Las cosas van mal en varios países de . Tan es así que, a pesar de todos sus problemas, se ve bien comparativamente hablando.

En , las protestas continúan. Comenzaron por la torpe decisión del presidente Iván Duque de proponer una reforma tributaria cuando todavía no termina la pandemia que ha generado una profunda crisis económica.

Esto enfureció a la ciudadanía, que se lanzó a las calles a manifestarse en contra. La situación se agravó porque aparecieron grupos vandálicos en las manifestaciones, con todas las ganas de generar violencia. Se sospecha que detrás de estos grupos podrían estar facciones disidentes de las FARC, la guerrilla que hizo la paz con el Estado colombiano hace unos años, y los gobiernos de y interesados en desestabilizar a Colombia.

El de Duque recurrió a la Policía Nacional para reprimir las protestas, en particular a los vándalos, lo cual ya dejó 42 muertos. Esto, desde luego, irritó aún más a los manifestantes. El problema para Duque es que todo este movimiento está muy fragmentado y no existen liderazgos opositores claros con los que negociar.

En El Salvador, un populista de derecha, que no respeta los derechos humanos, se ha convertido en un Presidente muy popular. En las pasadas elecciones legislativas, la popularidad de Nayib Bukele hizo que el partido oficialista, Nuevas Ideas, arrasara y se quedara con la mayoría en la Asamblea Legislativa. En su primera sesión, los asambleístas destituyeron de manera ilegal a los magistrados de la Sala de lo Constitucional de la Suprema Corte de Justicia y al fiscal general. En su lugar, impusieron a personajes cercanos a Bukele.

Se trata de un atentado a la . El Presidente se quedó sin contrapesos, un acto repudiado por , Europa, la OEA y diversos grupos defensores de los derechos humanos. Al parecer, ya nadie para a Bukele. Va que chuta para convertirse en otro dictador centroamericano más, como Daniel Ortega en Nicaragua, pero de derecha.

Y qué decir de Perú. A la segunda vuelta presidencial pasaron dos candidatos, uno peor que el otro.

Por un lado, Pedro Castilla, un populista de izquierda, abiertamente marxista, que propone reformar la Constitución para que exista una mayor intervención del Estado en la economía nacionalizando sectores estratégicos y permitiendo que opere el sector privado en otros, pero siempre “en beneficio de la mayoría de los peruanos”. Castilla, sin embargo, es profundamente conservador en temas sociales. Está en contra del aborto y los matrimonios homosexuales, además de proponer “mano dura” para combatir a la criminalidad.

Del otro lado está la hija del nefasto expresidente Alberto Fujimori, quien se encuentra en la cárcel purgando una sentencia por violación a los derechos humanos. Se sospecha que Keiko no es muy honesta que digamos. Ha sido investigada por corrupción por posibles sobornos de la constructora brasileña Odebrecht. Muy al estilo de su padre, y consistente con lo que propone su adversario, también quiere “mano dura” para ordenar ese país.

Dos pésimas opciones por la que tendrán que sufragar los peruanos este seis de junio.

En Chile, el fin de semana pasado hubo comicios para elegir a los 155 asambleístas que redactarán la nueva Constitución de ese país. Los grandes perdedores de la jornada fueron los candidatos de los partidos tradicionales, particularmente los de la derecha. Los ganadores fueron los independientes, candidatos sin experiencia política. Esto puede sonar muy refrescante. Pero hay que tomar en cuenta que estos asambleístas tendrán la responsabilidad de definir la nueva ley fundamental de Chile. Sólo Dios sabe qué ocurrencias integrarán a la Carta Magna. Igual y les sale bien, igual y les sale mal. Por lo pronto, lo que impera es una enorme incertidumbre.

A eso hay que sumar las penurias de un Brasil gobernado por un populista de derecha que desvaría a cada rato. Y ahí viene de regreso Luiz Inácio Lula da Silva, lo cual polarizará aún más a ese enorme país.

Ni qué decir de la sufrida Argentina, que no puede superar el populismo peronista. Los políticos siguen frenando el desarrollo económico condenando a esa nación al fracaso. Porque, como decía Jorge Luis Borges, “los peronistas no son ni buenos ni malos, son incorregibles”.

Visto así, aun con todos nuestros múltiples problemas, México no se ve nada mal comparado con estas naciones de América Latina.

 

           Twitter: @leozuckermann

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