se vio el cambio. Primero en las palabras que, como hemos aprendido estos años, vaya que pesan.
Me gustó el discurso de toma de posesión de Joe Biden. No es una gran pieza retórica para la historia, pero sí contiene los mensajes correctos para ir superando las divisiones que dejó Trump desde el poder. El tema central: la necesidad de unir al pueblo estadunidense.
La democracia liberal, por definición, no es unidad, sino reconocimiento del pluralismo de la población. Las diferencias, sin embargo, deben dirimirse en las urnas. La mayoría gana, pero debe respetarse a las minorías, las cuales, en el siguiente periodo electoral, pueden convertirse en mayoría.
Lo que requiere Estados Unidos, y me parece que es de lo que habló el presidente Biden, es unidad en torno a la democracia liberal. Hace dos semanas atestiguamos un intento de subvertir las instituciones democráticas por parte de una turba azuzada desde la Presidencia. En este sentido, las divisiones que caracterizaron a la época de Trump cruzaron una línea muy peligrosa: la de poner en riesgo las reglas del juego que permiten que los ciudadanos elijan a sus gobernantes de manera libre, civilizada y pacífica. Biden, por eso, llamó a la unidad con el fin de acabar con la actual “guerra incivil”. Gran concepto que resume, en una nuez, la situación que atraviesa Estados Unidos en este momento.
Hay mucho que reparar y ganar, afirma el nuevo Presidente. Ya comenzó con las palabras. Con un discurso breve y reconfortante. Una especie de bálsamo para curar las estridencias de la era de Trump.
Pero ahora viene lo bueno. Biden tiene que aprender la lección de Gerald Ford, es decir, que después de un mal presidente como fue Richard Nixon, no alcanza con ser un buen tipo con buenas intenciones. Debe pasar de las palabras a los hechos.
Hacia ahí van encaminadas las primeras órdenes ejecutivas de Biden que tienen la clara intención de diferenciarse de Trump desde el primer día. Como bien dijo alguna vez Obama, “las elecciones deben tener consecuencias”.
A diferencia de Trump, decretará una serie de medidas para contener lo más rápido posible la pandemia de covid-19 de acuerdo con lo que recomiendan los expertos en la materia. Regresará a su país al Acuerdo de París para resolver el terrible problema del cambio climático en el mundo entero. Detendrá la construcción del muro que divide a su país con el nuestro. Ordenará se reúnan los niños indocumentados detenidos con sus familias. Autorizará la entrada a Estados Unidos de ciudadanos de naciones mayoritariamente musulmanas.
Además, se ha filtrado la información que el Presidente enviará al Congreso una reforma migratoria para otorgarle ciudadanía a millones de indocumentados y refugiados en un plazo de ocho años. Se trata de una extraordinaria noticia para los paisanos mexicanos que se encuentran en esa situación. Ni Obama se atrevió a hacerlo. A Biden le queda claro que tiene que cumplir con este compromiso de campaña para seguir obteniendo el voto mayoritario de la población hispana.
Comencemos de nuevo, dice Biden. “Respetémonos”. Y toca un tema central de nuestros días. La gasolina de los populistas demagogos: las mentiras. Hay que derrotarlas, propone el Presidente, y defender a la verdad. Se trata de un reto enorme, pero importantísimo para salvaguardar la democracia evitando asaltos al Capitolio como los que vimos hace dos semanas.
Un último comentario. Qué gusto ver la toma de posesión de la nueva vicepresidenta, Kamala Harris. Es la imagen del Estados Unidos que, en lo personal, me gusta. El país de inmigrantes que pueden llegar a ser muy exitosos. En este caso, la hija de un jamaiquino y una india que fueron a estudiar a ese país. Hoy, su hija está a un paso de la Oficina Oval. Tomando en cuenta la edad de Biden, bien podría convertirse en la primera presidenta del vecino del norte. Y nada menos que de raza negra. Incluso si Biden termina su primer cuatrienio, y ya dijo que no piensa reelegirse, Harris se convertiría en la candidata natural de su partido a las elecciones de 2024.
Twitter: @leozuckermann