Uso poco una aplicación muy conocida de mensajería instantánea, cuya principal carta de recomendación es que es difícil de intervenir. No sé ustedes, pero entre las redes sociales y otros servicios de comunicación inmediata, es difícil dedicar tiempo a todas estas plataformas. Abandonada por ese motivo, hace varios días parece que sufrió intento de hackeo, como se le conoce comúnmente.
No pasó a mayores, pero a lo largo de los meses he recomendado, en privado y en público, que seamos cuidadosos con nuestras cuentas electrónicas y nos aseguremos de activar todas las funciones de seguridad a la mano para evitar cualquier ataque. Precisamente en una oleada de ellos a una de las plataformas más populares, fue que el otro servicio cobró fuerza porque no podía pasarles lo mismo a sus cuentas.
La realidad es que la delincuencia, común o cibernética, tiene un comportamiento similar en cuanto a su objetivo de “negocio” y para ello se capacitarán en lo que sea necesario para tratar de afectarnos en lo físico y en lo virtual. Si es posible obtener dinero rápido con mensajes apócrifos desde una cuenta intervenida, harán la inversión en equipo, capacitación y personas especializadas para llevarlo a cabo.
Lo conveniente para nosotros los ciudadanos es prevenir y estar atentos a lo que ocurre con los diferentes canales de comunicación electrónica que establecemos y cerrar su acceso solo a quienes decidamos dejar entrar. No es infalible, pero nos permite anticipar cualquier ataque probable.
Si nos ha ocurrido, es importante avisar a nuestros contactos de inmediato y pedirles que ignoren peticiones o mensajes de auxilio. Un caso que conocí el año pasado fue identificado gracias a que una de las personas en la lista de contactos llamó a la víctima después de leer un mensaje en el que le solicitaban tres mil pesos, pero lleno de faltas de ortografía, lo que le hizo sospechar.
Al preguntarle sobre su esposa recibió una respuesta amable agradeciendo la preocupación, lo que confirmó su desconfianza: su amigo era soltero.
Muchos delincuentes parten de la seguridad de que somos personas de buena fe que no buscamos demasiadas explicaciones cuando alguien cercano está en problemas y mucho menos nos gusta meternos en ellos. Ser precavidos y estar en comunicación con nuestro entorno no es intervenir en la vida de nadie, sino evitar que un criminal pueda aprovechar esos silencios y esas fallas de coordinación para engañar y engañarnos.
Las medidas de protección llamadas de “dos pasos” que exigen un número de identificación que solo conoce el usuario directo son otro consejo que sirve; cambiar esas contraseñas de manera regular protege de estos incidentes y de los diferentes medios que tiene la ciberdelincuencia para apoderarse de correos electrónicos, consolas de videojuegos, teléfonos celulares y todo tipo de espacios en los que estamos interactuando.
Una llamada telefónica de vez en cuando es de gran ayuda también. Aunque pasadas de moda y en un alarmante desuso, saber de viva voz cómo están familiares, amigos y colegas de trabajo, entre otras personas cercanas, permite que no seamos sorprendidos fácilmente.
El delincuente promedio, sobre todo en el ciberespacio, es un cazador de huecos y en la primera oportunidad en la que identifica uno trata de usar la tecnología que nos comunica en contra nuestra. Es un negocio ilícito que se vuelve más común conforme nuestros hábitos de compra, de venta y de pago, se trasladan al mundo digital, uno que debemos cuidar tanto como el real o más, porque será la naturaleza híbrida de nuestra existencia en los años porvenir.