Resulta imposible no referirme al berenjenal en el que se encuentra el presidente López Obrador, luego de que la organización Mexicanos unidos contra la corrupción y la impunidad, a través de Latinus, diera a conocer el reportaje acerca de la casona de José Ramón López Beltrán en Houston, Texas.
Para tener un contexto más amplio, recordemos que Andrés Manuel López Obrador es padre de: José Ramón, Andrés Manuel y Gonzalo Alfonso, de su primer matrimonio con la finada Rocío Beltrán (+), y Jesús Ernesto, producto de su enlace con Beatriz Gutiérrez. Su primogénito recibió el nombre de José Ramón en honor a uno de los hermanos de su padre: José Ramón López Obrador, quien murió víctima de un disparo en 1969, como consecuencia de un supuesto accidente en el que estuvo directamente involucrado el hoy presidente, a sus 16 años.
Ahora bien, mucho se ha hablado de la posible existencia de actos corruptos por parte de José Ramón López Beltrán, quien, luego de dos semanas, finalmente fijó su postura pública al asegurar que actualmente se encuentra desempeñándose como “asesor legal de desarrollo y construcción para KEI Partners”, empresa estadounidense que se dedica a los desarrollos inmobiliarios de lujo. Muy a tono con la política de austeridad que tanto pregona Andrés Manuel.
Un dato “curioso” es que, de acuerdo al Registro Nacional de Profesionistas de la Secretaría de Educación Pública, José Ramón López Beltrán obtuvo su cédula profesional número 484561, como licenciado en Derecho por la Universidad de las Américas en 2006, y aunque el sitio de internet de dicha institución educativa señala que cuenta con doble acreditación, la realidad es que, en Texas, estado donde reside y labora López Beltrán, el ejercicio de la abogacía exige pertenecer a la Barra de Abogados texana. Sin embargo, al consultar la base de datos de la State Bar of Texas, no encontré rastro alguno del hijo del presidente. ¡Ah que caray!
Cabe hacer mención de que no es la primera vez que el vástago del presidente López Obrador se encuentra en la mira por su desempeño profesional, pues en 2007, un grupo de legisladores de la Ciudad de México señalaron a López Beltrán como un empleado “aviador” de la extinta Procuraduría General de la capital de la República.
Para López Obrador, la corrupción -en sus distintas expresiones- es el mayor de los males que azotaron en México, y habló en pasado porque, según el propio Andrés Manuel, la corrupción ya no existe en nuestro país, menos en su gobierno; aunque caras vemos y mañas no sabemos.
De acuerdo con el diccionario de la lengua española, la corrupción se entiende como el “deterioro de valores, usos o costumbres” y también “En las organizaciones, especialmente en las públicas, práctica consistente en la utilización indebida o ilícita de las funciones de aquellas en provecho de sus gestores”. Mientras, al referirse a las aportaciones políticas de Platón, Norberto Bobbio asegura que la corrupción del Estado se manifiesta esencialmente con la discordia, ya que de la discordia surge “la situación más favorable para la constitución del peor de todos los gobiernos, la tiranía”. En síntesis, ya sea por las sospechas que rondan sobre su hijo o por la polarización creada y fomentada por el primer mandatario, estamos atestiguado la corrupción de López.
Post scriptum: “Servirse de un cargo público para enriquecimiento personal resulta no ya inmoral, sino criminal y abominable”, Cicerón.
* El autor es candidato a doctor en Derecho Electoral y asociado individual del Instituto Nacional de Administración Pública (INAP).
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