El año pasado, en medio del confinamiento obligatorio por la pandemia de covid-19, la mundial entró en una profunda recesión, con la posibilidad muy real de convertirse en depresión. Hoy, un año y medio después, estamos en una situación radicalmente diferente. Ahora el reto es evitar un sobrecalentamiento económico que genere una inflación descontrolada.

Los países desarrollados, en particular , utilizaron todas las armas de su arsenal de política económica para evitar el colapso el año pasado. Por el lado de la política fiscal, los gobiernos salieron a gastar enormes cantidades de dinero para estimular a la economía. Un gasto equivalente a varios puntos del Producto Interno Bruto () como no se había visto desde la del siglo pasado. De pronto regresamos a la ortodoxia del pensamiento de John Maynard Keynes.

Pero, por el lado de la política monetaria, se hizo realidad el sueño de Milton Friedman, quien recomendaba echar dinero desde un helicóptero para evitar que una recesión se transformara en depresión. Los centrales bajaron de inmediato las tasas de interés a cero (negativas, en términos reales) e inyectaron billones de dólares de liquidez.

Vimos, en suma, a gobiernos regalando dinero en subsidios y a bancos centrales regalando dinero con tasas de interés reales negativas. La gente, que no es tonta, se formó para recibir los recursos gratis y gastarlos. La receta funcionó. La caída económica por la pandemia fue temporal. Se evitó la depresión y se logró una recuperación muy rápida y sólida de las economías. Estados Unidos y China, las dos economías más grandes del planeta, recuperaron lo perdido durante la pandemia. Su PIB ya está por arriba de antes que comenzara la propagación del SARS-CoV-2.

Hemos atestiguado, en este sentido, un éxito de política económica contracíclica, tanto por el lado fiscal como monetario.

Pero ahora viene lo bueno: hay que regresar, de manera gradual y predecible, a la normalidad económica de que las cosas cuestan. ¿A qué me refiero?

Tanto gasto público y tanta liquidez monetaria generaron una inflación mundial. Lo primero que subieron fueron los precios de los activos (acciones, bonos, bienes raíces). Luego las materias primas, automóviles, productos manufacturados y enseres domésticos. Salvo algunas excepciones, los bienes y servicios subieron de precios.

Vino un debate muy interesante de si este incremento de la inflación era temporal o estructural. El hecho es que el crecimiento de los precios ha sido más alto y prolongado de lo que se pensaba. Así lo ha reconocido el propio presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, Jerome Powell, esta semana. Todo indica que llegó el momento de frenar el frenesí para regresar a la cordura de crecimientos moderados, tanto del PIB como de los precios.

Los bancos centrales pueden darse el lujo de que la inflación se salga de sus objetivos por unos cuantos meses, pero llega el momento que deben actuar para no perder credibilidad que sí la pueden controlar. Este momento ha arribado. Tan sólo hay que ver el precio del petróleo para entenderlo.

En días recientes, los mercados han empezado a descontar que los bancos centrales retirarán liquidez para posteriormente subir las tasas de interés. Así que, en lo que resta de 2021, y lo que viene en 2022 y 2023, veremos la corrección de las políticas monetarias y fiscales expansivas. El único que quizá pueda seguir gastando sin muchos límites es el de Estados Unidos, que tiene la maravillosa exclusividad de colocar deuda en su moneda que el mundo entero adquiere.

En el caso de , nuestro banco central ya comenzó a subir las tasas de interés y sospecho, por la inflación reportada en septiembre, que seguirá por este camino. En cuanto a la política fiscal, pues el gobierno de López Obrador, a contracorriente del mundo entero, nunca abrió la chequera pública para estimular a la economía, así que no puede corregir lo que no hizo.

México, no obstante, sufrirá por la eventual desaceleración económica de Estados Unidos, país que crecerá menos hacia adelante. Nuestra economía, que todavía no se recupera a los niveles de antes de la pandemia, se irá enfriando a medida que nuestro vecino del norte empiece a endurecer su política monetaria. Esto en el mejor de los casos porque, si la Reserva Federal se equivoca en el aterrizaje, ahí todo el mundo sufrirá, comenzando por México que tanto depende de la economía estadunidense.

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