La calidad de vida de los trabajadores y sus familias depende del sueldo, un rubro en el que –no obstante los aumentos registrados en años recientes en México– es el país que se ubica en el último escalón entre los miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
En 2015, el salario mínimo real se ubicaba por debajo de países como Haití y de acuerdo con reportes del organismo “somos el país con más horas trabajadas por semana, lo que habla de una enorme tasa de explotación que se potencia por un ingreso pulverizado”, afirmó Rosa Albina Garavito Elías, investigadora del Departamento de Economía de la Unidad Azcapotzalco de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
En suma, “trabajamos como los más y ganamos como los menos en el mundo”. A la recuperación salarial en los años finales del expresidente Enrique Peña Nieto (2012-2018), le antecedió una brutal caída, desde los años de la presidencia de Vicente Fox (2000-2006) hasta 2017 el ingreso se mantuvo estable.
“El mundo del trabajo en México es precario y redunda en condiciones de vida deplorables, que se suman a un proceso de pauperización laboral que tiene que ver con el avance tecnológico que ha planteado una flexibilidad, que ahora por ser ejecutado en casa lleva los costos a cuenta del trabajador y de ello está exento el patrón”, dijo.
Un ejemplo de los malos salarios, es que en México el salario promedio ronda los 6 mil pesos al mes. A diferencia de un trabajador de bajos recursos en los Estados Unidos, pues 6 mil pesos son equivalentes a 30 pesos por hora al mes; es decir, menos de 1.5 USD/hora. Mientras que un estadounidense o migrante puede ganar 10 veces esa cantidad.
Según la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), los empleados de empresas experimentan nuevos padecimientos por la hiperconexión en la nueva normalidad, lo que influye en su productividad. Uno de ellos es el estrés laboral, que sufre 75 por ciento de la fuerza de trabajo, una tendencia que se agravó con la pandemia.
Otra característica del sector es el incremento en la actividad económica de las mujeres, expuestas a una discriminación laboral que se expresa en la desigualdad de ingreso, la falta de ascensos, el número de horas laborales y la relocalización de las fuentes de empleo.
México es ahora un país de migrantes. De tres de cada 100 personas que dejaban su lugar de origen en los años setenta del siglo pasado ahora lo hacen 11, porcentaje que ha generado redes de apoyo, pero a la par también ha crecido el tráfico de personas por parte del crimen organizado.
“A partir de la década de 1980 la migración dejó de ser un asunto binacional para convertirse en un asunto regional; así, la frontera de Estados Unidos se ha recorrido hasta Panamá, lo cual ha generado conflictos en los países, se ha transformado el mundo laboral en México pero también a escala mundial”, comentó la especialista.
En torno al desempleo, Garavito Elías indicó que a pesar de la pandemia México reporta una tasa de 5.4 por ciento, aunque este indicador no refleja realmente lo que sucede, ya que el autoempleo es una forma de precarización.
Para poder brindar beneficios reales a la población, además de la reforma laboral, “debemos aplicar una política pública que incentive la inversión, el desarrollo científico y tecnológico, así como una de tipo fiscal para revertir la baja recaudación, que oscila en 16 por ciento del Producto Interno Bruto, de lo que sería posible obtener recursos para el bienestar social y la inversión pública en infraestructura”, finalizó.