Rusia pasó del autoritarismo soviético a la autocracia de Vladimir Putin. Por desgracia, la democracia liberal nunca echó raíces en ese país. El viejo espía de la KGB llegó a la Presidencia por la vía de las urnas para inmediatamente concentrar el poder desmantelando las pocas instituciones democráticas. Vieja historia. Hoy Putin lleva más de dos décadas como el líder indiscutible de Rusia. Sin embargo, se atisba una esperanza con el surgimiento de una oposición que bien podría desafiar a esta nueva versión de zar ruso. Me refiero a las manifestaciones que han ocurrido en torno a la detención de Alexei Navalni.
Vale la pena describir quién es Navalni. Para tal efecto, resumo la información que proporciona Anton Troianovski, corresponsal de The New York Times en Moscú, en el podcast The Daily del 25 de enero.
Navalni es un abogado de 44 años. En 2007 comenzó su fama como defensor de los intereses de los accionistas minoritarios de las grandes empresas rusas. Su blog se tornó cada vez más popular. Empezó a tener fama como activista anticorrupción con sus investigaciones acerca del origen del dinero de las nuevas élites rusas.
En 2011, Navalni entró de lleno a la política convirtiéndose en el líder de las movilizaciones en contra de la reelección de Putin. Lo metieron brevemente a la cárcel. Su fama se incrementó.
Según Troianovski, Navalni es un agitador exitoso que tiene la cualidad, a diferencia de otros opositores de Putin, de convencer a una gran cantidad de personas con diversas posiciones políticas.
En 2013, Navalni se lanzó como candidato a alcalde de Moscú. Le prohibieron hacer campaña en los medios. A pesar de esto, obtuvo el 27% de la votación, un porcentaje muy alto para cualquier opositor en Rusia.
Navalni aprovechó la creciente penetración del internet para darse a conocer. Publicó videos en YouTube que resultaron muy populares. En 2017 posteó un video donde demostró la gran fortuna de más de mil millones de dólares de uno
de los principales aliados de Putin, Dmitri Medvédev. El video se viralizó. Navalni llamó a protestas en contra de esta corrupción. Miles de personas salieron a las calles en varias ciudades.
Por esos años, Putin gozaba de altas tasas de aprobación. Pero en 2018 esto comenzó a cambiar. El fervor patriótico por la anexión de Crimea se ha esfumado. El gobierno, además, ha incrementado la edad de retiro. La popularidad de Putin disminuyó. Navalni aprovecha esta coyuntura para registrarse como candidato a las elecciones presidenciales de ese año.
Aunque Navalni estableció oficinas de campaña por todo el país, el gobierno le prohibió aparecer en la boleta.
En agosto del año pasado, Navalni hizo campaña a favor de candidatos opositores en Siberia. Regresó a Moscú y, en el avión, comenzó a enfermarse. Cayó en estado de coma. El piloto hizo un aterrizaje de emergencia. En el hospital, lo intubaron. Es claro que lo envenenaron.
Angela Merkel, la canciller alemana, presionó a Putin para dejar salir a Navalni a curarse a Berlín. Putin accedió. Se determinó que lo envenenaron con una sustancia tóxica nerviosa de tipo militar. El mismo modus operandi que utiliza el régimen autocrático ruso para deshacerse de sus opositores.
Navalni, milagrosamente, se recuperó. Anunció que regresaría a Rusia. Acusó que Putin lo intentó asesinar. Publicó la evidencia de cómo un grupo de agentes de la seguridad interna lo envenenaron. Llamó a uno de estos agentes, se hizo pasar por un superior jerárquico y le pidió que le contara qué pasó. El otro, de manera increíble, confesó la trama. Navalni grabó esta conversación y la publicó. Resultó un duro golpe para Putin.
Hace un par de semanas, Navalni anunció que ya tiene boletos para regresar. El gobierno ruso le advirtió que, de hacerlo, lo arrestarán. No obstante, voló a Moscú. Debido a las manifestaciones, al avión lo desviaron a otro aeropuerto. Cuando aterrizó, en medio de una nube de cámaras, la policía lo detuvo por una nimiedad jurídica. Mandó un video a sus seguidores convocando a manifestaciones. Está convencido que la única manera de cambiar el régimen autocrático es con protestas ciudadanas.
Se organizaron, por internet, las manifestaciones para el 23 de enero. A lo largo y ancho de Rusia salieron miles de ciudadanos a protestar. En Moscú, la gente canta “Putin es un ladrón”.
Fascinante esta historia de Navalni, como de novela rusa. Quién sabe cuál será el desenlace. Por lo pronto, aparece una luz de esperanza en la oscuridad autocrática de ese país que algún día fue potencia mundial.
Twitter: @leozuckermann