El egocentrismo, la falta de empatía y de visión limitan el bienestar de la sociedad y el desarrollo del país. En su lado oscuro, el ser humano es capaz de realizar acciones que tienen consecuencias adversas, en ocasiones imprevistas, por ignorancia y a veces por maldad y avaricia. El asunto es peor en aquellos que se supone, por tener más visión, tienen más obligación. En la sociedad hay traidores que, por jalar agua a su molino, descobijan al resto.
En el Infierno, de Dante, el ser humano desciende a través de un descomunal trayecto, una especie de espiral con varios niveles. En el último nivel, el más cercano a Lucifer, están los traidores, lo peor de los pecadores, superando a lujuriosos, glotones, avaros, iracundos, perezosos, herejes, violentos y fraudulentos. Ahí los traidores están castigados en un lago de hielo que simboliza la frialdad de mente y corazón con la que han hecho daño, distribuidos según la gravedad de sus traiciones hacia alguien de su familia, hacia alguien en la comunidad, hacia los huéspedes y hacia el señor feudal. Qué tremenda analogía con la naturaleza humana, qué relevante para ilustrar nuestra circunstancia actual.
La reforma energética que pretende el presidente López Obrador implicaría, de ser aprobada, un daño en varios aspectos para el país. Detona lo que queda de confianza para invertir en México y, en aras de aumentar el control, da a la CFE un poder monopólico. Expertos en el tema, dentro y fuera del país, han señalado las consecuencias adversas. Aumento de tarifa para las familias mexicanas, un servicio deficiente; atenta contra la generación de energías limpias, aumenta la generación de emisiones de carbono, pone en riesgo el cumplimiento de tratados internacionales. Es una traición a los mexicanos, particularmente a los más pobres.
Esta reforma tiene varias garitas legislativas. Requiere, para el partido en el poder, el apoyo de otros partidos, particularmente del PRI, otrora gran actor de la vida pública en México. La historia le da a este partido un nuevo punto de inflexión: ¿tendrán sus legisladores el temple y la sabiduría para detener lo que puede ser una de las grandes equivocaciones de este gobierno?, ¿o acaso traicionarán al pueblo de México? De esta decisión depende su futuro como instituto político y también el futuro en cuanto a repercusiones para millones de mexicanos. Habría que recordarles esas palabras que tienen enfrente con letras doradas: «La Patria es primero».
Vale la pena recordar el contexto. La historia cuenta que, ante la posibilidad del indulto ofrecido por el bando contrario, Vicente Guerrero ponderó su decisión con estas palabras: «Señores, este es mi padre, ha venido a ofrecerme el perdón de los españoles y un trabajo como general español. Yo siempre lo he respetado, pero la Patria es primero». Éste es el tipo de decisiones patrióticas que necesitamos hoy.
No sólo requerimos esta altura en los políticos, también en diversos actores de la vida nacional, como empresarios «de alcurnia» que durante años se han acomodado con el poder, creciendo su fortuna al amparo de contubernios, ampliando su dominación en el mercado, obstaculizando competidores, manipulando precios. Ellos también son traidores al país, su fortuna ha costado muy cara a México. Quiero dejar muy claro que no me refiero a la clase empresarial, como si fuera un monolito, pues en México también tenemos empresarios, acaudalados y no, grandes, medianos y pequeños, que han sabido participar con todas las de la ley, pagan impuestos, buscan el beneficio de sus trabajadores, se las ingenian para competir a pesar de los desaciertos de su gobierno y el embate de la competencia extranjera.
Cada servidor público, sin importar su nivel jerárquico y la trascendencia de sus acciones, decide, día a día, si La Patria es primero o si es un traidor a su país, a sus hijos, a su futuro. En última instancia el criterio aplica para cualquier ciudadano, nada más que el tema es más sensible en aquellos que tienen el mandato constitucional de velar por los intereses de la sociedad y de la nación.
Escribió Thomas Hobbes: «El hombre es un lobo para el hombre», podríamos decir: «el ser humano es el traidor del ser humano». O no, también está el otro lado de la historia, como Vicente Guerrero.
@eduardo_caccia