Mariana y Carlos son hermanos gemelos y están aprendiendo la conjugación del verbo correr en copretérito y pospretérito. Tienen dudas pero no pueden ponerle pausa a la clase que se está transmitiendo por televisión. No hay un profesor que les guíe. La madre de Mariana y Carlos, cuyos apellidos omito para no difundir sus datos personales, está atendiendo a los clientes de la taquería en la que estoy comiendo, sus hijos le comparten sus dudas pero justo llegó una pareja a la mesa que quedaba libre. ¿Quién resuelve las dudas de Mariana y Carlos? ¿Aprenderán el copretérito y pospretérito? ¿Cuántas dudas más habrán tenido a lo largo de este año y medio de no asistir a la escuela? ¿Qué pasará con los estudiantes que no pudieron ni siquiera ver la televisión?
Antes de la pandemia la educación ya era significativamente desigual entre regiones, estratos económicos y género; la disponibilidad también mostraba ser insuficiente y, además, no había indicadores que permitieran medir la calidad educativa. Luego la Covid-19 llegó a profundizar todas estas problemáticas.
Desigual: los que pueden aprender, los que pueden estudiar y los que quedan fuera
En México la disponibilidad educativa es insuficiente para cubrir con los estándares globales recomendados para garantizar una educación óptima. Estas carencias se profundizan en medida en que el nivel educativo es mayor y la incidencia es mucho mayor en las zonas rurales del país.
A medida que llegó la pandemia y las escuelas cerraron sus puertas para trasladar el aprendizaje a las pantallas estas problemáticas se volvieron más grandes y se crearon otras nuevas.
Mariana y Carlos tienen la posibilidad de tomar clases, (muchos estudiantes de todos los niveles educativos no pudieron) pero incluso esto no significa que estén avanzando conforme a los programas de estudio y los estándares educativos para cada grado; debido a la escasez de docentes, materiales, acceso a plataformas, infraestructura, tiempo disponible, supervisión en casa y hasta personal administrativo.
De acuerdo con cifras del Coneval (Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social), una cuarta parte de las primarias y secundarias públicas tienen plantillas docentes incompletas y 2 de cada 10 estudiantes de primaria no recibieron los libros de texto gratuitos a tiempo. En el paso de secundaria a preparatoria se pierden cerca de 2 millones de alumnos matriculados en escuelas públicas y las mujeres son mayoría en este grupo.
La Covid-19 llegó y las carencias en la disponibilidad educativa se profundizaron generando que 285,360 estudiantes inscritos en el ciclo escolar 2019-2020 no pudieran terminarlo porque perdieron contacto con sus maestros o porque sus escuelas cerraron temporal o definitivamente.
Y la mayor parte de las deserciones estudiantiles se dio en el grupo de los estudiantes más pequeños, como Mariana y Carlos, en educación primaria y secundaria, según las cifras de la ECOVID-ED del Inegi.
Los datos también reflejaron que la necesidad económica fue otra de las razones fundamentales para la deserción estudiantil durante el 2020, el año más agresivo de la Covid-19. Cerca del 16% de los alumnos que desertaron durante ese ciclo escolar lo hicieron porque necesitaban trabajar o por falta de dinero.
Pero para estudiar en tiempos Covid-19 no sólo se necesitan recursos económicos, el tiempo y la guía en casa ha sido fundamental. La encuesta reflejó que 7% de los estudiantes de primaria no recibieron apoyo de ningún familiar durante sus clases en línea y esta situación asciende a 48% para los estudiantes de secundaria.
De modo que la pandemia creó distintos grupos de estudiantes en el país: quienes definitivamente quedaron fuera del sistema educativo hasta nuevo aviso, quienes siguen estudiando pero que difícilmente se puede medir el aprovechamiento académico y quienes de manera más privilegiada han podido mantener una guía en casa, contacto con sus docentes y escuelas y monitoreos periódicos.
El difícil acceso: el acceso a internet es imposible en gran parte del país
La educación, que ya antes de la pandemia era de difícil acceso para muchos niños y jóvenes, se convirtió en una imposibilidad definitiva para más de una cuarta parte de la población en edad estudiantil.
Mariana y Carlos tuvieron la posibilidad de seguir sus clases a través de la televisión que tienen en el negocio de tacos de su mamá en el centro histórico de la Ciudad de México, pero esta no es la misma situación de millones de estudiantes en el país.
En México todavía 3 de cada 10 (28%) de los mayores de 6 años no cuenta con acceso a internet y 2 de cada 10 (23.4%) no cuentan con un televisor en el hogar, según las cifras de la ENDUTIH (Encuesta Nacional de Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares) del Inegi.
Michoacán, Guerrero, Veracruz, Oaxaca y Chiapas son los estados en los que la tasa de usuarios de internet es menor de 60 por ciento. Esto implica que el acceso a plataformas digitales, redes sociales, medios virtuales o cualquier tipo de actividad que necesite un dispositivo electrónico y conexión a internet está fuera del alcance de 4 de cada 10 habitantes de estas entidades.
Y ni hablar de la tenencia de internet en casa. En Chiapas sólo 27.3% de los hogares cuentan con internet propio. 40.0 y 45.2% para Oaxaca y Tabasco respectivamente.
La educación en línea fue un reto para todos los estudiantes, sus padres y sus profesores, pero una imposibilidad real para millones de niñas, niños y jóvenes en condiciones de alta vulnerabilidad económica, regional o étnica. Las pruebas internacionales educativas reflejarán el impacto que tuvo la pandemia no sólo en la ampliación de brechas sociales, sino también en el aprovechamiento académico general de los estudiantes mexicanos.