López Obrador presentó su iniciativa de reforma constitucional en materia eléctrica. Hay mucho que decir, sobre todo en la parte sustancial. Hoy, sin embargo, me concentraré en el tema político. Estamos entrando a una coyuntura crítica donde veremos qué tanto sobreviven o no las reformas orientadas hacia el mercado que comenzaron en los años ochenta del siglo pasado. Y en el centro de este debate estará uno de los partidos que las promovió: el PRI.
Hace cuarenta años, Carlos Tello Macías y Rolando Cordera publicaron México: la disputa por la nación. Con un modelo de desarrollo agotado, los autores identificaban dos alternativas futuras muy diferentes. Por un lado, la neoliberal, donde México se abriría económicamente a la globalización en un proceso acelerado de integración con Estados Unidos. Por el otro, la nacionalista, que implicaba la reactualización del proyecto cardenista con una mayor participación del Estado en la economía nacional a fin de combatir la desigualdad social.
A final de 1982, el presidente López Portillo todavía escogió la opción nacionalista al estatizar la banca. Con el país quebrado, el presidente De la Madrid dio un giro de 180 grados hacia el polo neoliberal. La continuidad de este proyecto quedó sellada cuando De la Madrid nombró a Carlos Salinas como candidato presidencial del PRI en 1987. En el camino se quedó Manuel Bartlett, que representaba la opción nacionalista. Otros priistas que comulgaban con esta alternativa, como Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, se salieron del PRI al sentirse desplazados.
Salinas y posteriormente Zedillo profundizaron las reformas neoliberales. Siempre enfrentaron, sin embargo, a los nacionalistas que se quedaron en el PRI y que los veían con recelo. Algún día se tendrá que escribir la historia de la disputa por la nación dentro del PRI, que no fue tan aterciopelada como se piensa.
Luego vinieron los presidentes panistas (Vicente Fox y Felipe Calderón), quienes siguieron por el camino neoliberal porque la agenda de liberalización económica era más cercana al PAN que al PRI.
El tricolor, sin embargo, regresó al poder en 2012. Y continuó con su línea neoliberal. El presidente Peña sacó adelante una serie de reformas de gran calado que habían sido imposibles de aprobar por el rechazo del PRI durante los gobiernos panistas. Entre otras, las que tocaban el nervio más sensible del proyecto nacionalista: las del sector energético (petróleo y electricidad).
En 2018, finalmente ganó el viejo nacionalismo revolucionario que, por fortuna, no echó para atrás la joya de la corona del neoliberalismo: el tratado de libre comercio con Estados Unidos. Pero para López Obrador siempre fue una afrenta que el sector privado participara en los mercados energéticos. Por eso quiere revertir reformas como la eléctrica. Está en su derecho. Ganó las elecciones y de eso se trata la democracia, de cambiar las políticas públicas de acuerdo con la voluntad de las mayorías.
López Obrador trató de modificar las reglas eléctricas a través de decretos del Ejecutivo que pararon los jueces por inconstitucionales. Luego intentó hacerlo con una reforma a la ley secundaria que también detuvo el Poder Judicial por la misma razón. El Presidente ya entendió que la única manera de llevar a cabos los cambios profundos es enmendando la Constitución.
Pero no tiene los votos para hacerlo ni en la Cámara de Senadores ni en la de Diputados. La alianza Morena, PT y Verde se queda corta de la mayoría calificada de dos terceras partes requeridas. Necesita, entonces, el apoyo de legisladores de la oposición. El PAN, evidentemente, no lo va a hacer porque significaría rechazar una reforma por la que han peleado durante décadas. Queda, entonces, el PRI.
El sexenio pasado, este partido votó a favor de liberalizar los mercados energéticos. Seis años después, ¿se echarán para atrás?
¿Cómo la va a jugar el PRI ahora que gobierna un nacionalista como AMLO? ¿En cuál de los dos polos se posicionará? ¿Mantendrán la visión neoliberal que han tenido desde De la Madrid o regresarán a sus orígenes históricos del nacionalismo revolucionario hoy encarnado por Morena? ¿Se partirá el partido como en 1987 por una reforma que está proponiendo el Presidente?
Estamos frente a otro episodio más de la disputa por la nación. Y eso, creo, es lo que quiere López Obrador: que el PRI se defina, y si se divide, mejor. Que los nacionalistas acaben de alinearse con Morena y los neoliberales con el PAN. Por eso, más allá de la sustancia, la reforma eléctrica es una interesante estrategia de polarización política rumbo a las elecciones de 2024.