La franja más delirante de la izquierda mexicana siempre ha tenido una “cierta idea” (De Gaulle) de México y de lo mexicano. Nunca ha sabido separar el nacionalismo de cualquier tipo (burgués, priista, revolucionario) de un conjunto de posiciones reformadoras o revolucionarias propias de cualquier izquierda. Siempre ha confundido la defensa de la soberanía con la defensa del “pueblo”, y a este último con la nación. México es el pueblo, el pueblo es México. Los ricos, fifís, vende patrias, traidores a la patria y adláteres son “extranjeros”, güeros, blancos, ahora whitexicans.
Con semejantes telarañas en la cabeza, no debiera sorprender que López Obrador se haga bolas con cualquier definición de lo “mexicano”, lo “nacional”, lo “soberano”. Frente a la decisión de la FAA de degradar al AICM de Categoría 1 a Categoría 2, AMLO dijo que no era grave porque eso no iba a afectar a las líneas mexicanas. El problema es que no parece entender lo que significa “mexicanas” en este contexto.
Ilustración: Víctor Solís
El principal accionista de Aeroméxico, de lejos, con 49 % del total, es Delta Airlines. Los dos siguientes son empresarios con doble nacionalidad, mexicana y española. En lugar de ir a concurso mercantil en México (como Interjet), se fue a Chapter 11 ante un juez en Nueva York. Consiguió un préstamo del fondo Apollo Global Management por 1000 millones de dólares, 800 de los cuales se pueden capitalizar al convertirse en acciones; en ese caso, la participación extranjera —aunque no los asientos con voto en el Consejo de Administración— pasaría a ser de más de 80 %.
Volaris, la segunda línea a la que se refirió López Obrador, sólo tiene tres pequeños accionistas mexicanos (Slim, Azcarraga y Pedro Aspe dejaron de serlo hace tiempo) que, a ojo de buen cubero, suman poco más de 2 % de las acciones. El principal accionista es Indigo Group, con 12 %, e incluye a Black Rock, por ejemplo. Aunque la mayoría votante en el Consejo deba ser mexicana, los accionistas no lo son.
Si también consideramos que el mercado norteamericano representa un porcentaje muy elevado del pasaje internacional de Aeroméxico, y bastante elevado de su pasaje total, podemos hacernos una pregunta: más allá del nombre y del hecho de que sus headquarters se encuentran, por ahora, en la Ciudad de México, ¿es Aeroméxico una línea mexicana? En el caso de Volaris, sin el nombre, ¿se trata de una línea mexicana? O tal vez ese tipo de definiciones, propias de la cabeza de López Obrador de los años setenta, carece de sentido.
Lo mismo sucede con la refinería de Deer Park, que Pemex acaba de comprar. Según AMLO, con la propiedad del 100 % de las acciones, México pronto será autosuficiente en gasolinas, ya que lo que se importe de Texas —hasta 340 000 barriles diarios de todos los productos y como 220 000 de gasolinas, suponiendo que la totalidad de la producción de Deer Park se exporte a México— será “mexicano”, ya que se produce en una refinería “propiedad de la nación”.
El pequeño problema es que esa propiedad se ubica en otro país, y está sujeta a las leyes de ese país (la 4T todavía no ha recuperado Texas). Yo no creo en la autosuficiencia energética, pero supongo que quienes sí lo hacen, al igual que AMLO, la valoran porque no “dependemos” de nadie si somos autosuficientes. Otra vez, una pregunta.
En caso de un desastre climático, natural o de seguridad nacional en Estados Unidos o Texas, ¿qué sucedería si la Texas Railroad Commission, el gobernador de Texas, el secretario de Energía en Washington o el presidente de Estados Unidos decide prohibir la exportación de gasolina a otros países (como casi ocurrió con el gas natural en febrero)? ¿Quién manda en Deer Park? ¿El director de Pemex, o las autoridades norteamericanas? ¿Deer Park, hermano, ya eres mexicano? ¿Como Evo? ¿O manda Greg Abbott?