Actualmente, el cambio climático, las energías renovables, y el calentamiento global son temas comunes en las conversaciones diarias. Quizá, por ello parece que estos problemas son exclusivos del mundo moderno, sin embargo, el impacto vivido el día de hoy proviene desde hace más de 10,000 años.

Muchos de nosotros estamos tratando de vivir de manera más sostenible, gracias a las buenas prácticas y hábitos del pasado. Recuerdo observaciones de mis abuelos haciendo mucho hincapié que durante su infancia tuvieron una vida de consumo mucho más moderada, a diferencia de la siguiente generación, en la época de los “baby boomers” en la que el consumo de combustibles fósiles, productos no reciclados, y otros tuvieron tristemente también un boom nada a favor del planeta. Por lo que deberíamos retomar lecciones del pasado para reactivar prácticas más sostenibles para el medio ambiente y nuestra comunidad.

Con lo anterior en mente empiezo con la pregunta ¿qué podemos aprender de las prácticas de nuestros abuelos? Tenemos ejemplos tan sencillos para reducir el desperdicio de alimentos utilizando las sobras para preparar diferentes platillos.

Otras prácticas como arreglar, y no tirar ropa en buen estado. Recordemos la que la textil también tiene una huella relevante para el medio ambiente. Asimismo, era normal caminar más, y conducir menos, lo cual tiene beneficio doble al ser bueno para nuestra salud, y la del planeta.

Quizás la consciencia de algo tan elemental y muchas veces no agradecido como el abasto de agua para nuestro consumo diario, nos llevaba a cuidar mucho más, y simplemente usar menos agua. Podemos aprender a tomar baños diarios más breves, y ser más sensatos del agua que usamos en todas nuestras actividades, muy en línea con recordar que este próximo lunes 22 de marzo, se festeja el Día Mundial del Agua, y de que mejor manera actuar que ese día empezar una práctica permanente de usar menos agua en todo.

En un mundo donde las soluciones de alta tecnología son usualmente el equivalente de desarrollo, tenemos mucho que seguir redescubriendo de las comunidades indígenas en todo el planeta con el objetivo de estudiar cómo podemos aplicar innovaciones antiguas a los problemas ambientales actuales de nuestro medio ambiente. Es decir, estudiar en cada comunidad que prácticas sostenibles se tenían, y buscar reiniciar los ciclos, y prácticas de las generaciones pasadas que en buena medida si le dieron mejor cuidado al entorno.

Mientras el mundo se apresura a frenar las emisiones de gases de efecto invernadero, y limitar las consecuencias más extremas del cambio climático, sin duda tenemos muchas ideas y prácticas que podemos aprender de la sabiduría ancestral para ayudarnos a diseñar una infraestructura más sostenible sin explotar la naturaleza.

Según varios estudios científicos han descubierto que es más probable que las personas cambien sus hábitos durante las transiciones, y que mejor ejemplo que este último año de pandemia y adaptarnos al “new normal”. La disrupción no necesita ser tan drástica para ser efectiva, pero si requerimos cambiar de manera permanente.

Cualquier nueva práctica que llame tu atención, y te recuerde el comportamiento deseado puede ayudar a impulsar esas primeras acciones que se convierten en hábitos con el tiempo y qué mejor de aprender del pasado. Por ejemplo, letreros, y contenedores en la cocina para empezar la composta en casa, y que sea una práctica familiar o invitar a vecinos, amigos, y en tu comunidad inmediata en ayudar en influir en que se conviertan en embajadores sostenibles de las 3 R´s que nuestros abuelos eran tan buenos en reducir, reutilizar, y reciclar en todo lo que estaba a su alcance.

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