Me llama la atención lo poco que se habla de los ucranianos en todo este conflicto que tiene con Rusia. Al final, son los que ya están sufriendo las consecuencias. Estoy hablando de más de 44 millones de seres humanos que hoy están durmiendo con el Jesús en la boca esperando que los rusos no se atrevan a invadir su país.

Rusia, de acuerdo con fuentes de inteligencia militar de , está por lanzar una ofensiva para quedarse con el territorio ucraniano. El presidente ruso, Vladimir Putin, ya ha declarado que es en realidad parte de su país. Ha reconocido la independencia de dos regiones ucranianas del este: Donetsk y Lugansk. Esto, como ha dicho el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, es el primer paso para la invasión de Ucrania.

Rusia no tendrá problemas en intervenir en estas dos provincias con fuerte presencia de población rusa. Pero no será lo mismo si cruza el Rubicón y se lanza a tomar la capital, Kiev. El ucraniano cuenta con más de 200 mil elementos y un millón en reservas. No tiene, desde luego, el equipamiento que el ejército ruso. Pero, por lo que veo en la prensa, son un grupo de gente patriota dispuestos a dar la lucha para evitar que Rusia se trague a su país de un bocado.

En una guerra, seguramente ganarán los rusos por la superioridad militar que tienen. Sin embargo, no será un paseo de campo. Habrá muertos y heridos de los dos bandos, aunque los rusos acaben conquistando la capital ucraniana y, eventualmente anexándose este territorio, tal y como lo hicieron hace unos años con la península de Crimea.

Así que no olvidemos, en primera instancia, que detrás de este conflicto hay gente de carne y hueso cuya vida peligra hoy en día por la posible guerra.

Pero, más allá de esta triste realidad, está la geopolítica mundial. Lo que está en juego es mucho.

Estados Unidos, al renunciar a la posibilidad de intervenir militarmente para evitar la invasión rusa, le ha dejado el camino abierto a Moscú para devorarse a Ucrania. Ciertamente le dolerán a los rusos las sanciones económicas, pero tampoco quebrarán a ese país.

Lo cual nos lleva a la nueva realidad geopolítica. En la medida en que Washington ha renunciado a convertirse en el policía mundial, le ha dejado la puerta abierta a regímenes autoritarios para apropiarse de territorios extranjeros. Rusia se quedaría con Ucrania y, siguiente en la lista, los chinos estarían tentados a recuperar a Taiwán.

Aquí ya estamos hablando de otro tipo de conflicto. Ucrania no pinta en el escenario económico global. Si se lo quedan los rusos, no habría un impacto duro en la economía mundial. Otra cosa, sin embargo, es el caso de Taiwán que es uno de los cuatro tigres asiáticos junto con Hong Kong, Corea del Sur y Singapur. La economía taiwanesa es indispensable para las cadenas globales de valor de la industria electrónica. Es el principal productor de microchips en un momento donde hay escasez de estos bienes. Que China invada y se anexe a Taiwán tendría repercusiones muy serias para la economía global.

Imaginemos que Rusia se traga a Ucrania y China a Taiwán. Sería un desastre para la hegemonía de Estados Unidos en el mundo. Dos de sus rivales demostrarían su fuerza. El problema es que tanto Rusia como China son regímenes autoritarios que desafían a las democracias occidentales. Dejarlos ejercer su poder militar implica abrir la posibilidad que países consideren que el autoritarismo es una forma superior de que la liberal. Esto significaría un potencial deterioro en los de por sí vapuleados regímenes democráticos-liberales.

¿Y cómo la va a jugar en esta coyuntura internacional?

Por supuesto que vamos a salir a apoyar posibles soluciones pacíficas a conflictos bélicos. Eso se da por descontado. Pero, más allá de eso, en la realpolitik de la geopolítica internacional, ¿qué hará nuestro país? ¿Se alineará a las democracias liberales de América del Norte y Europa o coqueteará con las autocracias rusa y china para presionar a Washington?

No lo sé. Lo que sé es que no alcanza la bobería del gobierno actual de que “la mejor política exterior es la política interior”. No. En la coyuntura actual, México requiere una política exterior para defender sus intereses frente al mundo. Que maximice sus beneficios y minimice sus costos. Ojalá se lo explique la secretaría de Relaciones Exteriores al presidente López Obrador.

 

           Twitter: @leozuckermann

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