Cuando estudie psicología siempre me llamó la atención el funcinamiento del cerebro y más que dedicarme a la psicología clínica, mis pasos siempre me encaminaron a la psicofisiología y la neuropsicología. Justo al interesarme este tema, de la relación cerebro-mente, la psicología soviética y sus investigadores más destacados como Pavlov y Sechenov, capturaron mi interés y atención.

Según esto, la psicología de principios del siglo XX, que proponía que la mente era algo inmaterial y que no se podía investigar porque era inasible, era la psicología de los zares, de la iglesia y demás “conservadores” (esos sí de a de verdad) de la época.

En 1918, después de la gran revolución de octubre del 17, se creó en Petrogrado (al ratito Leningrado) el Instituto de Investigación del Cerebro, que contradecía todo lo dicho por los psicólogos fifis de aquellos años y a partir de ese momento y poco después, el mismísimo Lenin firmó un decreto para reconocer y apoyar las investigaciones de Pavlov, con todo y sus perros y sus campanitas.

El asunto era políticamente muy serio (y yo diría muy preocupante), ya que en medio del estalinismo (y por decreto) se trataba de que la psicología fundamentara el materialismo histórico y dialéctico para poder aplicarlo en la realidad psicológica de eso, que desde entonces, se llamaba “pueblo”. Uy, que miedo, adiós a la libertad de cátedra y a la libertad para la investigación.

Por todo esto se destinaron apoyos para estudiar las características psicológicas humanas y su relación con el proceso histórico social que se estaba llevando a cabo durante la revolución. Y otro psicólogo de mis preferencias, Vigotsky, se dedicó de lleno a formular una comprensión “aprobada” de las funciones psicológicas de los humanos.

Y bueno, pues si usted pertenecía en ese entonces a una corriente psicológica que no correspondía a estos criterios político-ideológicos pues estaba usted hundido. Stalin eso no lo perdonaba. ¡Lealtad ante todo! Total, ¿qué importaba la ciencia?

de

Todo esto viene a cuento porque me enteré que la directora general de las Universidades Benito Juárez de la , dijo hace unos meses que se tomarían medidas contra maestros y académicos que tuvieran las carreras de psicología, pedagogía y comunicación. Bueno…y ¿por qué? Pues porque de acuerdo con esta funcionaria, Raquel Sosa, estos profesionistas tienen una formación “neoliberal” que no tiene cabida en el proyecto educativo de la 4T. ¡Protégenos, Jesucristo!

Órale, ahora sí que como psicóloga que soy, he sido declarada formal e ideológicamente incompatible con la actual administración y conservadora. Mire no más las cosas que tiene el neo-estalinismo.

De más está decir que los despidos de docentes y asistentes académicos en las universidades de la 4T se han registrado de forma masiva en semanas recientes.

Raquel Sosa al parecer, de acuerdo a datos de el periódico La Crónica y otras fuentes consultadas, confirmó su rechazo a contar en su plantilla académica con pedagogos, psicólogos y comunicólogos que digan ‘esto no se hace así, se hace de esta otra manera’, ya que tenemos—sigue Doña Raquel— nuestra propia manera de hacer las cosas y diferimos fuertemente de la mayoría de las personas que se han formado en pedagogía y que no conciben esta orientación de nosotros, porque están formados en toda la visión neoliberal.

Para esto el reglamento de las Universidades Benito Juárez no menciona exclusión alguna y busca la pluralidad profesional, sin tintes ideológicos, donde se privilegie la formación educativa de los de comunidades marginadas y alejadas de los centros educativos. ¿Y entonces…qué pasó?

Según dicen maestros y académicos corridos por su conservadurismo, ven en sus despidos una acción unilateral, arbitraria, represiva e infundada por parte de la señora directora Sosa.

Ahora resulta que como en los tiempos de Stalin, solo está permitido pensar de una sola manera, y más vale que las teorías y las prácticas se apeguen a lo que dice el caudillo. Y pobre de aquel que se atreva a desafiar el dogma del autócrata porque de menos será despedido si no es que enviado directamente y sin escalas a Siberia. No, pues sí, estamos a punto de institucionalizar los otros datos. Así que no se atreva a decir ni pío. Amén.

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