, el hombre fuerte de López Obrador durante la primera parte del sexenio, ha hablado, y duro. En vísperas de la inauguración de una de las obras insignia de esta administración, el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA), publicó un artículo en Proceso para dar su versión de lo que está ocurriendo en el pleito que tiene con el fiscal general de la República, Alejandro Gertz Manero. Ahora incluyó a la exsecretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, actual presidenta del Senado. Según Scherer, ambos se coludieron para manchar su nombre y perseguirlo y judicialmente.

El timing del artículo de Scherer revela que está dispuesto a hacerle daño al Presidente. En este caso, le echó a perder la fiesta del AIFA. “Mató” la nota del cumplimiento de una de las promesas presidenciales. La prensa se distrajo para ver el artículo de Scherer que evidencia el pleito en la cúpula del poder.

Scherer, no obstante, es muy cuidadoso en el artículo con su exjefe. Le reitera su lealtad incondicional a él y su proyecto. En este sentido, aparece como un hombre acorralado que, por un lado, lanza el mensaje que puede hacerle daño a , pero, por el otro, afirma que la bronca no es con él. Y, como el Presidente es el único que podría detener este conflicto, le solicita una especie de protección.

López Obrador, sin embargo, no le echó una línea de salvación. El lunes, en medio de la fiesta del AIFA, el Presidente no quiso entrarle al tema, limitándose a decir que éste era un pleito de tribunales. Se entiende que AMLO pateara el bote para no eclipsar su magno evento del aeropuerto. El Ejecutivo, empero, no puede guardar silencio así de sencillo porque estamos frente al principal conflicto político de este sexenio. A final de cuentas, el Presidente era el jefe de Scherer y Sánchez Cordero; además, siempre ha tenido un ascendiente importante sobre Gertz. ¿Acaso no tiene responsabilidad el jefe cuando los subordinados y aliados se pelean de esta manera?

Muchas preguntas salen de esta riña en la cúpula del poder lopezobradorista. Una es si el Presidente, efectivamente, puede detener este caso y evitar que Gertz siga persiguiendo judicialmente a Scherer. Incluso, si le conviene hacerlo. Hasta ahora, no parece que AMLO quiera salvar a su exconsejero jurídico. Si es así, la pregunta es cómo reaccionará Scherer, quien ya mandó el mensaje de que no tendría recato en dañar a . Su artículo fue un piquetito. Quién sabe si tenga elementos más ofensivos para provocar heridas más profundas. Lo que parece claro es el mensaje de que él no va a caer solo sin llevarse a alguien más de por medio.

Tremendo, en este sentido, el pleito en la cúpula de poder.

Desde el punto de vista político, habrá que sacar las palomitas y ver cómo estos personajes se hacen garras, cual si fueran personajes de novela de Martín Luis Guzmán.

Pero voy más allá de la riña descarnada y me concentro en un punto que me parece toral del artículo de Scherer y que tiene que ver más con el funcionamiento de las instituciones. El exconsejero jurídico afirma que durante años luchó por una Fiscalía independiente. El sexenio pasado se logró la reforma que, efectivamente, le dio autonomía a la Fiscalía. Scherer, sin embargo, reconoce lo que todos sabemos: que la actual institución “no tiene contrapesos constitucionales” y, por tanto, “es un peligro”.

Tiene razón. El fiscal ha demostrado, por un lado, que puede ser muy obsecuente con el Presidente. Cuando pidió que se hiciera público el testimonio de Emilio Lozoya a la Fiscalía, en horas apareció dicho documento completito. Pero, por otro lado, Gertz también ha demostrado que puede utilizar la institución a su antojo: para litigar pleitos familiares y vengarse de personajes que le disgustan. Nadie lo detiene con el gran poder de armar carpetas de investigación y solicitar prisión preventiva a los presuntos inculpados. Todos le tienen miedo. Incluso los que no tienen cola que le pisen porque algún rabo les inventan y, en lo que son peras o manzanas, se pueden pasar un rato en la cárcel.

Gertz, según testimonio de Scherer, no es un fiscal neutral que busque la justicia. Al término de una reunión le dijo: “Usted podía haber elegido entre un fiscal amigo o un fiscal enemigo”. Así piensa Gertz. El ejercicio de la función pública tal y como lo concebía el jurista Carl Schmitt: un mundo donde sólo hay amigos y enemigos. Y pobres de los segundos porque hay que aniquilarlos con el poder coercitivo del Estado sin que haya un contrapeso que lo limite. A todas luces, falló el diseño institucional para tener un mejor órgano de procuración de justicia.

           Twitter:@leozuckermann

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