La sabiduría de los viejos –que hoy se desprecia y califica de anticuada- tenía la habilidad de evitar una confrontación, recordando que “cada cabeza es un mundo” Hay cabezas que ven en lo extranjero actitudes injerencistas, deseo de colonizar, hambre de quedarse -sin compensación adecuada- con lo ajeno; y sí, algunas cabezas a lo largo de la historia han actuado de manera congruente a estas premisas como los que entregaban espejitos por oro o diamantes –en África- y peor aun los que a la mala se apropiaban de las tierras de otros para beneficio propio. Algunos pudientes –por la riqueza material que tienen o el poder que les permite un margen de actuación tan amplio -son auténticos inhumanos que se permiten abusar del otro disponiendo del físico de sus servidores –esclavos o no- a los que no les dan descanso ni les retribuyen lo correcto en términos de paga o alimentación, ni mucho menos les permiten decidir acerca del ejercicio genital de su cuerpo. Siendo esta realidad tan antigua como la humanidad misma ¿es legítimo calificar genéricamente a muchos prójimos? ¿Será cierto que todos los españoles llegaron al continente americano a explotar y masacrar a sus pobladores aquí asentados? ¿Cuántos análisis serios hay en la información de que los portugueses o los ingleses eran peores colonizadores que los españoles?
Cuando la ignorancia y el fanatismo se conjuntan, es relativamente fácil lograr que una idea manejada múltiples veces, se convierta en algo indubitable, por igual si se trata de difundir un concepto “positivo” que alguno falso o negativo. En otros tiempos y en tratándose de grupos más ignorantes, iglesias –católicas, algunas ortodoxas y otras- difundían leyendas urbanas como verdades milagrosas[1]. Tales opiniones caen por su propio peso, cuando se analizan a la luz de estudios teológicos serios, las versiones de la trans-sustanciación, la con-sustanciación y el simple uso de símbolos para el recuerdo de un hecho importante iniciado en la llamada Santa cena. ¿Por qué es más aceptable registrar como verdadera la afirmación de que un gobernante es borracho y otro bisexual? Y si acaso se acumulan las mentiras ¿es fácil asumir que es mentiroso? ¿Sabías que Pedro Infante aborrecía las bebidas alcohólicas? ¿Podrías asegurar que hoy los funcionarios de verdad no son corruptos? ¿Por qué persiste en el pueblo la certeza de corrupción respecto a personajes que lucen como intocables?
En el ámbito familiar siempre hay cuando menos un personaje, que en el paso de la vida se percibe como “buena onda”, hasta que de pronto –muchas veces es por el tema del dinero de una herencia o de alguna posición que se envidia- se descubre que era una persona impresentable y completamente distinta del grueso del grupo. Por supuesto que además sorprende el descubrimiento de la esencia de tales engañadores y el tema se hace importante cuando debemos, cada uno de los miembros de la familia decidir si a tal sujeto que quizá nos dañó o simplemente pretendió hacerlo, debemos denunciarlo para meterlo a la cárcel, hablar para hacer aclaraciones, alejarnos para evitar su toxicidad o simplemente perdonarlo y dejar que la vida ponga las cosas en su lugar ¿Es posible hacer lo mismo si por causa de envidia y las limitaciones del otro perdimos el trabajo, nuestro patrimonio, el producto del esfuerzo de años o el reconocimiento de muchos que tenían otra imagen de nosotros?
Más difícil es la respuesta si esto no solo te ocurre a ti, sino a toda una comunidad, un estado libre y soberano o un país que debido a sus pocas habilidades deja a miles de familias sin la presencia de un ser querido ¿Se vale que por el juicio ligero de alguien que ni te conoce, empieces a perder amistades y verte limitado en tu movilidad inclusive mundial? Mucha gente está manifestando su molestia por los calificativos que desde el púlpito más elevado de la política se dice de la clase media, de quienes han pertenecido a otros partidos, o simplemente se interesan más en sus asuntos familiares y sociales que en el ejercicio de la política. ¿Tiene alguien derecho a satanizarte por esto? Conozco ciudadanos preocupados por el cambio climático y la certeza de que en pocos meses se iniciará una migración debido al medio ambiente ¿Deben resignarse miles de carentes de agua a morir o sobre vivir solo de limosnas del gobierno? Cómo cada cabeza es un mundo hay muchos que con todo el sacrificio que implica preferirán buscar nuevos horizontes. Miles de cabezas creerán que esto es traición a México; muchos otros se quejarán de haber invertido en la educación de gente que irá a trabajar en otra nación; algunos más aprovecharán para lanzar fuertes críticas al gobierno presente o pasado porque a fin de cuentas de nacionalidad mexicana tenemos más menos 120 millones de personas en el territorio y casi treinta en el extranjero.
Lo cierto es que, los abuelos tenían razón, cada cabeza es mundo. Hay quienes de plano desprecian y se apenan de ser mexicanos y escogen vivir en Texas o California. También hay quienes dicen que México es pésimo lugar para invertir porque carecemos de seguridad física virtual y jurídica, en tanto que otros mueren por establecerse aquí como lo han hecho quienes viven en San Miguel Allende Guanajuato o Ajiquic Jalisco. La motivación que suma a las cabezas mexicanas es también disímbola, unos dicen que el mexicano es tonto o ingenuo, otros, reconocen su gran capacidad de trabajo, e incluso hay quienes desearían que sus hijos participaran de los logros académicos y sociales de muchos de nuestros hijos o nietos. ¿Qué es lo que piensa su cabeza? ¿Está esperando la oportunidad de vengarse por haber quebrado su empresa? ¿Prefiere asistir a un programa de concurso en los medios? ¿está punto del suicidio porque las cosas no le van bien? O de plano es de los entusiastas, capaces de plantearse nuevas metas, otro tipo de negocios y quizá darles a sus hijos, la oportunidad de aprender lo valioso del trabajo y las nuevas finanzas.