A pesar de una reducción en las horas trabajadas en 2020, México se mantiene como el país con las jornadas más extensas, incluso durante la pandemia. En promedio, los mexicanos laboran 2,124 horas al año, esta proporción es de 1,687 entre los países de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE).
Aunque Colombia supera a México en horas trabajadas, los datos para el país sudamericano corresponden a 2019 y no reflejan aún el impacto de la pandemia, lo que posiciona a nuestra nación como el primer lugar entre los miembros de la OCDE por horas laboradas durante la emergencia sanitaria por la covid-19.
“En México se trabaja, de manera muy notable, más horas que el promedio de los países de la OCDE y, al mismo tiempo, la productividad durante esas horas de trabajo no es igual de alta. Parece que hay un bono cultural que reconoce o da mayor valor al trabajo de las personas por el número de horas que destina al trabajo más allá del valor que generan durante ese tiempo”, apuntó en entrevista Roberto Martínez, director del Centro de la OCDE en México.
La pandemia provocó que en México el número de horas trabajadas se redujera 38% entre enero y abril de 2020, es decir, más del doble de la disminución observada entre los países miembros de la OCDE. El indicador se ha recuperado —con un tropiezo a inicios de 2021— a medida que se reactiva la economía; sin embargo, hasta marzo de este año se mantenía 10% por debajo de su nivel previo a la pandemia.
“A diferencia de muchos países europeos, donde las horas de trabajo perdidas se explican por reducciones de las horas trabajadas por personas que permanecieron ocupadas, en México este ajuste se canalizó principalmente a través del desempleo, que representó más de la mitad de las horas no trabajadas en 2020”, destacó el organismo.
Pese a la reducción de horas trabajadas, un fenómeno observado en todo el mundo, nuestro país destaca entre las naciones donde la fuerza laboral destina más tiempo a las actividades productivas.
En ese tenor, Roberto Martínez consideró que la pandemia matizó esta tendencia observada en el país desde hace muchos años: se trabaja mucho, pero los niveles de productividad son bajos.
La brecha de México con otros países de América Latina es evidente. Por ejemplo, con Costa Rica, la nación más cercana en el comparativo, hay una diferencia de 211 horas más al año; con Chile la distancia se amplía a 299 horas.
Esta coyuntura es una oportunidad para revisar en México las maneras en que se captura el mérito en el número de horas trabajadas en función del valor que se genera”.
Sin embargo, el impacto en la reducción de la jornada laboral fue diferenciado. El representante de la OCDE en nuestro país indicó que en el segundo trimestre de 2020 el 85% de la caída en las horas trabajadas entre las personas de 15 a 24 años estuvo vinculada al desempleo. En ese mismo periodo, menos de la mitad de las horas perdidas en la población mayor a 25 años se atribuyó a la pérdida de empleo.
“Esto es muestra de que los trabajadores jóvenes tienen contratos menos estables y están en los sectores más afectados por la pandemia”, expresó.
Perspectiva del mercado
Entre los países de la OCDE, México tuvo una de las mayores caídas del empleo a inicios de la pandemia, 2.4 veces mayor que el promedio. La ocupación y la ausencia de una red de protección provocaron una pérdida de 11% en el ingreso de los hogares.
Por otra parte, la tasa de desempleo, pese a las disminuciones que se han observado, se mantiene en 4.2%, lejano al 3.6% reportado previo a la emergencia sanitaria. La organización estima que en el último trimestre de 2022, este indicador estará todavía 0.5 puntos porcentuales por arriba de su nivel prepandemia.
“Esto apunta a una recuperación lenta en términos de empleo”, dijo Roberto Martínez. La pandemia, agregó, complicó aún más el acceso al mercado de trabajo y eso se refleja en una tasa de participación de la fuerza laboral de 69%, la cuarta más baja en toda la agrupación.
“Hay riesgos de que queden cicatrices. Entre más lenta sea la reactivación del empleo y entre menos se logre la conversión de la fuerza laboral en habilidades, competencias y destrezas, se puede perjudicar más a la población juvenil que en estos momentos se encuentra en su mejor época en la vida productiva cayendo en el desempleo, subempleo, precariedad e informalidad”.
En la construcción de un mercado laboral más incluyente y sólido, Roberto Martínez consideró que nuestro país necesita incrementar la inversión en los servicios públicos de empleo y estrategias de desarrollo de nuevas habilidades para los trabajadores.