Dicen que “hierba mala, nunca muere”, y en el terreno de la política ha quedado demostrado con el regreso del exgobernador fugaz de Baja California a su curul en el Senado de la República. Luego de haber abandonado el cargo para el cual fue electo en 2019, de haber hecho su berrinche por no querer gobernar dos años, de torcer la ley para indebidamente ampliar su periodo de gobierno, de los innumerables reveses que le dio la Suprema Corte de Justicia, y de haber pregonado que se integraría al gabinete presidencial, Jaime Bonilla no tuvo más alternativa que volver a ser senador.
No hará falta estar pendiente de su regreso a la Cámara Alta, pues excesivamente protagónico como es, seguramente continuará con sus arraigados hábitos, como el de “saludar con sombrero ajeno”. Exigirle resultados legislativos resultaría pretencioso, pues sería tanto como identificar algo bueno en su desgobierno.
Y hablando de “pedirle peras al olmo”, el presidente López Obrador sí que anda bateando duro. Como él mismo diría: “arriba de 300”. Y es que Andrés Manuel es bueno para macanear, pero no precisamente en el béisbol sino, como dicen los argentinos, chilenos y bolivianos, para los desatinos. Y es que no se puede calificar de otra manera la sustitución del gran proyecto de Texcoco por el aeropuertito de Santa Lucía.
Sin lugar a duda habrá quien discrepe de la opinión de quien esto escribe, sin embargo, no encuentro otro adjetivo para calificar el “diseño” y construcción del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles. Que, por cierto, bien hizo Brozo (Víctor Trujillo), en pedir disculpas al general Ángeles por el mal uso que se le ha dado a su nombre. Es vergonzoso que, luego de una vida dedicada a la patria, la desmesura de AMLO lo esté estropeando.
Procurando nutrir mi criterio, puse el tema sobre varias mesas. Mis alumnos resultaron los más participativos con comentarios verdaderamente enriquecedores. Ahora entiendo porque Andrés Manuel condenó la opinión de los profesionistas sobre su gobierno, cuando dijo: “uno pensaría que, ante más nivel educativo, más conciencia; pues, no necesariamente”. Una amplia mayoría de los universitarios reprueba el nuevo aeropuerto. Hay que ser claros, no se trata de aspectos meramente banales o elitistas, como acusaron los lopezobradoristas, sino que es un asunto de gran trascendencia, ya que se trata de la imagen de nuestro país ante el resto del planeta.
Recientemente, vi la serie “Hernán” y me recordó a lo anterior. Son ocho capítulos dramatizados sobre el primer encuentro de los conquistadores con las culturas mesoamericanas. Por supuesto, una de las figuras más representativas fue “una princesa esclava de Tabasco bautizada doña Marina, pero apodada La Malinche” (Carlos Fuentes, 1992).
Doña Marina ha sido vilipendiada desde siempre. “El símbolo de la entrega es doña Malinche”, diría Octavio Paz (1950). Su participación como intérprete de los españoles y su lealtad a Cortés son la traición que le reclaman los mexicanos, a pesar de que, en ese entonces, no existían los españoles ni los mexicanos.
Así, los hijos de La Malinche, los malinchistas, como se conocen peyorativamente, somos aquellos que creemos que parte fundamental del progreso es que haya más México en el mundo y más mundo en México. Es de miopes pensar que la cerrazón y los errores del pasado son una mejor alternativa. Al tiempo.
Post scriptum: “La irrealidad de lo mirado da realidad a la mirada”, Octavio Paz.
* El autor es doctorando en Derecho Electoral y asociado del Instituto Nacional de Administración Pública (INAP).
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